Su mujer lo denunció en varias oportunidades, logró que le sacaran el arma reglamentaria y que lo trasladaran a Tucumán.


En 2012, Karina Gonella se puso en pareja con Pablo Sepúlveda, comandante principal de Gendarmería Nacional, y sólo dos meses después él empezó a mostrarle quién era: según cuenta a Clarín, le pegaba en lugares en donde las marcas no se vieran, la vigilaba con cámaras que instaló por toda la casa, y llegó a prohibirle comer durante tres días, a tal punto que debieron internarla. Karina lo denunció en varias oportunidades, logró que le sacaran el arma reglamentaria y lo trasladaran a Tucumán. Pero Sepúlveda volvió porque Gendarmería lo ascendió. Ahora, cuenta ella, el picaporte de su casa apareció roto y hay alguien desconocido que hace guardia, día tras día, en la puerta. “Tiene muchos contactos, va a mandar a otro a que me mate para no arruinarse la carrera”, dice ella.
En 2013, “cuando me tiró por las escaleras de la casa del country de Pilar en el que vivíamos, quise denunciarlo. Pero vino la Policía, él chapeó y se retiraron como si nada”. Recién en marzo del año pasado se animó a pedir ayuda. Se acercó al Consejo Nacional de las Mujeres, la asistieron y luego, nada. Llevó una carta a Balcarce 50, logró que la llamaran de Presidencia y al día siguiente, fue peor: “Abrí la heladera y me agarró del cuello, buscó un desodorante y un encendedor y me dijo: ‘Si tocás la comida, te quemo’. Después me quiso estrangular, los peritos corroboraron las marcas”.
Gonella hizo la denuncia en la Comisaria 40 por violencia de género (es la apertura de una causa penal en el Juzgado de Instrucción N°6). “También llamé al 137 e hicieron un informe que presentaron en el Ministerio de Seguridad (de ellos depende Gendarmería). Después, cuando fui a la Oficina de Violencia Doméstica me lo encontré: él me estaba denunciando por loca”. Karina fue más lejos: lo volvió a denunciar en el ministerio, los llamaron a una audiencia y “él me ofreció dinero para que retirara la denuncia. Me fui del juzgado sin una sola medida de protección y me quedé en la calle con lo puesto”. Hace un año supo que le habían retirado el arma reglamentaria y que lo habían trasladado a Tucumán.
“Ahora alguien me está vigilando en la puerta de casa, el picaporte está roto. Le escribo un mail a la ministra (Patricia) Bullrich y ahí me entero que está de nuevo en Buenos Aires, trabajando en el edificio Centinela como si nada. Tiene amigos en la cúpula de Gendarmería que lo cubren”. Desde el Ministerio de Seguridad informaron a Clarín que “Gendarmería lo trajo de regreso porque le dio un ascenso” y que ellos pidieron que lo vuelvan a trasladar a Tucumán.

Fuente: Clarín

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