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El escritor Fabián Seidán exhibe la distinción otorgada por docentes de la zona de supervisión 16 primaria de Leales.

La jornada literaria con la participación del escritor Fabián Seidán y sus cuentos fantásticos, en la escuela Dr. Arsenio Granillo de Las Talas (Leales), comenzó a dar sus primeros frutos, ya que los alumnos de los establecimientos educativos que participaron de la misma, se abocaron a la tarea de escribir microrrelatos y lo hicieron con mucha elocuencia y creatividad.

Seidán, autor del libro: “Tucumán Fantástico y Las Rutas del Misterio”, que aglutina 19 leyendas urbanas y rurales de los distintos municipios y comunas de la provincia, brindó una charla a los estudiantes de 4°, 5° y 6° grados, de las escuelas Granillo de Las Talas; 174 de Finca Tina; y de la primaria Francisco de Aguirre, de García Fernández; quienes se sorprendieron e interesaron por las leyendas, los mitos y demás seres fantásticos que cobran vida en cada relato del libro publicado en 2016.

Justamente, Fabián Seidán, para incentivar la creatividad literaria y sobre todo dentro del género de los cuentos fantásticos; donó un ejemplar a la directora de la escuela 174, Analía Angeli, para que lo entregue como premio al mejor microrrelato de fantasía o ciencia ficción, entre las tres escuelas participantes, que abarcan la zona de supervisión número 16 primaria de Leales.

En ese contexto, Angeli y la Supervisora Zonal profesora Patricia Castillo, hicieron entrega a Seidán de una distinción y reconocimiento “Por su aporte a la Cultura y Educación”; y le acercaron a la vez dos cuentos, escrito por alumnos que, por características, creatividad y potencial, fueron seleccionados como finalistas.

A continuación, los cuentos de los alumnos que demostraron gran habilidad para relatar, mucha inventiva y finales con remates sorprendentes.

 

Los Extraterrestres

(de Simón Osores, 6° Grado, escuela Número 174 Finca Tina)

extraterrestres

 

Yo miraba desde mi telescopio y lo que veía eran ¡Extraterrestres! Venían en una nave para la tierra; pensaba que estaba alucinando cosas, así que me fui a dormir.

Llego la hora de la cena, cuando bajé las escaleras, salí para afuera y… ¡Los Extraterrestres Estaban ahí!

No sabía qué hacer, pero recodé que yo inventé una pistola contra alienígenas. Rápidamente la fui a buscar y desde arriba de mi casa les disparé. Maté al primero, pero los otros se escaparon. Y cuando se estaban yendo me dijeron: “Vendremos a cobrar venganza”.

Yo quedé traumado, y ahora estoy inventando una nueva pistola con más potencia.

Por cierto; mi nombre es Pablo y tengo cuatro amigos que, todos los fines de semanas, vienen a mi casa a contar historias de ciencia ficción, mientras merendamos.

Mi dulce preferido es el damasco y yo llevo sándwiches para compartir con mis amigos y también una Mirinda. A mí me gusta narrar al estilo humorístico, pero más me gustan las historias al límite de la fantasía…

Los extraterrestres habían vuelto y esta vez con más refuerzos, pero yo ya tenía la pistola con más potencia.

Ellos eran como cien y yo estaba solo; pero llegó mi amigo, que también tenía una pistola, y aunque con menos potencia, me ayudó.

(Les) disparamos uno por uno, pero llegaban por todos lados y se acercaban más y más; mi amigo y yo no teníamos otra opción: llamamos a su madre para que nos buscara y nos fuimos a mi casa, donde estaban mis padres.

Así, poco a poco, vimos cómo el mundo llegaba a su fin.

FIN

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El día que no volví a los cañaverales

(de Solana Soraire, escuela Francisco de Aguirre)

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El duende. Dibujo creado a partir de imágenes tomadas de Internet.

Era una fría noche de invierno. Escuché desde mi ventana llegar las máquinas cosechadoras, tractores y demás. Era el ruido que nos avisaba que comenzaba la zafra en el cañaveral del fondo de mi casa.

Me dormí contenta porque significaba una cosa: podría jugar con mis hermanos y mis primos en la maloja que dejaban al cortar las cañas.

Era un momento tan esperado por nosotros, porque los momentos más felices los pasábamos jugando allí. A veces, quedábamos todos lastimados, por los rayones, pero no nos importaba.

Al otro día, al volver de la escuela, los surcos brillaban en el sol y sólo esperaba la siesta para ir a jugar, mientras mi mamá lavaba la ropa.

Pero esa tarde, paso algo que nos marcó para siempre.

Mientras armábamos las fortalezas con la maloja, Julio y yo vimos un hombrecito pequeño, con su sombrero puntiagudo, sus piernitas chuecas y su cara aterradora. Se nos acercó, no pudimos movernos del miedo, aunque queríamos correr. Cuando estuvo a la par de nosotros, dijo con una voz muy gruesa que ese era su territorio, que nos vayamos.

Sólo recuerdo que Julio intento negarse y el duende se enojó, empezó a revolear sus brazos y pies y ahí me pego en la cabeza; y me quede inconsciente hasta la tarde-noche que (fue cuando) nuestros tíos fueron a buscarnos.

Pero sólo me encontraron a mí. No había rastro de Julio.

Lo buscaron días y meses, hasta que se dieron por vencidos. Yo jamás volví a jugar en los cañaverales, ni hablé sobre lo que paso esa siesta con Julio y el enanito, hasta ahora….

 

FIN

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