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Por Fabián Seidán – Diario Cuarto Poder / La Fuerza Policial es noticia a lo largo y ancho del país por el mal accionar de los hombres y mujeres que la integran. Los “azules” están implicados en muchos hechos delictivos y también en agresiones, abuso de autoridad y muertes. Los casos abundan y todos tienen un común denominador: la falta de profesionalismo. La policía debe dejar de ser vista como una “salida laboral” para gente sin vocación ni conducta de bien.

Implicados o salpicados

¿A cuántas muertes a manos de policías asistimos en las últimas semanas, en el último mes, en el último año o desde que comenzó la pandemia? ¡A muchísimas!! Y no debería ser así, toda vez que se trata de una fuerza que tiene que cumplir el importante rol de proteger y servir (su principal consigna) más en un momento donde la delincuencia e inseguridad ocupan un lugar preponderante en nuestras vidas.

Los casos de de policías que matan son muchos, al punto de que el propio presidente de la Nación, Alberto Fernández, se refirió al tema: “No es posible que los policías terminen con la vida de gente inocente”, dijo el mandatario, en referencia a la muerte de Lucas Gonzalez, el jugador de 17 años de Barracas Central, baleado en la cabeza por policías de la Ciudad de Buenos Aires.

Y a las pocas horas, otros 9 policías de la bonaerense, también fueron noticias acusados de matar en la celda de la comisaría de San Clemente de Tuyú, a un hombre que había sido detenido horas antes. Alejandro Martínez, había llegado a dicha localidad para abrir un emprendimiento gastronómico y fue detenido por ocasionar disturbios en el hotel donde se alojaba. Ya en la celda fue golpeado y asfixiado hasta la muerte, según la autopsia. En base a ese informe de los forenses, los policías fueron acusados del delito de homicidio agravado.

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En todos lados se cuecen habas

No vamos a generalizar y a decir que son todos. Por supuesto que no. La gran mayoría de los policías son personas de bien, personas íntegras; personas que respetan el uniforme y que cumplen su tarea. Pero hay un número importante –en todos lados se cuecen habas- que deshonran a la profesión.

Porque en Tucumán también hay casos de policías involucrados en hechos criminales muy emblemáticos. Hace unos días, un policía declaró que mató a un odontólogo que era buscado como desaparecido. El uniformado reveló que, tras disparar y herir de muerte el profesional (Oscar Marcial), intentó ocultar el crimen arrojando el cuerpo en un monte.

“Cuando suceden estos hechos siempre estamos al lado de la víctima. Nos solidarizamos y nos comprometemos a que quien cometió un daño de estas características no sólo llegue a la justicia, sino que le caiga todo el peso de la ley”, señaló el gobernador Osvaldo Jaldo tras conocer el hecho.

Jaldo, que llegó al gobierno de la provincia hace un par de meses de manera interina, desde el primer momento buscó dar un giro de 180 grados en materia de seguridad, tratando de que la fuerza policial sea una solución y no parte del problema de la inseguridad.

Para eso, cambió al ministro del área, Claudio Maley -muy cuestionado por lo hecho durante el período que le tocó actuar-, y buscó la manera de que la Fuerza respondiera más asertivamente, brindándoles no sólo mejoras salariales, sino también nombrando más efectivos, equipándolos, comprándoles móviles y ordenándoles que salgan a patrullar las calles.

La pregunta obligada

¿Es suficiente? No. Porque no se trata solamente de dar órdenes, dar armas, chalecos antibalas o móviles. Se trata de que quienes tienen puesto el uniforme sean personas comprometidas con la tarea a desempeñar; personas responsables, preparadas física y psicológicamente, y con verdadera vocación de servicio. En una palabra profesionales.

No puede ser que la gente tenga igual miedo a delincuentes como a la policía. No pude ser que lo policías golpeen y traten como delincuentes a personas que protestan en las calles o que cometen alguna infracción o contravención; no puede ser que mientras los motochorros o rompevidrios atacan a todo hora en cualquier barrio, avenida o paradas colectivos, los policías estén todos amontonados en el micro-centro, o prestando servicios en bancos, comercios, o protegiendo la casa de algún funcionario.

No puede ser que cuando alguien es víctima de un delincuente, vaya a una comisaría y no le tomen la denuncia porque no está el oficial encargado para hacerlo o que no haya un móvil para acudir al domicilio violentado.

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Crímenes aberrantes

Tampoco debería ser que, cuando alguien sea arrestado, aparezca días después arrojado en un precipicio (24 de mayo de 2020 policías de la Comisaría de Monteagudo matan a tiros a Luis Espinoza y luego tiran el cuerpo a un barranco en Catamarca); o como el caso de Walter Nadal, detenido en la vía pública (Crisóstomo Álvarez y Congreso) y muerto por asfixia por bicipolicías que le pusieron la rodilla en la nuca hasta que no respiró más (febrero de 2020).

Un testigo de ese hecho contó: “Alcancé a ver que un policía grandote se le abalanzaba y le ponía la rodilla en la nuca. El tipo no se podía ni mover. A los gritos pedían a la gente que no se acercaran y que no filmaran con los celulares”, mientras el hombre en el piso decía que no podía respirar.

Más casos

La policía de Tucumán acumula muchos otros casos, como el crimen del niño Facundo Ferreira (2018), la denuncia de una mujer, Roxana Monteros, sobre abusos por parte de efectivos de la comisaria de Lastenia, que la golpearon y abusaron en un allanamiento sin orden judicial (julio 2020); otros cinco policías de Concepción fueron separados de sus funciones y puestos a disposición de la Justicia luego de la denuncia realizada por un abogado, quien fue golpeado, esposado y alojado en el calabozo de la comisaría, a la que había asistió para ampliar una denuncia (Julio 2020).

La agresión se difundió a través de las redes sociales ya que el abogado Enrique Courtade logró filmar con su teléfono celular cuando era golpeado. También en 2020, pero en febrero, otro policía fue noticia porque atacó a trompadas a un psicólogo que no le quería dar el alta médica.

Se trató de un caso que puso en alerta a todo Tucumán debido a la “salud mental” de los hombres de azules. El psicólogo de la fuerza, Carlos Ricardo Carabajal, había sido atacado a trompadas y amenazado de muerte por un agente en su consultorio de la Subjefatura de Policía. Desde el Colegio de Psicólogos denunciaron en la oportunidad la existencia de un “mercado negro” de informes psicológicos y advirtieron fallas severas en el sistema de ingreso a la Policía.

Más reciente está el caso del guardia penitenciario, Roberto Rejas, quien fue condenado por el crimen perpetrado en 2016 contra su ex pareja, de 26 años, y su hijo, de 2 años, cuyos cuerpos nunca fueron hallados.

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Salida laboral en tiempos de desempleo

Son muchos los hechos delictivos que involucran a policías porque en realidad –“muchos”- son los hombres comunes que  eligieron ser policía como una salida laboral frente a la escasez de empleo. Ello, sumado a la falta de vocación, al poder que les da portar un arma de fuego y la necesidad de escalar rápidamente de nivel social, los lleva muchas veces a tentarse, transitar por caminos escabrosos, de los cuales luego no pueden salir.

Los uniformados deberían ser sometidos periódicamente a controles psicológicos, físicos y toxicológicos. Deberían hacer cursos, sobre todo de violencia familiar y violencia de género; estudiar carreras afines y profesionalizarse, para brindar a la sociedad un servicio de excelencia. También –más adelante- se debería evaluar un cambio en su régimen de trabajo e impedir que en sus días de descanso realicen horas extras o servicios adicionales. La policía también debería estar mejor pagada para cumplir el rol sin pensar en cómo hacer más dinero fuera del horario de servicio para llegar a fin de mes.

La policía tiene un compromiso muy importante con la comunidad y es estar siempre abocada a su seguridad y a la prevención del delito. Que no se corra de su rol.

 

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