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La sabiduría popular de las fábulas se aplica al mundo de los humanos, sin espacio ni tiempo. El ámbito de la política comarcana no le escapa a la fábula del escorpión y la rana.

Decían las abuelas: “cuando sientas ganas de vengarte de alguien, no lo hagas. Recuerda que los escorpiones se matan con su propio veneno. Así que mejor siéntate a ver cómo esa persona se destruye a sí misma con sus propias acciones”.
Esta característica de los escorpiones, se podría complementar con la fábula “El escorpión y la rana”, atribuida al célebre Esopo (ver aparte), en la que el arácnido clava su mortal aguijón en la espalda del batracio que lo ayuda a cruzar el río.
La política comarcana está llena de “escorpiones”, que le aplican su veneno a quienes los llevaron al poder. El ex gobernador y actual senador, José Alperovich, le inoculó su mortal fluido a la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, a quien antes se había cansado de adular pero, en el medio del río de la transición política y los procesos judiciales, declaró que nunca fue “kirchnerista”. Ahora que se va al fondo junto con su conductora natural, quiere llevarse consigo al gobernador Juan Manzur, con la escandalosa designación como asesor del Gobierno provincial. Su sucesor tendrá que ser hábil para eludir semejante aguijón. Si ello no ocurre, tendrá que despedirse de la reelección y mandarse a los cuarteles de invierno. Aunque, al parecer, esa no sería la intención del mandatario, quien se sumaría como uno de los protagonistas al proceso de fuerte recambio en el justicialismo nacional.
Otro tanto le cabe a José “Belgranito” Cano, quien se ha transformado en el adalid de la anticorrupción pero también de la desmemoria. ¿Por qué? Simplemente porque criticó con dureza los gastos sociales de la Legislatura, mientras que cuando él integró el cuerpo legislativo los cobró sin decir una sola palabra en contra. ¿Estará por picar la espalda de alguna ranita? Quizás sea el lomo de todos aquellos que confiaron en él y lo eligieron para enfrentar a Alperovich y luego a su delfín y actual gobernador.
Cano no sólo parece hundirse en el río por su propio veneno, sino que no atina a generar hechos concretos desde el Plan Belgrano, en el que hizo promesas hasta el momento. Ya en Salta lo trataron de “vende humo”, tras anunciar obras de envergadura que, por el momento, parecen más lejanas que nunca.

Amnesia parcial
En la misma bolsa cae la siempre sonriente senadora nacional Silvia Elías de Pérez, quien tampoco dio señales de crítica alguna a los gastos sociales cuando integraba la Legislatura provincial. ¿Acaso la necesidad de posicionamiento político también le generó una amnesia parcial? Quizás el mal que afecta a su mentor, José Cano, sea contagioso.
La senadora debe pensar en cuál será la ranita que la depositará en la intendencia de San Miguel de Tucumán, rezando que a Germán Alfaro no se le ocurra repetir en su responsabilidad de conducir los destinos de la Capital. O quizás mejor, quién será el laborioso batracio que podría llevarla a integrar la fórmula, que es una foto en la que sólo salen dos personas. Total, las ranitas con buenas intenciones sobran, para tratar de cruzar los ríos tumultuosos de la política comarcana.

Aguijones ex PRO
También por el lado del PRO, están aquellos que alguna vez fueron expulsados y no tienen cabida en la transformación que se propuso desde la campaña electoral. El legislador Luis Brodersen se debate, como un paria, en el recinto legislativo, tratando rescatarse del fondo del río, pero no hay ranitas a mano para salir a flote.
Las preocupaciones políticas se suman a las investigaciones que el Gobierno nacional está realizando sobre los intereses usurarios y las prácticas desleales que cobran algunas tarjetas de crédito en el interior del país. En ese escenario, como accionista de uno de los plásticos que opera en el sur provincial, podría quedar afectado por los préstamos que no tienen nada de Premium, por los altos intereses que le aplican a la gente. Eso nada tiene que ver con las PROpuestas republicanas del partido del presidente de la Nación, Mauricio Macri.
Al parecer, los políticos están más cercanos al escorpión que a la rana. Los aguijones se clavan, sin piedad, en la espalda de la ranita de turno. Los propios “camporistas” de la primera hora, se cuidan de no exponerse demasiado en la defensa de su conductora, por la que hasta hace no mucho tiempo daban la vida. Parece reeditarse aquella expresión de “la vida por Perón”, en la que en realidad nadie se jugaba por el líder que ya había sido derrocado por la mal llamada “revolución libertadora”.

El escorpión y la rana
Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo:
—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda…
—¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.
—No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma:
—Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo.
Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo:
—Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.
El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.
Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:
—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
Y entonces, el escorpión la miró y le respondió:
—Lo siento ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.
Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.
(Fábula de origen desconocido generalmente atribuida a Esopo).

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