Massa
En el truco, no gana siempre el que tiene las mejores cartas. Es pura viveza criolla y oportunismo.

Por Fabián Seidán de Diario Cuarto Poder. El pasado fin de semana fue de terror para el Kirchnerismo. No sólo porque no se presenta a las elecciones Cristina Fernández, sino porque además, la fórmula que pretendían  ungir para las PASO, con Eduardo “Wado” de Pedro y Juan Manzur fue borrada de un plumazo -de la noche a la mañana-, para entronar al referente del aliado Partido Renovador (PR) Sergio Massa, actual ministro de Economía.

¿¡Pero qué pasó!?

El oficialista partido Frente de Todos debió sucumbir ante las presiones del “superministro” Massa. Sí, está claro y hay poco para reprocharle ya que fue él quien debió saltar a la arena cuando la inflación y la imparable subida del dólar amenazaban con el “helicóptero” a los popes del gobierno nacional. Y nadie se animaba a tomar la sartén por el mango.

Tanto Alberto Fernández como Cristina, se encontraban en desventaja, porque la política económica implementada  hasta allí, había llevado al país a una situación de crisis casi terminal, con creciente pobreza, alto nivel de desempleo, y salarios venidos a menos por la fuerte subas de los precios de los alimentos.

Alberto y Cristina dejaron de ser creíbles por un momento hasta para su núcleo de votantes, al punto de que muchos funcionarios kirchneristas salieron a reconocer que, si no fuera porque Massa asumió en Economía y cargó sobre sus espaldas el pésimo escenario, el gobierno no hubiese podido terminar su mandato en tiempo y forma. Fue la carta salvadora.

A trabajar por el país (y por él)

Massa no sólo salió al mundo a tocar las puertas de todos sus contactos y amigos empresarios, sino también a sentarse a negociar y renegociar préstamos y deudas, con el Fondo Monetario Internacional, el Club de París y con el gobierno Chino, entre otros.

Massa logró en pocos meses -sin bajar la inflación ni el valor del dólar-, calmar el mal ánimo de la gente. ¿Qué hizo? Pateó deudas y vencimientos hacia adelante, segmentó el precio de las tarifas de la luz y el gas, liberó exportaciones y subió el piso del Impuesto a Las Ganancias; medidas que permitieron al gobierno reacomodarse y ganar tiempo. Actuó como un verdadero bombero cuando la casa comenzaba a incendiarse desde la cocina.

Pero eso no iba a ser gratis. Después de todo, Massa es un hombre que no da puntadas sin hilo y que, desde 2011, tiene entre ceja y ceja el sillón de Rivadavia, su gran ambición política.

Si bien comenzó militando en el partido liberal de la UCeDé, más tarde cruzó la vereda para afiliase al Partido Justicialista desde donde comenzó a  escalar cargos hasta llegar a ser hoy el candidato único a presidente por el partido Unión por la Patria (ex Frente de Todos). En el medio hubo de todo: se peleó con el kirchnerismo, abandonó el Partido Justicialista, creó el Frente Renovador, fue elegido diputado nacional para el período 2013-2017, intentó hacer alianza con Mauricio Macri, habló de “barrer del Estado a todos los ñoquis de la Cámpora”, para volver a recalar en alianza con el Frente de Todos en 2019.​

Un “peronista” neoliberal

Sus adversarios dentro oficialismo gobernante, ponen en tela de juicio su lealtad hacia el “modelo K” y lo acusan de ser neoliberal y servil a la “derecha”. Massa nunca lo negó y por eso el kirchnerista de cepa está muy dolido y apesadumbrado. No entiende la jugada y por qué debería votarlo.

Juan Grabois,  enfrentado ideológica y doctrinariamente con Massa, lo describió como un “extorsionador”, por amenazar con renunciar al Ministerio de Economía si no le concedían su deseo de ser el candidato de la coalición peronista.

¿Y qué pretendían? Que mientras él se encontraba viajando, trabajando, parando embargos, pidiendo créditos y gestionando acuerdos; el Presidente que tocaba la guitarra y Cristina que se hacía lo rulos, serían ellos quienes decidirían al candidato presidencial del partido (¿?)

Y Cristina no lo vio venir

Como en una partida de truco, la vicepresidenta orejeaba sus cartas y vio feliz que tenía al macho y la hembra juntos, más un siete de espada; entonces envalentonada, intentó cantar  ¡envido y truco!, ungiendo a un candidato del “palo”, un camporista de la primera hora; alguien de confianza que ella mismo creo y que puso en el Ministerio del Interior para controlar a Alberto: Wado de Pedro. Junto a su delfín, iría un gobernador del interior de mucho peso federal: Juan Manzur; el tucumano que venía de lograr un triunfo aplastante en su provincia y que, dos años antes, había salvado las papas al Gobierno nacional cuando acudió al llamado del presidente para ocupar la Jefatura de Gabinete.

Manzur, no sólo sacó las papas del fuego, sino que -con su impronta- logró que la derrota en las urnas del Frente de Todos ante Cambiemos (elecciones Legislativas intermedias) no sea tan abultada. Es más, tras el escrutinio final, la candidata del partido, Victoria Tolosa Paz, lanzó la rimbombante frase: “Ellos ganaron perdiendo, y nosotros perdimos ganando”. Manzur le había permitido al alicaído gobierno de Alberto recuperar votos y volver a tener esperanza.

Las cartas en la mesa

Pero en el juego del “truco” todos saben que hay dos formas inapelables de ganar: 1) teniendo buenas cartas, o 2) mintiendo; tanto en la primera (el envido) como en la segunda (el truco).

No se trata de ser un experto con las cartas ni un gran “fullero” (descripción literal de Cristina sobre lo que es Sergio Massa); porque se puede tener al macho y a la hembra juntos, más un siete de espada, pero si te echan la “falta envido”, de nada sirve tanto poder de fuego.

En todo caso, conviene irse al mazo y barajar de nuevo. (Lo que finalmente hizo Cristina).

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