“Messi es la solución; el problema es el equipo”. Jorge Valdano hizo una radiografía de Argentina después del empate en el debut mundialista ante Islandia: el contexto en el cual jugó Leo no fue el ideal y, por ende, había que cambiarlo. Y así también lo entendió Jorge Sampaoli, quien desde el día después al encuentro contra los vikingos comenzó a evaluar variantes.

Primero, en el número: El 4-2-3-1 no va más (al menos, ante Croacia). El casildense optará por un 3-5-2, aquel sistema táctico que Bilardo patentó en México 86. En este caso, será clave la movilidad de los mediocampistas. La intención del entrenador es que se genere “desorden y desobediencia” cuando Argentina tenga la pelota, generando diversas ofertas de pases para que Messi pueda explotarlas. Arriba, como único delantero fijo, estará Agüero, otro jugador con tendencias a retroceder para entrar en los circuitos de juego y atacar el vacío.

Segundo, en los nombres. Sampaoli no quiere que el capitán retroceda muchos metros para buscar la pelota. Entiende -como todos- que cuanto más cerca del área se encuentre, hay más chances de un final feliz. Por este motivo nutrió el mediocampo con cinco jugadores de despliegue: Salvio y Acuña en los carriles, más Meza y Enzo Pérez para la creación. Unos pasos más atrás, Mascherano haciendo las veces de rueda de auxilio para la recuperación. ¿Qué le hubiese aportado Pavón? Mayor electricidad y desequilibrio en el mano a mano, una cualidad que, a simple vista, este XI no parece tener aunque con Meza gana otras cualidades.

En sí, la idea ante Croacia puede basarse en tres puntos: asfixiar al rival en el mediocampo -sobre todo, no darle libertades a Modric y Rakitic para que den el primer pase-; generar movilidad en campo rival sin dar referencias para ofrecerle variantes de pases a Messi; y cruzar los dedos para que el 10 esté en una de sus tardes. Ni más, ni menos.

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