El hecho pasó casi desapercibido y eso ya es un dato que merece cierto análisis. Ocurrió el martes pasado. Unas quinientas personalidades de primera línea -actores, intelectuales, escritores, sindicalistas, periodistas, dirigentes de derechos humanos, legisladores- advirtieron en una solicitada que la democracia está a punto de desaparecer en la Argentina. Por la cantidad de los firmantes, por su entidad y por la gravedad del hecho que denunciaban, en otros tiempos, esa solicitada hubiera producido, al menos, un intenso debate. Pero no es lo que sucedió.

El texto decía así: “Desde que Macri es Presidente, cambiaron muchas cosas. Una de ellas es clara: hay menos libertades, menos garantías, menos derechos. El Gobierno promueve un clima de miedo para buscar que no manifestemos, no reclamemos por nuestros derechos, no opinemos distinto. Hoy un joven puede ser detenido por un simple tweet, un beso entre dos chicas puede ser motivo de sanción, y reclamar en la calle puede terminar con heridos y presos. Están en peligro las libertades que nuestra constitución nacional garantiza. El Poder Judicial, que debería ser un límite frente a estos abusos, cumple un rol escandaloso llevando a cabo un proceso de persecución inédito desde la recuperación democrática en nuestro país. Eso no es Justicia. Eso no es democracia. Si no actuamos con urgencia el Estado de Derecho va a reducirse a su mínima expresión. A los argentinos, recuperar la democracia nos ha costado mucho. No podemos escuchar nuevamente frases como ‘algo habrán hecho’, ‘no te metás’, ‘por algo será’. Queremos libertad, queremos democracia, queremos estado de derecho”.

Probablemente, los firmantes argumentarán que el hecho no tuvo repercusión porque los medios hegemónicos los ignoran, y que ese silencio confirma lo que ellos denuncian. Pero, tal vez, una interpretación alternativa ayude a percibir una de los problemas que efectivamente tiene la democracia argentina: el desequilibrio que heredó luego de las sucesivas derrotas kirchneristas, ya que el progresismo argentino -o, al menos, su versión “cliché”- quedó desorientado, con reacciones estereotipadas y una percepción discutible de lo que ocurre a su alrededor. Así las cosas, sus valores quedan desacreditados y el debate se corre naturalmente hacia el centro o la centroderecha.

Basta analizar la solicitada superficialmente para percibir estos problemas. La detención de un tuitero por unas horas, la supuesta sanción en el subte al beso de una pareja lesbiana -un hecho que no está claro si fue así-, y la detención de algunas personas en una de las decenas de manifestaciones que se realizan cotidianamente en el país son casos que merecen, como ocurrió, un fuerte debate público. Pero saltar de allí al peligro de supervivencia del sistema parece un poco exagerado.

Los problemas se entienden mejor cuando se analiza la primera frase del texto. “Desde que Macri es Presidente, cambiaron muchas cosas. Una de ellas es clara: hay menos libertades, menos garantías, menos derechos”. ¿Esto es realmente así o se trata de una cuestión de fe que se desvanece apenas entra en contacto con el aire?

En los años en que gobernó Cristina Kirchner hubo múltiples episodios en los que se violaron los derechos humanos. El asesinato de Mariano Ferreyra, la represión en el parque Indoamericano, que causó dos muertes, la represión de las policías provinciales a los saqueos de diciembre de 2013 -ese día en el que Cristina bailaba sobre el escenario- que provocó un numero no menor a veinte muertes.

Luis Condorí, un trabajador de Humahuaca, fue asesinado por un lugarteniente de Milagro Sala cuando resistía, junto a sus vecinos, una toma violenta e irregular de tierras públicas. Los líderes de las barras bravas -la mayoría de ellos con prontuarios por graves crímenes- eran respaldados abiertamente por el Gobierno. Un acusado de haber participado de la represión ilegal era jefe del Ejército. La corrupción y desidia del Estado producía decenas de muertos en un tren donde cada día viajaban decenas de miles de trabajadores.

Estos dos años han sido muy prolíficos en protestas sociales, manifestaciones y reclamos. Sin embargo, es muy difícil encontrar hechos de la magnitud de los enumerados, con la salvedad de la resolución del caso Santiago Maldonado. Pero aun ese caso genera dudas en los firmantes: por eso no fue mencionado en la solicitada, cuando es obvio que, un mes atrás, la hubiera encabezado.

Afortunadamente, la libertad no estaba en peligro cuando gobernaba Cristina Kirchner, y tampoco lo está ahora. Y es muy discutible sostener que el clima de libertades civiles de hoy es peor que el de entonces. Hay problemas para la libertad de expresión, pero los más serios surgen de la irresponsabilidad de los dueños de los medios kirchneristas, que fueron beneficiados con montañas de dinero en publicidad oficial. Y los métodos de detención de los altos funcionarios K denunciados por serios hechos de corrupción merecen un debate -que está impulsando gran parte del periodismo argentino- pero ese debate se desnaturaliza si se lo presenta como una señal de que la Argentina está al borde de la dictadura.

En el fondo de la cuestión, en esa solicitada se pueden percibir las razones por las que el así llamado “progresismo”, o al menos su potente versión “cliché”, ha ido perdiendo influencia. Hay, en ese texto un corazón partido: una mitad reacciona de manera exagerada y la otra se congela. La detención de un tuitero -o la de Amado Boudou- refleja en la Argentina que se acaba la democracia. Pero un baño de sangre seguido por la disolución del Parlamento en Venezuela no merece siquiera un comentario. Ese mecanismo, repetido hasta el hartazgo desde hace años, provoca en los demás cierto cansancio y cada vez mayor indiferencia.

Es sencillo echarle la culpa a Macri de todo esto. O a Clarín. Pero lo cierto es que si se observan estas respuestas estereotipadas , tal vez haya que invertir el orden de la causa y el efecto. No es que ellos estén así por algo que les hace Macri o les hace Clarín, sino que Macri está donde está por los favores que le hacen los referentes del sector.

El tiempo dirá si los valores progresistas -entre ellos, el respeto a los derechos humanos, la ampliación de derechos de las minorías, la igualdad social, la defensa del estado de bienestar- sobreviven al daño que les ha producido su caricatura. En todo caso, dependerá de la convicción y creatividad de quienes creen verdaderamente en ellos, más allá de los encasillamientos partidarios que deforman todo.

Mientras tanto, es apropiado reproducir un texto, firmado por alguien a quien no se le puede reprochar ser macrista: “Macri no es la dictadura y no sólo porque haya sido electo según los mecanismos constitucionales y las autoridades se renueven cada dos años en comicios sin proscripciones. También porque funciona el sistema de contrapesos y controles entre poderes. Su coalición está en minoría en ambas cámaras del Congreso y sólo gobierna cinco de las 24 jurisdicciones subnacionales. Tres de los cinco miembros de la Corte Suprema de Justicia ya estaban en funciones cuando asumió, igual que la Procuradora General de la Nación, y los sistemas supranacionales de protección de los Derechos Humanos están atentos a lo que ocurre en la Argentina. El jefe de Gabinete de ministros exhibe un cumplimiento superior al de todos sus predecesores de su deber constitucional de concurrir todos los meses al Congreso para informar de la marcha del gobierno y producir los informes y explicaciones que cualquiera de las Cámaras solicite al Poder Ejecutivo. Las Universidades Nacionales se gobiernan por un sistema tripartito en el cual los tres claustros eligen por el voto a sus representantes. Las ONG ejercen su función de propuesta y control de políticas públicas. Es posible escribir artículos críticos como este sin que el medio que los publica sea clausurado. El derecho de asociación está garantizado, y las centrales y sindicatos de trabajadores son reconocidxs por el Estado. Además la vida cotidiana no está bajo el ojo censor de obispos y cardenales; la policía no decide sobre el largo de las faldas de las mujeres o el pelo de los varones (…) Y cuando algún desubicado con o sin uniforme pretende impedir que una chica amamante en la plaza o dos se besen en un bar, la reacción social les hace saber con tetazos o besadas masivxs que no hay espacio en la sociedad argentina para esas actitudes trogloditas (…).Fue escrito por Horacio Verbitsky y publicado en Página 12 el 24 de septiembre pasado.

Por Ernesto Tenembaum (Infobae)

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