Laurence Debray, escritora franco venezolana y portadora de un apellido “revolucionario” -su padre, Régis, fue camarada del Che-, vino a la Argentina a presentar su nuevo libro. Hoy considera “imperdonable” el apoyo a distancia al chavismo: “Ese romanticismo no lo aguanto más”. dice. En Argentina hay muchos que apoyan a Maduro pero no se “bancan” ir a vivir a Venezuela.

Laurence Debray (42) no tuvo una infancia normal. Hija del filósofo francés Régis Debray y de la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, asegura que la postergación que sufrió por la militancia de sus padres la inoculó contra la revolución. En sus palabras, la volvió “impermeable a la mística de la lucha y de las mañanas gloriosas”.

En Hija de revolucionarios (Anagrama, 2018), reconstruye la historia de sus padres, su compromiso, su militancia, sus batallas. Para tratar de entender. “Su destino me ha conmovido, su voluntad me ha dejado pasmada y su compromiso extremista me ha hecho penar por su sufrimiento y su desfallecimiento. Pero no he logrado asirlos”, escribe.

Laurence nació en 1976, cuando su padre, Régis Debray, ya era un ícono revolucionario: con apenas 27 años, tras conocer a un triunfante Fidel Castro en Cuba, había teorizado aquella experiencia con la idea de exportarla, en un famoso libro, Revolución en la revolución, y luego intentó formar parte de ella internándose en la selva boliviana con el Che en 1967. La experiencia le valió casi cuatro años de prisión en Bolivia. Cuando salió de allí ya había entrado en la historia.

Pero todo esto no le interesaba a la pequeña Laurence; ella “sólo quería contar con un padre, una madre y una situación clara”. Ser como los demás. Hoy se pregunta: “¿Cómo criar un niño cuando se rechaza el contrato familiar…?”

Laurence ama y admira a sus padres, eso se transparenta en varios pasajes del libro, pero también los juzga severamente, con la implacabilidad con que sólo pueden hacerlo los hijos. La cercanía, la cotidianeidad, opacan el mito. “Es verdad -dice Laurence, ante la consulta de Infobae sobre si los hijos son los jueces más duros de los padres-. Tengo la parte íntima del cuento, que a lo mejor el enemigo político no tiene. Tengo al padre, al personaje público, y luego al personaje íntimo y las incoherencias entre la vida pública y la vida privada”.

Laurence vivió la mayor parte de su infancia y adolescencia entre Francia y España. Pero también pasó largas temporadas en la patria de su madre, Venezuela, país al que aprendió a amar desde temprano.

Por eso es implacable con esa “izquierda caviar” (gauche caviar), como la llaman los franceses, que admira las “revoluciones” latinoamericanas desde prudente distancia y refugiada en la comodidad de economías capitalistas desarrolladas de las que sólo reniegan de palabra. Y también con esa parte de la izquierda tradicional que sigue leyendo la realidad de este continente con anteojeras ideológicas. Por caso, recientemente se cruzó en televisión con el ex candidato a presidente Jean-Luc Mélenchon (antes del Partido Socialista, hoy referente de la corriente de izquierda La France insoumise), en un debate en el que lo interpeló por su respaldo a Nicolás Maduro.

“¿Cómo es posible que mis padres aprobaran un proyecto político como aquel [Cuba], fundado sobre la represión, la exclusión y el poder absoluto?”, se pregunta Laurence Debray en el libro. Y si en aquel entonces ellos podían alegar juventud, desconocimiento, la reincidencia no tiene justificación. Por eso ella vivió muy mal el respaldo de su padre a Hugo Chávez y su “dictadura narcopopulista”, como la define, implacable.

Laurence Debray explica qué la llevó a escribir esta indagación en la vida de sus padres, habla de su admiración por el rey español Juan Carlos y su rol en la transición española (“Mi padre y yo defendíamos cada cual a nuestro tipo de monarquía”, ironiza, aludiendo al estilo monárquico de Francois Mitterrand, de quien Régis Debray fue asesor), y hace una dura requisitoria contra los que apoyan causas imaginarias sin ver que en la realidad se vuelven cómplices de crímenes contra la humanidad.

Laurence admite la dificultad para entender realmente a sus padres, para dialogar verdaderamente con ellos, incluso después del libro, que ambos leyeron. “Eran mis padres, mi entorno más íntimo, pero aún así el más indiscernible”, admite en el libro.

fuente. infobae

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