Novelas para releer: “El Salar” de Fausto Burgos

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Por Segundo Díaz* para Diario Cuarto Poder | La novela titulada El salar, de Fausto Burgos, publicada en 1946 es una obra que (como ya se fundamentará más adelante) escapa al encuadre del típico regionalismo.

El escenario se sitúa en un pueblo jujeño: Abra Pampa, cercano a un gran salar explotado por los lugareños, que es referenciado en el título.
Al abordarla nos hallaremos con la presunción de estar frente a una novela de tintes puramente costumbristas, o indigenistas si se quiere, pero a medida que se avanza en la lectura esa idea va quedando de lado. La calidad literaria, disparada a partir de una narrativa dinámica y sobria, se puede apreciar a fondo en el manejo casi cinematográfico con que Burgos va avanzando en el desarrollo de los acontecimientos que cuenta.
La trama se inicia cuando el protagonista, Carlos, un porteño de clase media acuciado por el remordimiento de la suerte corrida por un hijo concebido años atrás con una lugareña, Rosario Yapura, sale de Buenos Aires en busca de ese hijo como se saldría en la busca de un fantasma.
Entonces para el lector se irá haciendo evidente la presunción de que el autor nos está describiendo una Argentina ya inexistente y remota, pero lógica y coherente para el protagonista como contemporáneo de ella, por ejemplo: llama la atención con la puntualidad con que parecen funcionar los trenes. Carlos viaja 1300 kms en 24 hs, haciendo un trasbordo de Tucumán a Abra Pampa que dura un abrir y cerrar de ojos.
Parece que no hay problemas de traslado entre la gran ciudad y los pueblos del norte más profundo. Una vez en destino describe el vil robo que Mustafá Abud, un comerciante de Abra Pampa, práctica con los coyas, escondido en transacciones comerciales que lo presentan como un despreciable acaparador.
Se suma a esta instancia la presencia de un incómodo y circunstancial compañero de viaje, Seneusky: un marchante mayorista, descrito como un ruso (judío) o Sueco, o escandinavo (el protagonista no está seguro de su procedencia) que es el complemento de Mustafá Abud, pues mientras critica la avaricia del turco le compra toda la sal acumulada en sus galpones, producto del sudor de los coyas.
Y es Javier Chuctuska, un lugareño sexagenario, quien representa a los de su raza. Además quien sufre la afrenta de que un “abajeño” (Carlos) preñara a su mujer ocho años antes, cuando ya era su esposa.
Y así se va desarrollando esta novela que en ningún momento aburre, y que como ya dije nos muestra una Argentina práctica y eficiente, pues Seneusky hace que desde el mismo pueblito de Abra Pampa se derive a Buenos Aires, en tren, toda la gran cantidad de panes de sal comprados a Abud. Mientras Carlos, prisionero de ese sueño que persigue : hacerse con un hijo del que nunca se ocupó, decide seguir a Rosario Yapura y su marido al salar donde viven.
Sin embargo, lo que no consigue es desprenderse de la compañía de Seneusky, quien marcha al salar convencido que a Carlos lo mueve un importante motivo relacionado con negocios y no la sentimental razón de la búsqueda de un hijo.
Desde la perspectiva del lector queda claro entonces que el marchante no está dispuesto a dejar pasar ninguna oportunidad si hay beneficios para su ambición de dinero. En camino al salar Seneusky es afectado por el soroche y muere apunado ante un horrorizado Carlos, quien continua el viaje a pesar de la tragedia de su acompañante. Es en el último tramo de la novela donde se puede discernir los recursos literarios utilizados por Burgos para esquivar el sentimentalismo y  intoresquismo en el que frecuentemente caen los escritores regionalistas o “no porteños”.
El cierre de la obra es realizada de una manera casi perfecta, manteniendo la tensión hasta el final, obligando al lector a volver sobre sus pasos para comprender si, efectivamente, lo
narrado forma parte de una alucinación del protagonista o si han caído en algún subterfugio surrealista preparado por el autor.
Hasta aquí el resumen de esta imperdible novela, que además muestra como trasfondo a un país con un porvenir promisorio, devenido finalmente en uno que ha tenido sus retrocesos, y que sobre todo ha cometido la imperdonable falta de haber dejado caer en el olvido valiosas obras literarias, como la que nos ocupa.

*Periodista y escritor

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