El fútbol como la política, necesita gente comprometida con su país, sin intereses mezquinos, como los patriotas de antaño.

Por Fabián Seidán

Decía el ex campeón mundial de fútbol 1986, Oscar Rugerri, en Pasión por el fútbol, que él hubiera pagado para jugar en la Selección mayor de fútbol, dejando en claro que para cualquier argentino bien nacido, defender los colores de su país no tiene precio. Y la pregunta que cabe ahora es si Higuaín, Messi, Dí María y compañía, o alguno de los nuevos: Icardi, Paredes, o el mismo Sampaoli, irían a la Selección sólo por amor a la camiseta, o si pagarían para estar en ella…

Gerardo Martino (DT de la selección de fútbol entre 2014 y 2016) percibió casi un millón de pesos al mes (908.756 pesos por mes), por entrenar al plantel mayor. El contrato del Tata con la AFA se firmó en septiembre de 2014 y si bien el vínculo se debía extender hasta finales del 2017, por un total de 36 millones de pesos, terminó alejándose tras perder la Copa Centenario frente a Chile.

En su lugar se contrató a Edgardo Bauza, que nunca dio a conocer cuántos serían sus haberes por entrenar a la Selección, pero tras ser echado, el Patón mostró las uñas, y acordó un monto de 16.000.000 de pesos de recisión de contrato para irse calladito. Si hubiese llegado hasta el final de las eliminatorias hubiese cobrado 56.000.000 de pesos.

Ahora se viene Jorge Sampaoli, pero para sacárselo al Sevillla de España habrá que pagar una cláusula de rescisión del contrato que es de 1,5 millones de euros, alrededor de 24.000.000 de pesos. A lo que luego habrá que sumar lo que el DT y sus ayudantes cobrarán por mes por hacerse cargo de la Selección. Algo carito sale la Selección para lo que vienen ofreciendo los muchachos para ir a Rusia 2018.

Lo cierto es que los clubes, con contratos millonarios y un mercado internacional ávido y dispuesto a pagar fortunas por jugadores talentosos, han terminado por enrarecer el fútbol en esta parte del mundo, al punto de que pocos son los que pueden mantenerse más de una temporada en sus ligas de origen, pues terminan emigrando a otros continentes para hacer una diferencia económica que les permita vivir sin sobresaltos el resto de sus vidas. Entonces, hecha la diferencia, en medio de esa vida de lujos y opulencias, les cuesta “bajar” a la “tierra” cuando son convocados a la Selección ya que les falta ese “hambre” y motivación, para dar todo lo que pueden dar realmente.

¿Pagarías por jugar en la Selección? Sería bueno que sea así, a la inversa: que los jugadores y el técnico paguen para representar al país que les dio todas las posibilidades y herramientas para desarrollar su técnica, capacidad de juego y ser alguien en la vida. Entonces ya no nos sorprenderíamos -ni murmuraríamos- cuando no canten el Himno Nacional, por ejemplo, o no pongan lo que hay que poner, al vestir la “celeste y blanca”.

¿Su premio? No será otro que el reconocimiento y la gloria, como el de nuestros patriotas independentista, que terminaron todos en la pobreza, pero felices por haber dejado al país en lo más alto del mundo.

Esta consigna, de pagar para estar en la Selección, también vendría bien aplicarla a la política, y así comenzar a separar “la paja del trigo”, de los que realmente buscan a través de la función pública hacer el bien al país y el pueblo, de los que pretenden simplemente entronizarse, enriquecerse y hacer negocios incompatibles y espurios con el Estado.

En los últimos doce años, hemos sido fieles testigos de una gran cantidad de políticos rapiñas que tras potentes campañas proselitistas y anuncios grandilocuentes, apelando al populismo y levantando banderas de partidos históricos, llegaron a gobernar un país, una provincia, o administrar un municipio o una comuna, y luego se olvidaron de “todos”, amasaron verdaderas fortunas, multiplicaron sus bienes y despilfarraron los del Estado, con cero patriotismo.

Todos sabemos que las campañas proselitistas cuestan mucho dinero y que los candidatos luego, en el caso de ganar, deben devolver los favores a quienes los financiaron; por eso, aquí las campañas de todos los partidos deberían ser gratis, bancadas por el Estado, y exigir a quienes se postulen -de alcanzar la presidencia, gobernación, senaduría, diputación, intendencia o el cargo electivo que fuera-, a realizar sus funciones de manera ad-honorem, siendo su mayor premio el reconocimiento nacional por engrandecer la patria y generar el bienestar de su pueblo y de las generaciones futuras.

No queremos funcionaros con diez mansiones, viajes a Dubai ni paseos en camellos, mientras la provincia se inunda desde hace 22 años y los puentes se caen; tampoco una presidenta que para justificar lo injustificable: de cómo engrosó su cuenta bancaria en 12 años, diga que los 100 millones de pesos lo logró siendo una “abogada exitosa”, cuando todos sabemos que no ejerce la profesión desde hace más de 20 años.

Pero como de muestra no basta un botón, se pueden mencionar muchos casos, como los ministros ultra kirchneristas quienes multiplicaron sus bienes varias veces hasta hacerse millonarios. Tal es el caso de Guillermo Moreno, que fue el que más se enriqueció durante la gestión de los Kirchner: un 13.000%. O Ricardo Echegaray, ex titular de la AFIP, quien multiplicó sus bienes 39 veces entre 2003 y 2014. Otros que entraron pobres y salieron ricos de la función pública fueron Julio De Vido, Amado Boudou, Carlos Zannini, Oscar Parrilli, Aníbal Fernández, Carlos Tomada y Alicia Kirchner.

La contra cara sin duda es Arturo Illia, ex presidente argentino (1963 y 1966) quien se destacó por su honestidad y honradez, y que vivió casi toda su vida en su humilde casa, donde se dedicó a la medicina. Nunca utilizó su influencia a su favor, al punto de que siendo presidente, tuvo que vender su auto para financiar sus tratamientos médicos. Murió a los 83 años en la pobreza.

Publicado en el diario papel de Cuarto Poder

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