Escritores contra la pandemia | En el ciclo literario presentamos tres nuevos capítulos de esta atrapante historia policial tucumana, escrita por el conocido periodista Fabián Seidán, en base a relatos orales de personas que vivieron en carne propia los hechos aquí narrados y que pudieron contarlos.

Parte VII

-Si nosotros nos quedábamos ahí, nos iban a matar también – dijo Suárez. Y ahí nomás les contó todo lo que había visto y vivido momentos antes en el monte, aclarando varias veces que cuando él llegó al lugar, el Prode aún estaba vivo.

Suárez les aseguró a sus compañeros que en el diario no iba a decir nada de eso, porque podía perjudicar su trabajo y su relación con la policía. (Es que muchas veces su labor estaba ligada a cubrir casos policiales, entonces dependía del permiso de los policías y la buena voluntad de estos para hacer las fotos o que le permitieran pasar a tal lugar. Además, él entendía – en su interior- que personas como el Prode Correa no merecían vivir, por lo que su homicidio no le causó ningún tipo de pena).

Había quedado claro entonces en auto del diario que ninguno iba a contar nada de lo que habían oído de la boca del Gringo. Sólo la versión oficial dada a conocer por la Policía.

Ya en el laboratorio fotográfico de La Gaceta, ubicada en el primer piso del diario, el Gringo se encargó de revelar los rollos. No tenía apuros en entregar su trabajo. Abrigaba la esperanza de que llegara alguien de la policía a redimirse con el diario, a tratar de “arreglar” la situación del muerto; a pedir que no publiquen las fotos…

Pero nadie de la policía se hizo presente. Entonces todo siguió su curso.

Inquieto en el cuarto oscuro, mientras observaba una y otra vez las fotos, al Gringo le llamó poderosamente la atención una imagen en particular: en ella se veía nítidamente al Prode Correa, tirado en el monte, supuestamente “muerto”, pero sin ningún tipo de herida sangrante.

(Si bien eso perturbó a Suárez, días después todo se pondría peor, pues se enteraría que la autopsia dio cuenta de que el Prode había muerto a raíz de 13 disparos de arma de fuego).

Seguía en el cuarto de revelados cuando se acercó Tato Medina, el jefe de la sección Policiales del diario y le pidió las fotos para ilustrar la página:

-“Vamos Gringo, ya cerré la nota, veamos las fotos que me trajiste”. El redactor miró y miró las tomas, hasta que separó dos que le gustaron: una para ilustrar la tapa y la otra para la noticia. Como principal, había elegido la del Prode Correa tirado en el monte.

La cuestión es que el diario publicó la noticia con un título que decía algo así: “Fue detenido y a los cinco minutos muerto al intentar escapar”.

La noticia conmovió a toda la opinión pública, pues al ver la foto se podía advertir que la muerte del Prode había sido prácticamente una ejecución. Pues en la foto se lo veía también esposado.

Parte VIII

Al día siguiente, en horas de la mañana, el director del diario La Tarde, Harry García Hamilton, convocó al Gringo Suárez a su despacho. Lo quería ver personalmente antes del mediodía.

Al llegar, lo primero que le pidió es que se sentara y le contara todo lo que vio y escuchó durante el operativo policial en el sur tucumano.

El Gringo le tenía mucho aprecio, respeto y confianza al director, a quien reconocía como un verdadero hombre de prensa y hasta lo consideraba un amigo, por lo tanto se soltó y le contó todo. No se guardó absolutamente nada; al punto de que le dio también su opinión:
-Para mí, lo fusilaron-. Y le dijo que tenía más fotos si necesitaba. Harry le pidió que eligiera él mismo, la mejor foto para publicar esa tarde. Esta vez el Gringo optó por una en la que los policías estaban tapándose la cara con la mano y con el Prode aún con vida sentado en el auto. Esa foto se publicó el día domingo con más datos del hecho.

Suárez, estaba más que contento y orgulloso con el trabajo que había realizado. Por esos días, todo el mundo en Tucumán hablaba de sus fotos y la valentía para publicarlas. Si bien el Gringo nunca buscó fama con esto, sin querer la fama lo había encontrado.

Parte IX

Pasó el tiempo -una semana para ser más preciso- y lo convocaron a cubrir un nuevo caso policial: Desconocidos habían colocado una bomba en el auto de un doctor en Medicina.

Suárez se dirigió a la intersección de las calles Monteagudo y Santiago del Estero. Cuando llegó, se dio con el doctor Bellomío, el jefe de los médicos legistas de la policía. El hombre estaba parado a un costado de la calle rodeado de uniformados.

Suárez se acercó y le preguntó qué había ocurrido, a lo que el médico le respondió con gran asombrado que habían intentado atentar contra su vida.

Le habían colocado en el asiento trasero de su auto particular tres panes de explosivo con un timbre adosado a una masilla y envuelta en papel celofán. La Brigada de Explosivo cuando llegó le dijo que se trataba de “gelamón”, suficiente como para volar media manzana.

Bellomío le contó a Suárez que había terminado de trabajar y que se dirigía a su casa en su Ford Falcón cuando al llegar a la calle Santiago frenó para dar paso a otro coche y ahí fue cuando escuchó el ruido del tic-tac de un reloj. Se dio vuelta y vio el extraño paquete en el asiento.

Asustado, se bajó del auto y llamó a la Brigada Anti-explosivos, quienes al llegar desmontaron rápidamente la bomba.

Nadie sabía el motivo por el que habían intentado matar al doctor. Sin embargo, existía una hipótesis: Bellomío fue el encargado de realizar la autopsia al cuerpo del Prode Correa y en su informe ratificaba que el delincuente sucumbió tras recibir 13 tiros de la policía.

Continuará…

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