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Por Fabián Seidán para Diario Cuarto Poder | La gente se queja y con razón. Cada vez menos malhechores van a la cárcel, cualquiera sea el delito cometido: venta de droga, robo, asalto a mano armada, escruche, estafa, etc. Hoy en día los jueces,  para hacer Justicia, no miran el hecho o el daño causado, sino qué llevó a cometerlo. Y así “fallan”.

¿No es tema de ellos?

“La seguridad no es tema de ellos (de los jueces). Ni siquiera como parte de un todo. Es de la política, de las fuerzas de seguridad, de los delincuentes, de la falta de prevención, etcétera”, sostiene el ex juez Mariano Bergés, al momento de describir por qué no funciona la Justicia. Y agrega que muchos utilizan argumentos inverosímiles y subterfugios para evitar investigar casos de cualquier envergadura.

La Justicia está “fallando”, pero no es un gerundio de hacer justicia, sino de errar el camino.

Cada vez son más los casos que quedan inconclusos y sin castico y hasta surgen pedidos de juicio político contra jueces y fiscales por no hacer bien sus tareas. Los casos de Enrique Pedicone o de Francisco Pisa, entre otros, por incumplir deberes de magistrados, son dos ejemplos válidos.

Y porque no hacen su trabajo como corresponde, la sensación de inseguridad está más latente que nunca en nuestras vidas, con el consiguiente temor de ser la “próxima víctima” y con el agravante de que todo quede en la nada: sin culpables, sin detenidos, sin castigos.

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Aggiornarse a los tiempos

La Justicia y los que deben impartirla muestran falta de sentido común. Lo fácil lo hacen difícil, y como dice Bergés: se refugian en argumentos inverosímiles a la hora de un veredicto. Ello, llevó a que los delincuentes detenidos, muchas veces resulten liberados rápidamente, al tratarse del “último eslabón” de una gran cadena delictiva, que tiene por cabeza a un “pez gordo”, muy por fuera  del alcance de la Justicia ordinaria.

Estos peces gordos, tienen tan bien aceitado su “negocio” que a la hora de delinquir saben muy bien cómo elegir a su tropa de maleantes: niños, adolescentes en situación de vulnerabilidad, mujeres embarazadas o con hijos menores; adictos, etc.; cosa que –si son atrapados- rápidamente recobren su libertad o, en el peor de los casos, cumplan prisión domiciliaria por un corto lapso.

Perfil del delincuente y otras yerbas…

Hoy la Justicia está más atenta a la vida del delincuente que al delito cometido.  Analizan qué los llevó a cometer el delito, su perfil psicológico, cómo está constituido su hogar, si era golpeado o abusado, si tuvo igualdad de oportunidades. Y luego “fallan”.

Eso lo saben bien los jefes narcos o de clanes delictivos, y por eso sus “negocios” prosperan, mientras cientos de familias son destruidas año a año por el delito.

El pasado fin de semana hubo un operativo policial en una vivienda del barrio 24 de Septiembre, sobre el pasaje Vera y Aragón donde vive una pareja de adultos. El allanamiento fue por un robo, pero terminó con el secuestro de 39 ladrillos de marihuana. Por el hecho, el hombre fue detenido, mientras que la mujer corrió mejor suerte debido a que tenía dos hijos menores a su cargo.

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No es casualidad: cada vez son más las mujeres que se dedican a la venta al menudeo de drogas. Los que le den la mercadería ilegal para que vendan o distribuyan saben que por la situación de vulnerabilidad que tienen, rápidamente recobrarán la libertad si son atrapadas. Como el caso ocurrido hace un par de semana en Alderetes donde una madre y sus tres hijas fueron atrapadas infraganti vendiendo bagullos de marihuana y alitas de mosca. Al finalizar el procedimiento,  el juez federal que intervino pidió que se investiguen los antecedentes de la madre, y en caso de no tenerlos, ordenó que quede en libertad. Igual suerte corrió una chica de 21 años se encontraba vendiendo drogas junto a sus tres hijos menores de edad. Sólo le secuestraron la mochila con 58 bagullos de marihuana, 158 envoltorios de cocaína conocidos como “alitas de mosca”.

Víctimas y victimarios, a la vez

Los y las soldaditos narco que reclutan las bandas criminales, para la justicia son tanto victimarios como víctimas. Pero siempre pesa más a la hora del castigo, los motivos que los llevaron por el mal camino.

“En general, los niños y adolescentes a los que se menciona como ‘soldaditos narco’ son judicializados y no son tratados como lo que son: víctimas de trata”, dice Mercedes Assorati, coordinadora de la ONG Esclavitud Cero.

El soldadito narco está en el nivel más bajo de una estructura narco. Hace tareas sencillas, monta guardia, avisa quién pasa por ahí, y eventualmente vende droga. Casi siempre es menor de edad y muchas veces es también un consumidor.

Según un estudio de Unicef, los “soldaditos, durante su infancia y adolescencia fueron vulnerados en sus derechos elementales: la mitad no fue a la escuela; 1 de cada 3 chicos llegó a vivir en la calle; un 14% pasó por un hogar porque sufrió maltrato en su casa; en promedio, empezaron a trabajar casi a los 14 años de edad; la mitad consumió cocaína y pastillas, y el 23%, pasta base; 1 de cada 4 tiene al menos un hijo a cargo.

Pobreza y vulnerabilidad

La pobreza empeora esta situación y cuando el Estado está ausente, ese lugar lo ocupan otras organizaciones, y muchos terminan siendo rehenes de algún narco.

Un juez explica: “Es un pibe que está en una situación de consumo en la que no tiene un margen de decisión sobre su propio cuerpo o su propia subjetividad. Está en el margen de hacerle un daño enseguida a un tercero”.

Ahora también “la perspectiva de género”

A toda esta mirada judicial ahora hay que sumar el tema del “género”. Por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia de Mendoza anuló la condena contra una mujer, madre de una menor abusada por su pareja, porque según ellos, no se aplicó el tema de la “perspectiva de género”.

Las pruebas reunidas durante el juicio demostraron la complicidad de la mujer en la violación de la niña de 11 años por su padrastro.  La menor era abusada con complicidad de su propia madre. Ambos adultos fueron condenados: él por el abuso y la mujer como partícipe necesaria. La niña, además, quedó embarazada y debió ser sometida a un aborto. Todas las pruebas reunidas demostraron que esta situación era cierta. Pero la justicia decidió mirar el tema del “género” y liberar a la madre.

La Justicia hizo primar los derechos de la mujer por sobre los derechos de la niña. El fiscal de la causa, Francisco Javier Pascua, defendió la situación vulnerable de la menor de edad, imputando a la madre. Pero, en una extraña concepción de la llamada “perspectiva de género”, cuando el juicio fue apelado por la defensa de la mujer y llegó a la Suprema Corte de Mendoza, los jueces Omar Palermo y Mario Adaro le dieron la espalda a la niña y anularon la condena de la madre, con el argumento de que el fiscal de la causa no actuó, respecto de la mujer, con perspectiva de género.

Caballito de batalla feminista

Marcela Dal Verme, integrante de Usina de Justicia, al conocer el fallo escribió: “¿Se le podría preguntar si esta perspectiva de género es un caballito de batalla del que se dispone antojadizamente cuando, en vez de una balanza, la Justicia porta un libro de ideología abolicionista en una mano y en la otra nada, impidiendo que la equidad actúe simbólicamente como esperamos los ciudadanos?”.

Aquí está en juego el Derecho de la víctima a obtener justicia y a que les sean reguardadas sus prerrogativas por haber sufrido un delito sexual, por ser menor de edad y por ser de género femenino; y el contenido perverso de la nueva sentencia.

El cada vez mayor “abolicionismo penal” está socavando los derechos de las víctimas. El país no necesita una justicia de género ni partidaria, sino una Justicia seria, responsable y sobre todo, que preste atención a la víctima. En todo caso, si quiere considerar también la situación del victimario, la solución no es abolir el castigo, sino brindar lugares de detención sano, limpio y seguro, donde pueda reeducarse o aprender un oficio, para que cuando le toque volver a la calle, no tenga que rescindir en el delito.

Sin Justicia no hay paz.

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