Letras de Fuego / Opinión / Por Roberto Espinosa. Compartimos el comentario leído a propósito de la “Antología de poetas del Noroeste Argentino”, del escritor santiagueño Alfonso Nassif, presentada en la Biblioteca 9 de Julio, de Santiago del Estero.

Desmesuradamente minúscula. Millones de veces más insignificante que un átomo. Esa pequeñez arropa el tiempo, el espacio, la materia, la energía. La Singularidad Inicial estalla. Se expande ardiente. Lujuriosa. Libera los rehenes anochecidos de su vientre. Su compañero, el Big Bang, es la metáfora que echa a volar el universo. Sin luz. Sin radiación. Los átomos están aún en la singular preñez. Hasta que arrimen la energía para encender la mesa de luz de la negritud, pasarán más de millones de años, muchos más, y la edad oscura del universo llegará a su fin.

“Famatina” ha sido la singularidad inicial de la poesía en el Noroeste Argentino. El vate Mateo Roxas o Rojas de Oquendo llegó a Santiago del Estero en 1586, hace 437 años. Según se cuenta en el estudio preliminar de esta Antología, su obra más importante se ha perdido. El poema “Famatina” relata la historia desde 1543 hasta la fundación de La Rioja en 1591, aproximadamente 50 años desde la llegada del capitán Diego de Rojas, lo que se llamó “la gran entrada” para abrir la ruta desde el Perú hasta el Río de la Plata. Según se cuenta, el poema “Famatina” quedó documentado en un acta en Córdoba, junto con el inventario de lo que llevaba el gobernador Ramírez de Velasco en su viaje a España. Este y varios de sus hombres mueren en un ataque sorpresivo de los indígenas antes de llegar a Santa Fe. El poema de Oquendo estaba escrito en 22 capítulos, y su nombre completo era: “Famatina o descripción, conquista y allanamiento de la provincia de Tucumán desde la entrada de Diego de Rojas hasta el Gobierno de Juan Ramírez de Velasco”.

“No se hace la Antología de una región para la región misma. Se trata entonces de poner al Noroeste dentro de la literatura nacional, con sus movimientos, sus teorías y sus obras, e intentar demostrar asimismo que no estaban ajenos a los movimientos universales… Toda poesía es un diálogo con el tiempo, con las cosas, con los hombres, con Dios o con uno mismo. Que las voces de los poetas lleguen con fuerza a oídos de los tiempos y que no se extingan sus palabras. La poesía, como la oración de los creyentes, tiene la fuerza de la invocación”, señala Alfonso Nassif, autor de la “Antología de poetas del Noroeste Argentino”, obra en dos tomos editada por la Universidad de Santiago del Estero, que incluye escritores de La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy y un sesudo estudio preliminar.

Nuestro vate santiagueño nos habla de Martín del Barco Centenera (1544-1605), cuyo libro no se reeditó inmediatamente y es probable que pocos hayan leído sus más de 10.000 versos. Nos cuenta que la obra vio la luz en Portugal en 1602 y tuvo poca difusión. El título completo del poema es “Argentina y conquista del Río de la Plata, con otros acontecimientos del Reino del Perú, Tucumán y Estado del Brasil”. Otro precursor de nuestro bautismo nacional es el historiador Ruy Díaz de Guzmán (1554-1629), autor del libro “La Argentina”, aunque a lo largo de todas sus páginas no menciona ninguna vez este nombre.

Lo interesante es que nuestro país parece ser el único en el mundo que fue bautizado por un poema, lo cual no sabemos si es bueno para la poesía o para el país. Hasta ahora, los argentinos no hemos sabido hacer un poema viviente de nuestra nación.

En sus palabras iniciales, tras referirse a los pioneros, Nassif salta del siglo 16 al siglo 19, para desmenuzar el alma poética de vates fundamentales en nuestra literatura, como Joaquín Castellanos y su poema “Temulento”: “Yo vengo del abismo y al abismo prolonga las borrascas de mi ser”, dice; su tocayo riojano Joaquín V. González: “Yo digo que la patria es esta tierra que me estalla en la sangre como un grito”, dice. El cordobés Leopoldo Lugones: “Que nuestra tierra quiera salvarnos del olvido, por estos cuatro siglos que en ella hemos servido”, dice y Ricardo Rojas, un santiagueño que fue a nacer en Tucumán. Al analizar los versos de Joaquín González y de Lugones, Nassif hace a partir de los textos una lúcida analogía con la histórica realidad política de nuestro país: “Sin duda se ama al país, todos lo amamos, pero siempre hacemos a un lado algo que no entra en nuestros sentimientos o nuestros gustos. Los del partido político “A” y los del partido “B” aman al país, pero se odian entre sí. ¿Cuántos gobiernos han gobernado para “A” sin importarles “B”, “C” o “D” y cuántos gobiernos han perseguido a los que no piensan igual o no, se arrodillan ante ellos? Esta lucha lleva doscientos años, el 25 de mayo de 1810, todos gritaron ¡LIBERTAD!; al otro día estaban divididos en morenistas y saavedristas. En las grandes guerras del mundo se ha firmado la paz o una tregua, nosotros no tenemos ni tregua”. Esta mirada denota una gran actualidad si observamos lo que viene aconteciendo en esta Argentina de la grieta, que como Sísifo lleva a la piedra a la cima y cuando llega esta cae. Cíclicamente la historia se repite.

Más adelante, agrega que los cuatro poetas representaron al país en su momento, tanto en el orden literario como en el político y social, y fueron, sin duda, el cimiento del siglo que se abría a su paso. Quiérase o no representan en literatura al Siglo de Oro Argentino que empieza con Echeverría y termina con Borges. También la obra del catamarqueño Luis Franco es motivo de análisis, en tanto vanguardista que fue.

Nassif se sumerge en el estudio de movimientos literarios que dejaron un mojón importante en nuestra literatura, como La Brasa, en Santiago del Estero; La Carpa, en Tucumán; Calíbar, en La Rioja, y Tarja, en Jujuy. No se trata de una mirada a vuelo de pájaro, limitada a citar nombres y fechas, sino que profundiza en el análisis de los manifiestos de cada grupo, así como en las relaciones con otros movimientos, como el surrealismo y el creacionismo, a través de sus mentores André Breton y Vicente Huidobro. Pero también hay un análisis de otras corrientes de vanguardia en las primeras tres décadas del siglo 20, como el dadaísmo.

Dice Nassif: “Nuestros poetas del noroeste están más cerca del creacionismo que del surrealismo, eso no quita que haya metáforas de ambas líneas. De todas maneras aclaramos que toda esta aventura es en el aspecto estilístico y lingüístico. Nada tiene que ver el psicoanálisis, la poesía nunca ha estado enferma, tampoco el automatismo como patrimonio surrealista. Ni el encuentro de realidades lejanas; ya lo había demostrado el Conde de Lautréamont. Las lecturas de una poesía son infinitas, se pueden interpretar filosóficamente, psicológicamente, sociológicamente y cuantas ciencias y posibilidades de comentarlas escritas, pero el nacimiento, responde a un hecho lingüístico, estilístico y humano desde un punto y un tiempo real o irreal del universo que se convierte en arte. No hay poesía filosófica o social ni revolucionaria pura, eso no es poesía. Para tratar un problema social, está la sociología, un problema político o religioso se pueden hacer tratados o estudios sobre el tema. Lo que confunde a los políticos o a los militantes de teorías o credos es que la poesía lo encierra todo, pero con su lenguaje. La poesía es revolución, religión, política y todo lo que el hombre necesita espiritual o materialmente. Puede, sin duda, tomar todos los temas, pero no es ciencia, ni filosofía, es poesía”. Sus observaciones y afirmaciones no son simples enunciados, están bien fundamentadas, es decir que demuestra el porqué de sus aseveraciones.

En la última parte de este ensayo de 181 páginas, se da cuenta de la Generación del 60 y la de Malvinas del 82, pasando por las antologías y los encuentros de poetas, sin olvidar la nefasta dictadura militar que cometió toda clase de violaciones a los derechos humanos. “Desde el infame gobierno de facto se intentó aniquilar a toda una generación utilizando estos horribles métodos. También debemos recordar los actos de censura y quema de libros como forma de querer cambiar el pensamiento de un país e imponer, por la fuerza, otro distinto”, sostiene el poeta.

La de Nassif no es una antología tradicional, limitada a una selección de poemas y a breves datos biográficos de sus autores. Tampoco es una selección de poetas amigos. Las seis provincias están representadas por las voces más destacadas de las distintas generaciones. Ello supone hacer una lectura sostenida de cientos de libros, desde el poeta más ignoto hasta el más renombrado, porque cada uno le ha hecho un aporte por más mínimo que sea a esta gran señora que es de todos y de nadie. Nassif ha realizado un estudio profundo sobre la poesía, no sólo en el ámbito de nuestra región, sino que ha buceado en las profundidades de su alma universal, dando cuenta de su erudición y de su gran capacidad de observación y reflexión.

Nos queda como misterio saber qué ocurrió en casi 300 años de ausencias de noticias poéticas. ¿Qué habrá sucedido en esta edad oscura del universo poético? ¿La Santa Inquisición habrá hecho una limpieza de estos herejes de los versos? ¿Habrá ordenado quemar todas las metáforas para que no quedaran rastros? ¿Habrá habido poetas indígenas o negros o mestizos en este territorio que no merecían la cal del conquistador? ¿Los poetas eran tan malos que borraron con el codo lo que habían escrito ellos y los otros? ¿La Singularidad Inicial se habrá enojado con el Big Bang de Mateo Rojas de Oquendo y decidió detener por tres siglos la parición de átomos, apagando el velador de la sinécdoque, la prosopopeya y el oxímoron?

“La poesía está hecha por todos”. Conclusiones difíciles de eludir. Como tampoco negar influencias y podemos afirmar que estas influyen. Esto es, confirmar que, muchos de nuestros poetas fueron maestros de su tiempo. Tal el caso de Ricardo Jaimes Freyre, en Tucumán, ha sido con sus alumnos y en su tiempo, un movimiento literario. La poesía no muere. Anuncia el advenimiento. Abre las puertas del devenir con vientos del pasado. Aquí en el Noroeste o en cualquier parte del universo. Cuando Dios dijo: “Hágase la luz”, se hizo la poesía”, escribe Alfonso Nassif en el prefacio de esta antología, que, por su magnitud, bien podría ser una de las hazañas de Hércules. Un trabajo de gran valor, de consulta obligada para quienes estudien, investiguen y se interesen sobre estos asuntos que tienen que ver con el arte y esencialmente con la identidad.

Tal vez, la poesía es ese latido que echa a volar el corazón.

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