En un nuevo aniversario de la historieta de Quino, que se publicó por primera vez en 1964, repasamos aquellos años de tirajes de 200 mil ejemplares, las personalidades de sus personajes y la identidad contestataria de la protagonista, esa niña en permanente confrontación con un mundo en decadencia.

La historia empieza así:

Un dibujante en ascenso acepta la loca propuesta de un amigo: crear una historieta que funcione como publicidad encubierta. Ese dibujante era Quino y ese amigo era el escritor Miguel Brascó. Corría el año 1962 y la agencia Agens quería promocionar la marca de electrodomésticos Mansfield, de la empresa Siam Di Tella, con un método novedoso: una tira cómica en los diarios publicitando la marca.

Presentaron el proyecto en Clarín pero no resultó. La maniobra era demasiado evidente. Sin embargo, Quino sabía que esa creación no era algo para hacer un bollo y tirarlo a la basura. Siguió trabajándola, perfeccionándola, hasta que el laberinto del mercado editorial se abrió. Mafalda irrumpe en el mundo de la historieta en 1964 cuando Julián Delgado, director de la revista Primera Plana, le da un apretón de manos y le dice: “Ok, empecemos”.

Dos años después, la historieta cruza el río que divide a las revistas de los libros y la editorial Jorge Alvarez empieza a publicarla por volúmenes. Así, los primeros cinco funcionan como un barco al que se suben miles y miles de lectores. Para el número seis cambia de editorial y pasa a Ediciones de la Flor, que desde 1970 y, hasta el día de hoy, llevan casi cincuenta años imprimiendo las criaturas irreverentes de Quino.

Tirajes de otra era

“¿Sabés cuál fue la tirada de la primera publicación que hicimos nosotros? ¡200 mil ejemplares!”, dice Kuki Miler del otro lado del teléfono y suelta una risotada. En un breve diálogo telefónico con Infobae Cultura, la editora de Ediciones de la Flor es consciente de que “son cifras que ahora no existen, pero en ese momento volaban, duraban muy poco”. Otros tiempos, otra era. La contemporaneidad de Mafalda.

“Debido a la urgencia, la mayor distribución era en kioscos, más que en librerías. Para hacerlo más rápido, los distribuidores de kioscos iban directamente a la imprenta a buscar los números. Te cuento una anécdota: una vez, uno de ellos fue más temprano y quiso coimear a los de la imprenta para que le entregaran antes los ejemplares. Imaginate. Así era la avidez, y querer tener la primicia”, cuenta.

“Es imposible calcular los millones de ejemplares que hemos hecho en estos cincuenta años. En ese entonces, había un público muy amplio, entonces apostamos también a Latinoamérica. Pero hoy esos tirajes son inalcanzables por varios motivos. Por ejemplo, el estado del mercado editorial. Además, se consume mucho desde las ediciones digitalizadas. De todos modos, lo curioso es la permanencia y la vigencia”.

De personajes y personalidades

Niños. Los personajes de Mafalda son niños. La mirada del mundo se da desde ese lugar, un poco de ingenuidad, un poco de utopía, un poco de capricho, otro poco rebeldía nata. La protagonista es Mafalda, que representa la aspiración idealista del propio Quino. En sus propias palabras: la necesidad de hacer de este un mundo un lugar mejor. Hay pesimismo y nihilismo también, incluso algo de existencialismo, pero con una sensibilidad social deslumbrante que le otorga esa pizca clave de esperanza.

Mafalda nació en el seno de una típica familia de clase media argentina de los años sesenta. Eso ya la encuadra en una época. Fan de Los Beatles y hater de la sopa. Cuando la historieta comenzó en 1962, ella tenía cuatro años pero en el transcurso de los números está en tercer o cuarto grado de la escuela primaria, es decir, tiene unos ocho años.

Las figuras protocolares en el sentido institucional son sus padres. Su papá es un oficinista que trabaja en una compañía de seguros, estructurado y amante del orden, que disfruta de cultivar plantas y manejar su auto, un un Citroën 2CV. Su madre es una típica ama de casa argentina de clase media de la época que se encarga de todas las tareas del hogar; estudió en la universidad y quiso ser pianista pero todo se vino abajo cuando decidió casarse. Oh, la familia.

Luego están los chicos. Guille es el hermano menor de Mafalda. Luego, cinco amigos: Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad. Cada uno responde a una personalidad diferente que resultan antagónicas y simbióticas. Mafalda, que funciona como la gran articuladora. Muchos de los personajes son hoy símbolo, como Susanita, que era de algún modo el espíritu conservador de la mujer que se resistía al feminismo. “Ya es un personaje que se podría definir como clásico. Está tan adoptado por la gente, incorporado, que hoy por hoy en cualquier lugar donde digas “es una Susanita” no hay que explicar nada”, dice Kuki Miler.

Lo que Charlie Brown no tiene

Cuando Umberto Eco leyó Mafalda quedó fascinado. Enamorado es la palabra que utilizó. Y bajo el embrujo de ese enamoramiento cultural e intelectual fue que se encargó especialmente del álbum que se editó en Italia en 1969 titulado Mafalda la contestataria. En el prólogo escribe que “no se trata solamente de un personaje de historieta más; es, sin duda, el personaje de los años setenta. Si para definirla se utilizó el adjetivo ‘contestataria’, no es sólo para alinearla en la moda del anticonformismo. Mafalda es una verdadera heroína ‘rebelde’, que rechaza el mundo tal cual es”.

De esta forma, Eco —que para ese entonces aún no había escrito El nombre de la rosa, pero sí Apocalípticos e integrados— marcaba la diferencia entre la protesta y la rebelión, entre la queja destructiva y la crítica mordaz, y ubica a Mafalda en este segundo terreno. Por eso es que, en sus palabras, se enamoró de este personaje que es clave para entender la Argentina. No es para menos: aún hoy Europa mira este país sudamericano, intentando decodificarlo. Y no lo logra.

Volviendo al prólogo de la edición italiana, la más original de las ideas expuestas por Eco tiene que ver con la comparación entre Mafalda y Charlie Brown, el personaje norteamericano que creó Charles M. Schulz en 1950. “Charlie Brown es norteamericano; Mafalda es sudamericana. Charlie Brown pertenece a un país próspero, a una sociedad opulenta a la que busca desesperadamente integrarse mendigando bienestar y solidaridad. Mafalda pertenece a un país lleno de contrastes sociales que, sin embargo, quiere integrarla y hacerla feliz. Pero Mafalda resiste y rechaza todas las tentativas”, comienza.

Y sigue así: “Charlie Brown vive en un universo infantil del que, en sentido estricto, los adultos están excluidos (aunque los chicos aspiren a comportarse como adultos). Mafalda vive en una relación dialéctica continua con el mundo adulto que ella no estima ni respeta, al cual se opone, ridiculiza y repudia, reivindicando su derecho de continuar siendo una nena que no se quiere incorporar al universo adulto de los padres. Charlie Brown seguramente leyó a los ‘revisionistas’ de Freud y busca una armonía perdida; Mafalda probablemente leyó al Che”.

Memes y humanismo

Hoy Quino tiene 87 años y es una celebridad. Pero lo que ocurre, al igual que sucede con muchos autores, es que su personaje adquiere vida propia. Eso, cuenta Kuki Miler, puede ser inmanejable. “Hay una utilización permanente del personaje. Lo más molesto, por lo menos para nosotros, con el asunto de las redes sociales, es que con la admiración que la gente tiene de Mafalda termina utilizándola para transmitir mensajes propios. Los memes van y vienen con unos textos que jamás diría Mafalda. Es indigno y además es no entenderla. Emular a Quino es bastante difícil. Hay cosas que no se le pueden hacer decir”.

Hay un caso por el cual Quino tuvo que salir a aclarar que no se trataba de su Mafalda. Fue cuando se viralizó una Mafalda con pañuelo celeste, la insignia de los que se oponen a la ley de aborto legal, seguro y gratuito. El artista sintió que debía salir a aclarar, algo extraño, sí, pero para él necesario. “Yo me río porque mandan mensajes diciendo cualquier cosa”, dice Kuki y suma un ejemplo más naif: “Te mandan un mensaje sobre la primavera, los pajaritos, las flores y qué se yo. No tiene nada que ver con el mundo de Mafalda. El que no percibe que Mafalda es rebelde y que no está satisfecha con el mundo tal como es, entonces no entiende Mafalda.

¿Y dónde está la originalidad que hace tan evidente el plagio? “Quino es un observador detallista de la vida cotidiana y de la política, eso es lo que le hace tener esa vigencia permanente y ser universal”, dice Miler, y concluye así nuestra breve conversación: “Quino es un brillante y eficaz comunicador y Mafalda es una humanista”.

fuente: infobae

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