Por Manuel Rivas* / Un cantautor con el Poder de la Canción. Anselmo Lago vuelve a las fuentes y, junto a Zalo, presenta un espectáculo intimista con canciones fruto de toda su carrera artística. Una propuesta que apunta a generar un caudal de intensas emociones.

Anticipo, video y entrevista

Este sábado, desde las 21, en el Centro Cultural Virla de la Universidad Nacional de Tucumán, tendrá lugar la presentación del espectáculo titulado “El poder de la canción”, a cargo del destacado músico Anselmo Lago, quien será secundado por Zalo.

La propuesta promete un alto voltaje emotivo, con un repertorio integrado de canciones compuestas por Lago y que abarcan diversos géneros musicales. Las entradas estarán disponibles, desde las 18, en las boleterías del Centro Cultural Virla.

Afiche de la presentación de Anselmo Lago & Zalo.

A continuación, compartimos un diálogo que mantuvo Diario Cuarto Poder con el artista, quien dio pistas de lo que será su presentación y compartió un video de uno de los temas que se incluirán, “La dulce espera”.

—¿Qué propone “El poder de la canción”?

—Se trata de un espectáculo poético musical intimista basado en las canciones que compuse en toda mi carrera. La idea era valorar el poder de cada canción en cuanto a la receptividad del público y lo que puede generar cada una de ellas en el mundo personal de aquellos que las escuchen.

—¿Cómo fue la selección de esas canciones?

—Fue muy meditada, porque constituyen composiciones realizadas entre 1979 y 2021. Son alrededor de 60 canciones, de las cuales hicimos un análisis de representatividad de cada período transitado. En este aspecto tuve en cuenta el valor que la gente les ha dado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, “La dulce espera” es una canción que llegó en un momento determinado de mi vida y que la gente siempre me pedía, a pesar de no estar grabada y que sólo la tocaba en público.

Video de “La dulce espera”, canción de Anselmo Lago.

—¿Cuáles son los momentos de la vida que lo inspiraron?

—Son muchos. Desde aquella canción que escribí a los 15 años y que se llama “Anca Juli”, pasando por “Semilla estelar”, en la que hablo de mi hija, y otras canciones que tienen que ver con el paisaje urbano, como “Chacarera del Arrogante”, en la que aludo a cuatro personajes públicos y muestro un paisaje emocional urbano, que es una mirada propia porque no soy de hablar de paisajes, pero sí de las emociones y de los anhelos.

—¿Qué significa este espectáculo?

—Para mí es volver a la fuente de la que partí. Arranqué como cantautor y me conmoví con el rock y otros géneros musicales. Es por ello que en este espectáculo estarán representados el blues, el rock, la zamba y otros, en un formato acústico. Todo será distinto, porque no habrá banda, como estoy acostumbrado, sino que seremos Zalo y yo, con la guitarra y el piano.

—¿Qué puede decirnos de Zalo?

—Zalo es un alumno de diez años en el taller, y será quien me acompañe en este espectáculo. Es un gran pianista que apunta hacia lo clásico, pero que le di toda la formación popular para hacerlo más completo. Hablando con él sobre mi idea, surgió la posibilidad de hacer el espectáculo juntos. Tendrá un espacio especial porque en un segmento amenizará y mostrará todas sus condiciones con un repertorio popular.

—¿Apuesta a la vigencia de las canciones?

—Sí, justamente en la selección del repertorio hemos encontrado una plena vigencia de los temas que tratan y de la universalidad de ellos. Se me viene a la cabeza una letra que compuse en 1979 sobre la inflación y que, a pesar de los años transcurridos, tiene una lamentable vigencia. Como todo joven del secundario amante de la música, me paraba en la vidriera de las casas de música y soñaba con comprar una guitarra nueva, pero cuando terminaba de juntar la plata, ya valía el doble. Era como esa canción de tango que dice “el chiquilín te miraba de afuera” (ríe).

—¿Y pudo comprar la guitarra?

—Claro. Me equipé más profesionalmente en el uno a uno. Hasta ese momento sólo podía llegar a cosas hechizas, porque no se podía comprar algo importado de alto nivel. Pero en esta oportunidad usaré la guitarra para escenario que me regaló mi abuela cuando tenía 14 o 15 años. Es una guitarra criolla que adapté para amplificador de sonido.

—¿Hay grandes diferencias en tocar con banda y hacerlo en este estilo?

—Muchas de estas canciones tienen su versión en banda, pero al hacerlo más intimista, como un cantautor, rescatamos la poesía y la belleza original de la canción, su poder. De este modo podemos rescatar el espíritu con la que fueron concebidas.

—¿Cómo fue ese proceso creativo?

—Las canciones surgieron en la intimidad, entre la guitarra y el inconsciente. Es como si la vomitara espontáneamente, porque el inconsciente trabaja sin avisar y de repente aparece la canción. Todo sale junto, música y letra, una palabra un acorde, una melodía. En algún lado estaba. En algún lado del cosmos y de las múltiples dimensiones. Uno disfruta del valor de la realización pero es inexplicable. Es lo místico, por eso le puse el Poder de la Canción, es un poder que simplifica y acompaña y hace un ensamble que encaja la melodía y la letra, un simple instrumento y la voz, como en el caso de Silvio Rodríguez. En una oportunidad compuse un tema con un alumno, Luciano Di Benedetto, quien había comprado un ukelele en un viaje a Chile y al mostrarme y tocar el instrumento fue surgiendo la canción casi de manera espontánea.

—¿Cómo fue esa experiencia?

—Hizo una secuencia de acordes y le dije que la tocara de nuevo mientras lo acompañaba con el teclado. Le dije que agarrara papel y lápiz y le fui dictando la letra, a la que él también aportó. El inconsciente mío estaba conmovido por un cuento de Julio Cortázar, que funcionó como disparador para que naciera “Un pedacito de mundo”.

 —¿Habrá temas que te emocionen en especial?

—Sí, por ejemplo, “Pa´ mi gringa madre”, es una canción que le compuse a mi mamá, Edith Kassel, que justamente cumple 89 años, por lo que será un regalo muy especial; también “Pequeña Villi Villi”, que le escribí a mi esposa cuando la conocí hace más de 33 años; o “Latiendo”, que compuse un año antes de que mi hija cumpliera sus 15 años. Tengo otras canciones como “Agua de mar”, que también aportan ideas que aplico en mi vida.

—¿Por qué este retorno al origen después de tanto tiempo?

—En el origen me siento tranquilo, seguro, bien. No tengo que estar conquistando nada. Incorporar cosas de cada tribu, te nutre pero también te aleja de lo esencial. Cuando recién comencé, mi vieja me decía: “largate solo con la guitarra y dejá de perder el tiempo con bandas”. No me arrepiento, esos 40 años de experiencia me dieron aprendizaje, pero ahora le hago caso a mi vieja (ríe).

—¿Qué destino quiere para sus canciones?

—Quiero que modifiquen y llenen de vida a las personas. También que sean mi legado y que señalen mi paso por este mundo. Uno nunca sabe cómo la gente toma a cada canción en su propia vida. Me pasó que un espectador se conmovió tanto con una canción que no dudó en buscarme y transformarse en alumno de mi taller. Uno suelta su creación y no sabe cómo modificará a la gente, pero sí tiene la certeza de haberle puesto emoción y eso es lo primordial.

*Director Diario Cuarto Poder, profesor de Letras e Historia, periodista y escritor.

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