Adriana Petrigliano construye con dolorida y estremecedora belleza “Los días sobre mí”

La escritora Adriana Petrigliano.
Por Manuel Rivas* de Diario Cuarto Poder / Las ausencias que asoman desde la nostalgia. La escritora Adriana Petrigliano, nacida en Buenos Aires y radicada hace tiempo en La Rioja, nos sumerge en una nostalgia de abrumadoras imágenes emocionales.

Poemas que atraviesan el alma

Cuando el escritor logra que la sensibilidad que tenemos se encienda lentamente, desde una interioridad casi olvidada a consecuencia de la rutina, ya cumplió un gran porcentaje de su tarea. Eso lo logra plenamente Adriana Petrigliano con “Los días sobre mí”.
El tono nostálgico que impregna los poemas se construye en torno a las ausencias, a los tiempos idos, en especial los de la infancia, con lo que logra una plena identificación con el lector, que también sufre la soledad y el vacío que generan las ausencias.
La autora también sale de sí, se observa desde afuera quizás para ver el reflejo de su propia construcción, para sentir que existe, que vive, que sueña, que crea, que tiene dolor, y que esas heridas de la vida la hacen más auténtica.

Palabras mías y palabras de ellos

Como coordinadora de talleres literarios, Petrigliano es coherente con su filosofía de vida, en donde la generosidad y los vínculos que genera la literatura son importantes para ella. Es por ello que el prólogo no es como los tradicionales.
En él se conjugan sus propias palabras con las de Fernando Linetsky -quien de entrada declara no saber nada de poesía- y de Gustavo Contreras Bazán, en los que el lector ya tiene una idea definida de la autora.
El libro se estructura en siete partes: Poemas que se van cayendo; Ellos en los poemas; Cosas; Saber cosas; Saber que estás perdida; Ellos aparecieron solos una mañana cualquiera; y Poemas sueltos entre papeles sueltos.

Poemas que se van cayendo

La primera parte comienza con aquello que será una especie de eje vertebrador del libro, en el poema “La ausencia”, en donde la autora define poéticamente: “la ausencia es la palabra / que te advierte que allí / ya no hay nada / ya no / ya nunca”.
En “Buscar” y “Poema por poema”, se observa el hermanamiento en la búsqueda de “la antigua felicidad”, lo que afianza esa mirada doliente hacia un pasado luminoso, alegre y en el presente perdido y sólo rescatado por la evocación.
La escritora y tallerista Adriana Petrigliano.
En “Certezas”, “Las cosas que no hice” y “Poema de los días”, se observa el despliegue de la interioridad de la voz poética, que se asienta sobre situaciones concretas y quizás cotidianas, desde la que construye poesía de alta calidad estética.
“Cuando ella regresa”, refleja la lucha con la nostalgia que hace emerger la tristeza. En tanto que en “No alcanza” ensaya enfrentar al amor y el miedo, en una lucha que a veces surte el efecto pero no siempre el amor es más fuerte.
Petrigliano logra ambientar la poesía, no sólo en los lugares absolutamente propios, sino en sitios compartidos, como en “Poema de la mesa 5”, en donde encuentra espacios para buscarse a sí misma.
La culpa, el hastío y la muerte reaparecen en los poemas “Ella”, “El hastío”, “Seguir” y “Las cosas”, reaparece la idea del final de la existencia quizás como un devenir natural, en donde las huellas parecen deshacerse.
La idea de “afuerarse” se replica en “Poema de otra” en la que sostiene “y cuando me afuero / dejo de ser para encontrarme”. Hay una especie de existencialismo que llega a una máxima expresión en “Desarenarse”, donde refleja la fragilidad de la vida.

Ellos en los poemas

La segunda parte abre con el poema “Los días sobre mí” -que da título al libro y que habla justamente de la pérdida de su padre y de su madre. “Un día / el día / se detuvo en la exacta tristeza / y fue cayendo / profundo / oscuro / roto / (…)”
Para su madre los versos repican: “La noche que se fue mi madre / (¿a dónde? si en realidad estaba muerta y / quieta?) / volvió a vaciarse el día dentro mío”. Esas pérdidas de seres claves inician la búsqueda nostálgica de lo que fue y ya no está.
En “Poema con vos” vuelve su madre a ser la protagonista. “Hoy leí un cuento de mi madre. / Ella / escribía escribiéndose / y se hacía en palabras / y siempre moría de una pena intangible / (…)”.
Esta parte del libro tiene como ejes vertebradores las ausencias de sus padres y la constante evocación de momentos pasados, de sensaciones que con rebeldía se quieren volver a vivir. “(…) y espero que alguna puerta se abra / y entre otra vez a mi vida (…)”
La poesía fluye hasta cuando la autora apela a la narrativa con los relatos o prosa poética “Un momento” y “El viaje”, ambas relacionadas con su padre, con el momento de la muerte la primera y con un reencuentro casi mágico en un colectivo -tras la muerte-.
Todas las imágenes se asocian para darle ser a lo inexplicable. “Quedó paradito en una esquina, las manos cruzadas en la espalda, mirando sin ver mi colectivo alejarse”. Ponerse en la piel de la escritora añorando esa despedida infinita en eternos segundos.
Esta segunda parte de fuertes emociones cierra con un contundente poema, en donde se advierte un semi vacío de Dios, porque no se nombran lugares -ni cielo ni infierno-. “Las sombras son pedacitos de gente / son manchas / son despintadas presencias (…)”

Cosas

La tercera parte sólo consta de cinco poemas, pero de gran calidad. En “Planes” el juego de la repetición alcanza una dimensión sublime, una exquisitez y un vaivén de ola que nos lleva por esa sucesión de sensaciones que encierra cada plan lanzado al aire.
“Apuntes sobre la tristeza” descubre los lugares en donde se ancla, en donde se establece, casi tácitamente esa sensación que despiertan los objetos y los lugares, en una asociación mental, quizás con momentos que cada uno puede tener en su memoria.
La enumeración de lugares se transforma en una secuencia casi mecánica, casi fílmica de imágenes que se suceden en un corto que estamos construyendo a partir de las palabras de la poeta, que nos atraviesan febriles y sin dejarnos un respiro.
La escritora Adriana Petrigliano.
En antagonismo entre pasado y presente, entre evocación y verdad, se logra en plenitud en el poema “Aquello que no fue”. La “desmemoria”, en perfecta personificación es la que decide las interpretaciones que se le otorga al pasado.
Y cuando ya se tiene la certeza de no haberse equivocado en la elección de este libro, Adriana Petrigliano nos sacude con “Tareas domésticas”, en donde la repetición y la enumeración se dan la mano para llevarnos desde lo cotidiano hasta el interior.
Allí uno entiende que las obligaciones diarias siempre están teñidas de búsquedas propias, sentires, recuerdos, ilusiones, sueños, hartazgo y hasta la matemática evocación que surge a la exacta hora de un rayo de sol sobre el retrato del ser querido que no está.

Saber cosas

Petrigliano nos demuestra una versatilidad que se expande, como los relojes dilatados en los cuadros de Dalí. En esta cuarta parte del libro, bajo la fórmula “Un día supe que…” nos demuestra que puede seguir hablando de las ausencias de manera renovada.
El padre, la madre, quien prometió esperarte y no lo hizo, Joaquín Sabina, el Macondo de García Márquez, un teléfono en el que no puede responder la persona que lo hacía y hasta el amor perruno de la mascota que no se olvida.
En ese “perroamor” que constituye Matute, me detengo, porque el recuerdo de ese compinche con cola atraviesa a una gran porción de lectores. Con otros nombres, como el Tilo, de Juana de Ibarbourou, pero con la misma melancolía del recuerdo.

Saber que estás perdida

“Todos nos perdemos en algún lugar / todos dejamos esa huella, para volver, por las dudas. / Pero nunca volvermos (…)” Esa es la puerta que deja abierta la autora para evocar las distintas casas, las variadas direcciones en las que vivió.
Esa evocación, que cualquiera de nosotros podría hacer de manera sistemática, sólo al poner a funcionar los engranajes de la memoria, la escritora lo hace con la magia de la mirada poética, de ese don de artesana de la palabra.
“Siempre es verano en los recuerdos / Y las noches son claras y el silencio es distinto / Los insectos murmuran. La chapa de la galería cruje. / La sombra roja de la Santa Teresita es tan roja que lastima (…)”

Ellos aparecieron solos una mañana cualquiera

En esta sexta parte de “Los días sobre mí”, el alma desnuda de la voz poética nos lleva a la fragilidad de la palabra que no lo puede abarcar todo, ni la oscuridad, ni las ausencias, ni el silencio, ni la muerte.
Petrigliano echa mano a todos los elementos que tiene a su alcance para graficar esa impotencia de indefinición, de exactitud para pintar el dolor de las heridas en su más cercana dimensión. Y ese andar doliente puede transformarse en belleza estilística.
“(…) ay pobrecita mi palabra / tan pobre / tan vacía / tan sin cuerpo… (…)” La idea de lo incorpóreo, que aplica a sí misma, también le vale a la palabra a aquello que es propia creación -tan finita como la vida misma- como tras un vano sueño de eternidad.

Poemas sueltos en papeles sueltos

La autora encara la recta final de su libro con poemas diversos, variados, en los que persiste la tristeza, la melancolía, la soledad, la ausencia, en fin, todo aquello que en algún momento de la vida sentimos. Pero ella lo hace de un modo sublime.
En “Moños” la mirada original sobre lo que simbolizan, desde el nacimiento hasta la muerte, nos despiertan una sonrisa y hasta nos generan aquel nudo en la garganta de las verdades que aterran y duelen.
En “Sonidos callejeros” es una cronista poética de lo que se oye y ve en las calles de cualquier ciudad. Mientras que en “Motos” coincide con muchos lectores en el sentimiento suicida que les genera estos modernos jinetes.
Por último, en “Santos varones”, “Abandono”, “Ciudad” y “La Rioja” la temática se sostiene en el descreimiento de imágenes de santos, de construcciones sociales que persisten a pesar de la contundencia de los razonamientos.

Un libro para gozar, sufrir, reír y llorar

Todas esas sensaciones y más, son las que despiertan este libro, “Los días sobre mí”, de la escritora Adriana Petrigliano. Me imagino el temblor de las hojas en blanco ante el ímpetu de la pluma de la poeta, ante esos versos de contundente belleza y contenido.
Me imagino esa tinta, mezclada de oscuridad, de grises, de soleados veranos surgidos de la profundidad de los recuerdos. Me figuro a la autora reconstruyendo a sus propios padres, la semilla inicial de su propio destino humano.
Sufro el dolor de sus ausencias como si fueran las mías, como si se replicara en mi interior cada instante en el que perdí a los míos. Si eso les pasa a todos los que lean este libro, no me queda otra cosa, que recomendarlo plenamente.
*Profesor de Letras e Historia, periodista y escritor. Director de Diario Cuarto Poder.

 

Noticia de la autora en primera persona

Nací en la ciudad de Buenos Aires, cerca del río marrón de Borges…
Vivo en la ciudad de La Rioja, cerca de montañas que siempre son azules…
Escribo. Coordino talleres literarios. Susurro poesía por la calle con un grupo de “susurradores”.
Publiqué de manera artesanal: Poemas para la tarde de otro siglo (2000); Cebollas en juliana (2001); Papelitos para Pedro (2001).
Estos son algunos de los premios que gané: Fundación Givré, 1º premio cuento “Sentencia”, Buenos Aires; Mención especial cuento “César, poemas humanos”, La Rioja – Feria del Libro La Rioja; 1º Premio Cuento “Breve historia numerada” Feria del Libro La Rioja; Premio Broadcasting al mejor guión del NOA Programa ¿Y estos quiénes son? Canal 9 La Rioja; Finalista del Concurso Jovellanos “El mejor poema del mundo” con “Cuando se desata la furia” España 2016; Finalista concurso de Poesía “Ciudad de los naranjos”, organizado por Biblioteca Mariano Moreno por el libro “Con probabilidades de melancolía” La Rioja.
La escritora Adriana Petrigliano en pleno dictado de uno de sus talleres.
Creadora de los ciclos literarios: “Los papeles que nunca nos unieron”; “Nada que ver con otra historia”; “Decires y cantares” y de los concursos literarios: “Tengo poco por decir”, “Cuentos perturbados”, “Febrero chayero” y “El pueblo ya sabe de qué se trata”.

 

 

 

 

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