Hace cuatro años, un tal Federer lo despertó de un sueño. Es más, no lo dejó dormir hasta altas horas de la madrugada en Londres. El mismo Juan Martín dijo que lloró hasta las 3 de la mañana. Pero en este Río 2016 las lágrimas no son de dolor, son de emoción. De locura. De tenis. Es un llanto histórico: Del Potro pasó nada menos que a Nadal en tres sets (5-7, 6-4 y 7-6) para meterse en la final del torneo de tenis. Ahora va por la de oro, el domingo ante Murray. Porque Delpo tiene unos huevos de oro.
Tremenda semana para la Torre. Inolvidable, pase lo que pase el sábado. Jugó un tenis más alto que sus casi dos metros, más potente que sus saques por arriba de los 200 km/h y letal como los gritos que salen cuando agujerea el court del estadio olímpico con sus derechas imparables. Y durante el torneo, Del Potro mostró calidad para dejar en el camino a Djokovic, entereza física para jugar a las pocas horas con Sousa, fuerza mental para no caerse ante Daniel y fuego interior para superar a Bautista Agut. No le faltaba nada. Sólo bajar a uno de los gladiadores de este deporte. Y lo hizo.
Costó, claro. No podía ser de otra manera. El primer set, en el que Juan Martín quebró de entrada, finalmente fue para Nadal. El argentino se recuperó a fuerza de saques en el segundo y el tercero fue una batalla más dentro de una guerra tenística inolvidable: Delpo quebró, sacó para ganar, Nadal recuperó, se puso 5-5 y se definió en el tie break. Si hay con problemas de corazón, se le recomienda no ir a un Argentina-Brasil al básquet. Y mucho menos a este Del Potro-Nadal por un lugar en la final. Final que será para el que tiene un corazón enorme. Para el nuestro. Para quien terminó llorando. Besando la leyenda Río 2016. El es leyenda.
Su pecho ya se colgó una medalla en Londres, la de bronce, y ahora volverá a lucir una de otro color. Juan Martín está de vuelta. Lo demostró en cada minuto de esta semana olímpica. Y la frutilla del postre se la guardó para el domingo. Desde las 15.30, enfrentará en la final a Andy Murray.

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