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Por Marcelo Pérez -Diario Cuarto Poder / No le importa la gente ni tiene empatía por nada; se puede juntar con Roberto Sánchez a la mañana y a la tarde intentar aliarse con Ricardo Bussi. Se puede postular para diputado, hacer que lo voten y después no asumir; criticar el pésimo servicio de colectivos pero pelear para seguir manejándolo. Si no le importa quitarle la bici a un simple repartido que estacionó 5 minutos para hacer una entrega, menos le puede interesar los baches.

El sueño de gobernar roto

Para gobernar un país, una provincia o un municipio, hay que tener como mínimo requisito empatía hacia los demás y, en segundo lugar, saber administrar. Justamente 2 capacidades de las cuales carece el actual intendente de la capital tucumana, Germán Alfaro.

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El municipio de Germán Alfaro está lleno de baches. No hay una calle sin problemas.

El intendente de la principal ciudad del Norte Argentino ha descuidado tanto a San Miguel de Tucumán que está cada vez más deteriorada, fea, sucia, rota y pobre. Pero él sólo se mira en el espejo del microcentro, donde invirtió muchos millones de pesos, y para nada.

Maquillaje y nada más

Al parecer, su idea de gobernar pasa por “maquillar” algunas zonas; pintarlas, poner banquitos, algún farol o bolones negros; y achicar las calles creando semipeatonales. Pero lo único que logra es generar más caos vehicular. Hay calles como la San Juan, Corrientes, 24 de Septiembre, Crisóstomo, San Lorenzo; Maipú, Laprida y Virgen de la Merced, que se volvieron intransitables durante todo el día; y esto debido a las obras innecesarias realizadas en el microcentro para “embellecer” la ciudad, cuando hay barrios enteros que piden a gritos soluciones de iluminación, de baches, enripiado, drenaje, agua servidas, barrido, limpieza de pastizales y de escombros, etc.

San Miguel de Tucumán es hoy lo más parecido a una señora pobre, con los labios y los ojos bien pintados, pero que tiene toda su ropa carcomida y rota por las polillas.

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Los semáforos pueden estar semanas sin funcionar y eso a Alfaro no le importa.

Cero empatías

Hace unos días, un medio gráfico publicó una nota sobre la cantidad de baches que hay en el municipio de San Miguel de Tucumán y constató que serían 3.000 en total, contabilizando sólo las calles del micro y macro centro y principales avenidas. La realidad es que serían más de 5.000. De eso no hay dudas (todos los días aparecen nuevos).

Todas las calles están rotas, algunas con baches pequeños, otras con cráteres, otras mal arregladas, en fin, rotas al fin, lo que no sólo perjudica a los conductores de vehículos sino también a los peatones. A los conductores, porque terminan rompiendo el tren delantero y las ruedas de sus autos; y a los peatones por la imposibilidad de cruzar la calle y, cuando llueve terminan “bañados” por el agua servida que les salpican los vehículos al pasar.

Desde el municipio afirman que efectúan unas 300 reparaciones diarias de calles, pero advierten que la cifra de pozos y de roturas se mantiene debido a que, en la mayoría de los casos, son “baches crónicos”.

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Los autos caen en los cráteres que hay en las calles. Alfaro se hace el distraído.

Según el municipio, se destinan unas 30 toneladas de materiales por jornada a estas tareas de reparación, que alcanzan para cubrir unas 300 roturas de entre 1,5 y 2 metros cuadrados. El problema es que, en la mayoría de los casos, las reparaciones soportan poco más de 10 días.

Y cómo no van a durar 10 días, si las reparaciones son provisorias, con material de dudosa calidad, algunos sostienen que sería alquitrán mezclado con arena (no me consta) y no recapado con hormigón, y por eso se vuelve a romper o desarmar con la próxima lluvia.

El negocio del hormigón

En una encuesta realizada recientemente por un político, surgió que siete de cada 10 argentinos desprecia a los políticos,  porque creen que son personas sin escrúpulos que lo único que quieren es llegar al poder para enriquecerse con algún cargo público. También, la mayoría de los argentinos cree que los políticos, cuando están en el gobierno hacen “negocio” con la obra pública y los materiales empleados para la construcción.

En este caso de la ciudad de San Miguel de Tucumán, extraña que los materiales usados sean de tan mala calidad. Habría que ver a cuánto se lo facturan al municipio y qué empresa lo hace.

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Algunos dicen que se usa alquitrán mezclado con arena para tapar los baches.

El tipo de material importa

Hay tres tipos de pavimento para hacer una calle: el pavimento de hormigón armado, que es rígido, fuerte y durable (hecho con cemento); el pavimento de adoquines de hormigón; y el hormigón asfáltico (mezcla de un hidrocarburo negro pegajoso que se extrae de petróleo crudo), que es un pavimento flexible. Este último, a diferencia del hormigón armado, se deforma con el paso de vehículos pesados. Al deformarse, no posee un buen drenaje del agua de lluvia. Poseen un tiempo de ejecución menor que los pavimentos de hormigón, al igual que es también menor el ruido producido por la circulación vehicular, al tratarse de una superficie continua.

Alfaro descuida la calle

El intendente Alfaro no sólo descuida el tema de los baches y cráteres en su ciudad, sino también el normal funcionamiento de los semáforos y el peligro que representa para muchos conductores, sobre todo en cruces peligrosos como ser en avenida Roca y diagonal Alfredo Guzmán; y Avenida Colón e Independencia, por ejemplo, que estuvieron sin funcionar durante dos semanas en marzo. Qué debe pasar para que los arreglen; ¿que ocurra algún accidente grave?

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Alfaro no tiene escrúpulos y hasta con Ricardo Bussi busca aliarse.

Eso sí, avanza a pasos acelerado la implementación del nuevo sistema de estacionamiento callejero pago, un negocio millonario para el municipio y una UTE rosarina que comenzará a cobrar por hora, todos los días, el aparcamiento de vehículos dentro de las cuatro avenida y principales zonas fuera de ella. Justo en un momento en que la inflación y la economía no dan respiro a los trabajadores, les surge ahora un nuevo costo de servicio.

Servicio que, al final no lo es, porque la UTE ni el municipio darán una contraprestación; ni siquiera se harán cargo si alguien les roba una rueda o les raya algún vehículo mientras está estacionado.

Alfaro sabe que en la calle está el voto, pero la descuida tanto que al final se va a quedar a un costado de la banquina. Le falta “lleca”, diría un amigo.

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