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Por Fabián Seidán para DIARIO CUARTO PODER. Existió en la provincia de Córdoba, un pueblo llamado “Villa Calamuchita” que había sido fundado por inmigrantes alemanes. Allí habían hecho una réplica de Munich y celebraban fiestas típicas teutonas, como de la cerveza. Pero hubo un día en que todo se desmadró produciéndose un hecho repudiable que llevó a cambiar el nombre del pueblo a Villa General Belgrano.

El hecho, si bien nunca fue aclarado, hay una versión que todos cuentan como histórica: la quema de dos banderas argentinas en el día de la fecha patria del 9 de julio de 1943. La versión refiere a tres marineros alemanes, sobrevivientes del acorazado Graf Spee que, tras una noche de mucha cerveza, quemaron y pisotearon hasta desgarrar las insignias argentinas. Ese argumento sirvió de justificación suficiente al gobierno de Córdoba para imponer por ley el nuevo nombre, como desagravio al creador de la Bandera.

Habían valores

Eran otros tiempos. La patria y el patriotismo, se vivían de una manera más fervorosa en nuestro país hasta no hace mucho. Ahora, se ve a pequeñas minorías, grupos clasistas, de género, políticos, extranjeros y pueblos originarios, quemar nuestra bandera, pisotearla, sin ser castigados o al menos reprendidos. Por el contrario, desde el Gobierno se busca siempre bajar el tono y hasta darles concesiones a los irreverentes.

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El pasado 2 de julio, autoproclamados LGBT de Córdoba quemaron una bandera Argentina y amenazaron de muerte a Veteranos de Malvinas. Reprocharon que los Veteranos bajaran la bandera del orgullo gay de un mástil de una plaza. En respuesta, quemando la insignia nacional.

Los mapuches

Pero el caso más patético es el de los mapuches, pueblos originarios de Chile (araucanos) que se asentaron en parte de la Patagonia y Pampa argentina en el siglo XIX. Su llegada, acabó con los verdaderos pueblos originarios del territorio argentino (los tehuelches) a quienes prácticamente exterminaron o asimilaron al suyo.

Fredy Carbano, en la “Gazeta Federal”, da cuenta de ello y aclara: “(Julio Argentino) Roca no encabezó una campaña privada en 1879 (contra los indios). Fue al desierto como comandante en jefe del Ejército Nacional a cumplir la misión que Nicolás Avellaneda, presidente de la Nación Argentina, le había asignado. Y esa campaña estuvo destinada a integrar, a incorporar de hecho a la geografía argentina prácticamente la mitad de los territorios históricamente nuestros y que estaban bajo el poder tiránico del malón araucano (mapuches), cuyos frutos más notables eran el robo de ganado, de mujeres y la provocación de incendios”.

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“El uso actual del término ‘mapuche’ y las falsas reivindicaciones de estos son maniobras disolventes y disgregantes que practican políticos en las últimas décadas con finalidades antinacionales y para beneficio propio”.

Todos somos argentinos

Hoy todos los nacidos en el suelo patrio son (somos) argentinos y no caben falsas reivindicaciones indigenistas ni de pueblos originarios para reclamar tierras o autonomía.

Nadie tiene ningún derecho a reivindicar etnias ni pueblos diferentes al argentino en la totalidad del territorio nacional, so pena de colaborar con los intentos extranjeros para desmembrar nuestra patria.

No a una nación autónoma

En tal sentido, no se puede pretender atender su reclamo independentista o autonomía dentro de la nuestra, menos aprobar sus usurpaciones de tierras -privadas o fiscales-, y agresiones, como desprecios por nuestra bandera y las autoridades que nos representan.

Toda personas, pública o privada, que avale y apoye estos movimientos, debería ser juzgado por traición a la patria.

Ninguneo a las autoridades

Hoy, algunos funcionarios del gobierno argentino buscan “negociar” con los denominados mapuches, el fin de las usurpaciones en distintos pueblos y terrenos de la Patagonia. La semana pasada, las ministras de Seguridad, Sabina Frederic, y de Justicia, Marcela Losardo, viajaron a Río Negro para abrir una mesa de diálogo en pos de una salida pacífica a la usurpación de Villa Mascardi. Sin embargo, la comunidad Lafken Winkul Mapu no se presentó a la reunión porque las desconocen como autoridad.

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Frederic señaló respecto a la frustrada mesa de diálogo: “Tuvimos acercamientos, durante febrero y lo que va del año con representantes de la Coordinadora del Parlamento Mapuche, referentes del CODECI (Consejo de Desarrollo de Comunidades Indígenas)… hubo canales de interlocución. Inclusive, a fin de julio, se produjo una reunión en la que participaron funcionarios del Ministerio de Ambiente, de Justicia, de Seguridad, que se hizo en la comunidad, y ellos hicieron un petitorio. Pero en el medio, hubo nuevos hechos de violencias de los mapuches”.

Y completó Losardo: “Sabemos lo que ocurre en los distintos lugares, conocemos los derechos que tienen los aborígenes y, también, los derechos de propiedad de todas las personas, de los ciudadanos, y debemos ver cómo solucionar este problema de tan larga data”.

El huevo o la gallina

De una manera u otra, lo importante aquí no es saber quién fue primero, si el tehuelche, el ranquel, el mapuche o el criollo; sino lo preocupante e irracional que un pueblo originario intente crear su propia nación, con sus propias autoridades y su propia bandera, con autonomía dentro de nuestro territorio argentino. Lo que más duele, es que cuenten con apoyo de funcionarios del gobierno nacional.

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En Todo el norte argentino, ya sea en Tucumán, Salta, Jujuy, Formosa y Chaco hay pueblos originarios y ninguno de ellos se subleva contra las autoridades ni levanta una bandera de colores sin reconocer primero la celeste y blanca creada por Manuel Belgrano.

Castigos duros y efectivos

Es hora de poner las cosas en su lugar y trabajar fuerte en una ley nacional que castigue con pena de prisión o expulsión del país, a todo aquel ciudadano o extranjero, que queme, pisotee o no reconozca nuestra insignia patria, como así también, exigir que en todo acto, marcha, movilización o reclamo social, esté presente la bandera argentina.

El patriotismo es un sentimiento que se tiene por la tierra natal o adoptiva, con la que uno se siente identificado, ama y respeta. El orgullo de pertenecer a esta nación no se negocia.

 

 

Nota del autor: En el Código Penal Argentino existe el Art. 222 que dice textualmente: “Será reprimido con prisión de uno a cuatro años el que públicamente ultrajare la bandera, el escudo o el himno de la Nación o los emblemas de una provincia argentina”.

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