Por Gustavo Díaz Arias* para Diario Cuarto Poder / Esta entrevista me resultó más difícil que las anteriores. Tuve la buena fortuna de conversar con escritores de la talla de Inés Cortón, María Belén Aguirre, y Hugo Alberto Guardia, y si no logré mi objetivo con ellos, no tengo dudas de que la gente los seguiría amando, pero con esta escritora, Cecilia Verónica González, tengo la responsabilidad de que la conozcan y que surja en ustedes el interés por leerla.

La sigo desde hace algunos años, escucharla me recuerda a Sylvia Plat, tan brillante, y mostrando una cierta inseguridad que te hace amarla, fuerte y frágil a la vez; con sus descripciones perfectas como en ‘Las Personas Escuálidas’. También me lleva a Lucía Berlín, porque Verónica es bella y tiene un halo de misterio, tiene una vida compleja, es denunciante y aboga por la paz. Me recuerda a Anne Sexton y esa necesidad de contar la experiencia de ser mujer. Sin dudas me lleva a Alejandra Pizarnick, el deseo constante de contarle al mundo, no solo lo que le sucede a ella, sino a las mujeres en general.
Sé que comenzaste a escribir desde muy pequeña ¿A qué edad? ¿A qué o a quién le escribías?
—Sí, era una niñita cuando empecé a escribir poesía, a los seis años, estaba en segundo grado. Me maravillaba la naturaleza, sobre todo los animales. Creo que un poquito más adelante fui una precursora de los mascoteros. Llegué a tener once perros rescatados de la calle, varios gatos, seis o siete, un conejo; gallinas, que las traía del criadero de mi tía abuela, para que no las mataran. Desde los veinticinco y hasta mi embarazo fui vegana por la misma razón, eso de tener que matar otros seres vivos para sobrevivir me sigue haciendo ruido, pero ya no soy tan extrema, no puedo definir si es bueno o malo, es lo que hay. Lo de los animales rescatados duró hasta que mi mamá se cansó. Y con muchísimo dolor, los fui reubicando con personas que los querían y los iban a cuidar. Cada despedida era una desazón tremenda. Me fui de tema un poco. Mi primera poesía, por esa cuestión de los primeros amores, aún la recuerdo. Era para un caballo.
“Mi caballo es chiquitito/ pero pronto crecerá/ se pondrá gordito/ y en el campo correrá/ jugará carreras y será el campeón/ mi caballo chiquitito”.
—¿A esa edad, pensabas en convertirte en escritora?
—Empecé a escribir, primero fue eso, visceral y necesario, pero como a los nueve años, entendí que había una profesión, que se trataba de escribir, y lo anuncié en una reunión familiar, lo notifiqué con esa pasión e inocencia de los niños: –¡Quiero ser escritora! Recuerdo que todos se rieron e inclusive alguien me acotó: “Te vas a morir de hambre”. No lo olvido, porque supongo que cuando somos adultos, sabemos que los niños quieren ser bomberos, astronautas, y a medida que van creciendo, se olvidan de esos sueños de la infancia, y van eligiendo caminos diferentes. Debo confesar que me sentí ofendida en ese momento. Pero la vida siempre tiene compensaciones, o al menos yo lo veo así, como hija del medio, y con esa libertad, de no tener las expectativas ni los reflectores en mí, y con ese silencio que me caracteriza, seguí escribiendo, y seguí queriendo ser escritora. Bullía en mí, como el agua cuando lanza el hervor, con esta urgencia de ser vapor, y esa misma fuerza, con la constancia de una ley física. Me gustaban los libros y mucho, mucho más las palabras, yo podía sentir y enlazarlo en palabras y esa, mi magia y mi fortaleza.
—Cuáles fueron tus primero libros, o primeros textos que te cautivaron. Esos que determinaron no solo que te gustaba leer sino además escribir.
—El libro que me cautivó y mi primera novela, fue “Sandokan” de Salgari, en mi casa compartía los libros con mi hermana y ella disfrutaba de otros libros. Era fanática de una princesa y la mayoría de los libros que leía, eran las Historias de Sisí (Isabel de Babiera), había intentado leerlos, pero me aburrían, cuando le regalaron a ella el libro de Salgari, todos de la colección Billiken, fue para mí, el descubrimiento, las historias de piratas, esa tierra fantástica, con aventuras y diamantes gigantes, eso me encantó. Luego siguió “Platero y Yo”, recuerdo fragmentos de memoria, sobre todo la muerte de Platero y  como todo lo que había sido se veía en ese instante como “ese pelo de estopa apolillada de una muñeca vieja”“Los Cuentos de la Selva” fue otro gran amor. En poesía tenía un preferido, Federico García Lorca y una selección de poesías infantiles, donde estaban, Caracola, El Lagarto está Llorando, Verde que te quiero Verde, y claro, María Elena Walsh. Recuerdo haber sacado de la biblioteca un libro de “Poesía Social del Siglo XX”, que luego me fuera vetado, pero ya para ese momento lo había leído, tuve una sola oportunidad de leerlo, no recuerdo el contenido ni los autores.
En casa se consumía poesía, mi papá recitaba, con su impecable memoria y a veces ahora lo sigue haciendo  Pablo Neruda,  Amado Nervo y Héctor Gagliardi, entre los que me vienen a la memoria.
¿Existe un momento especial en el escritor para sentarse a escribir? ¿Existe ese momento en vos?
—En verdad, los momentos que prefiero, son los momentos de soledad y silencio. Escribo a mano alzada y después corrijo y tecleo en la computadora, cuando es poesía. Pero confieso también, esos momentos suelen ser muy pocos, entonces escribo en el colectivo, en la cocina mientras preparo el almuerzo, mientras leo y alguna palabra se abalanza como un disparador, cuando veo alguna película que me conmueve. A la noche muy tarde, a la mañana muy temprano. (ríe mientras contesta), cuando puedo, en realidad.
—Bien, ahora vamos a lo que me interesa. Sos una autora inédita, si bien sos parte de varias antologías, todos estamos expectantes por tu primer solo. De tus libros que leí, y me parecen fantásticos, deseo concentrarme en dos. Vamos por el primero: ¿Cómo surgió el libro “Una Voz de Mujer”?
—Es muy lindo, fui a un taller, soy tan mala con los nombres, era de las grandes escritoras y poetas, de todos los tiempos, dictado por  Sofía de la Vega, hecho por mujeres y para mujeres. Fue maravilloso ese encuentro con todas estas mujeres jóvenes y talentosas y con los textos de aquellas otras. Eso me impactó y me permitió, animarme a escuchar mi voz, esta silenciosa voz que me anida, y fue un permiso, me autoricé a partir de ahí a mostrar mi producción, antes de estos libros, tengo una novela, “Certezas, agujas y Relojes”, poemarios como “Nervaduras”, “Fractal”, “Madre Nutricia”, un libro de relatos “Mientras Cocino”; los que vienen a mi memoria, pero que descansan en el silencio de mi computadora, y la producción de toda una vida escribiendo, sin descansos. Pero estos últimos años con toda la visibilidad que alcanzó la femineidad, y las problemáticas en relación al género, sentí que era el momento de sumar mis palabras a esta causa. Y ahí nació este libro.
—El libro comienza con un poema contundente, en la cual haces una descripción de tu persona y llega profundamente al lector: ‘…Quiero ser la Verónica  del momento justo… / …Pero en realidad no soy ella… / …Soy la verónica anónima invisible    perdida…/
Esa Vero, después de algunos años, se sigue viendo igual o cambió en algo.
La Verónica del momento justo, es ese ideal, ese inalcanzable, de aquella figura bíblica,  cuando Jesús va camino al martirio, y justo está ella ahí, y con una devoción infinita le enjuga el rostro, tan precisa es su aparición y tan necesaria, al punto de quedar para siempre en el relato, y con un plus, el grabado en la tela, pincelado con la sangre de Cristo.
Esa es una imagen de mujer, que no soy, pero es tan fuerte el icono, entonces se me ocurrió jugar un poco con esas dos Verónicas, aquella y esta, tan humana e imperfecta, que llega siempre tarde, que olvida las fechas importantes, que constantemente está lidiando con todos los imperativos de ser una mujer hoy y con las frustraciones de no alcanzar, ser buena empleada, ser buena madre, ser buena esposa, ser buena… no sé qué… una perfección, que vaya a saber qué es… y que en realidad nunca vamos a alcanzar, digo vamos, sumando a mi causa a todas las mujeres.
—Leo un par de poemas más, y llego a uno que me cautiva, porque te muestra tal como te conozco: Verónica madre. Hay personas que nacimos con el gen materno/paterno muy fuerte, y saber que más allá de todo augurio, concretaste una de las más grande metas en tu vida, ser madre. Recuérdame cómo fue eso de saber que estabas embarazada, antes de que los médicos lo confirmaran. Qué es ser madre hoy de un hermoso e inteligente niño como es Leo.
—Hace unos quince años, me hicieron una tiroidectomía total, para evitar el cáncer de tiroides. Luego de saber que ya estaba fuera de peligro, los médicos me anunciaron que no iba a poder tener hijos biológicos, o era muy poco probable. Un año antes de quedar embarazada, empecé a soñar a mi hijo, quería tener un hijo o hija. Y cuando conocí a mi esposo, lo que compartíamos además de otras coincidencias, era este anhelo de generatividad, de querer tener hijos. Es muy profundo el deseo de trascendencia en los seres humanos, ya sea con la búsqueda de paternidad/maternidad, o a través de otros proyectos, siempre soñamos trascender, quedarnos, dejar nuestra huella. Intentamos durante unos meses y nada… en Lista de Madres cuento ese proceso de esperar un resultado y no conseguirlo, el test negativo, la frustración en las mujeres es mayor por esta identificación sobre el ser, que significa la maternidad.
La escritora Verónica Gonzáles junto a su hijo Leo.
Luego de algunos intentos fracasados, cuando quedé embarazada, el test casero había dado negativo, otra vez, pero yo sentía que esta vez sí estaba embarazada. Pude sentir a mi hijo, antes de tener el resultado positivo, incluso supe desde el primer momento, que era varón. Me hice otra prueba una semana después, y dio positiva. Y cuando escuché por primera vez su corazón lloré a mares en la sala de ecografía, escuchar esa sinfonía de la vida, ese ser que era todo corazón.  Esa comunicación sin palabras, visceral, espiritual, de comunión, sigue presente con mi niño. Ser la madre de Leo es un desafío constante, y un honor, y un placer, él es mi poema favorito, mi persona preferida, mi sueño hecho carne.
Sabes, que te veo mamá siempre, en todo lo que haces, en cada actividad que te toca realizar. Sos muy protectora. Sos consciente de eso.
—Sí, creo que antes de Leo era más inconsciente, ahora es muy palpable. Así como escribir es una de mis vocaciones, maternar, cuidar, proteger, es otra. Surge como algo natural, una vertiente subterránea. Creo que a vos te sorprende un poco porque vivimos en una realidad, donde todos quieren ser hijos, y somos menos los que buscamos maternar, adoptar, o resguardar a los otros, sobre todo de las contingencias del existir.
—Otro Poema fuerte es ‘De Lo Materno’, todo el poema conmueve, pero rescato esto para compartir con los lectores: ‘…Como la máquina que hace el dobladillo / Va y viene un grito que se hace grieta…’ En el texto completo, se muestra a una Verónica sumisa ¿Sos así? ¿Siempre? ¿Cuándo te revelas?
—Qué difícil, este poema, es un poema muy fuerte, y hablo de las madres que no pueden o no quieren, sin hacer juicios, acunar en su deseo a un hijo, y lo cuento desde la vivencia de ese hijo, que siente el rechazo, y acepta el rechazo como parte de la existencia.
Creo que mi mayor rebelión es escribir, por lo que los textos pueden tejer en su interior y por lo que la tarea en sí significa en mi historia.
Tal vez elijo la sumisión, con un único objetivo en mente, no perturbar mi tranquilidad, la valoro sobre otras cosas.
—Otro poema fuerte ‘La Otra’, tajante. Me inspiró a escribir. ¿Puede ser traumático ser el hijo no deseado? ¿Fue igual en tu adolescencia comparando con tu modo de sentir en estos momentos?
—En ese poema me atrevo a contar, como es ser una hija mujer, en una cultura machista, donde se espera al hijo varón continuador del nombre familiar, el que dará el apellido a su descendencia.
Si nosotros repetimos en nuestras relaciones, esas relaciones primeras, que nos constituyeron como sujetos, y vamos a estar repitiendo de continuo, si no buscamos ayuda, aquel lugar del pasado, estamos complicado. Pero también está la cuestión de que no todos somos iguales, y lo que a unos afecta a otros no.
Mi adolescencia fue un tiempo plagado de ceguera, no entendía que me pasaba ni porqué me pasaba, un tiempo tumultuoso. Fue más adelante cuando comencé a mirar de otra forma y a darme cuenta de mi situación, y a buscar resolver eso que me pasaba. Soy de esa gente que una vez que ve el problema, intenta por todos los modos posibles encontrarle la vuelta, dar con la punta de la madeja.
—Podría detenerme en cada poema del libro, todos me gustan, todos me tocan, todos me llevan a gritar que hay algo tuyo que vive en mí, como ‘Conversación’ te lo dije y te lo repito, me siento inadecuado. Quiero detenerme en un poema que también hace la diferencia en Voz de Mujer, y es ‘Sobre La Paz’ ¿Cómo nace? ¿Te gusta escribir sobre la paz? ¿Te considerás una activista? ¿Sos de dar mensajes de paz a la gente?
—Adoro ese poema, nace de soñar, de creer, de anhelar, pero no pasivamente, el poema por sí mismo es una acción. Es creer que las mujeres podemos marcar la diferencia, de un modo aún no inventado en este universo machista.
La paz a pequeña escala y a gran escala, es un valor primordial para mí, he escrito algunos otros textos con la temática.
Que linda palabra activista. Si, como budista, soy una activista de la paz. Según los principios budistas, solo es posible transformar la realidad transformando el interior. Creo profundamente que la guerra se gesta en el corazón, en el deseo de poder desmedido, en el sufrimiento de quien necesita destruir a otro congénere, por cualquier motivo, creyendo absurdamente podrá calmar esa sed, ese vacío, ese dolor, buscando afuera cuando debe mirar dentro.
—Bien… espero haber dejado a los lectores ansiosos por que publiques ‘Voz de Mujer’. Vamos al otro libro que leí y que me cautiva: ‘El Zoológico Sumergido’. Sobre este libro nosotros no hablamos mucho, pero te lo digo ahora, El Zoológico Sumergido duele. Es desde las entrañas. ¿Cómo nace este poemario?
—Nació a fines de la pandemia. Había leído el Oboe Sumergido de Salvatore Cuasimodo, “…en esta hora mía/ de suspirar abandonos…” y ese adjetivo me movilizó, como un rayo. Luego pensé cuantas especies vivían en mí, así con esta cualidad de sumergidas. Y ahí empecé a hacer las analogías, y a pensar en un zoológico en mis profundidades, tal como vos lo decís en las entrañas.
Imagen de la tapa del libro “Una voz de mujer”.
—Uno de los primeros poemas ‘Vultur Griphus’. ¿Estás prisionera? ¿Cómo se obtiene la libertad?
—El Cóndor, surgió durante el aislamiento duro, cuando todos estábamos dentro de las casas, tuve que hacer un trámite bancario y se olía el miedo y la desesperación en el microcentro tucumano. Pero siempre el poema va más allá y dice mucho más, creo que sobre todo somos prisioneros de nuestros prejuicios, de nuestros determinismos y la libertad es poder cuestionar, poder estar atento, cuando eso que nos ataca desde la jaula, quiere ponerle un candado, y mantenernos ahí encerrados para siempre.
—Me gustan ‘Thunbergia alata’, ‘Filicopsida’ y ‘Lonicera’, rompen con todo el esquema del libro. Leo antes de llegar a ellos en sufrimiento, dolorido, en gozo y hasta  enojado se podría decir, y de pronto aparece uno de los poemas antes mencionados. ¿Cómo y por qué decidiste incorporarlos al zoológico?
—Siempre tan detallista Gus, en realidad cuando pensé en el zoológico, me olvidé de que también había algunas plantas en medio de ese gran dispositivo que tiene encerrados estos rarísimos especímenes y que conviven todos ellos sin contradicciones. Parte de esa ausencia de contradicción es la razón de haber sumado las flores y las plantas, con esa cualidad de ornamentación más que nada, y un con la idea de una respiración, tomar aire y seguir buceando.
—Tenés varios poemas, como por ejemplo ‘Ballaena´? y el otro ‘Blattodea’, algunos escritos en primera persona, otros en tercera. ‘Acaso te identificas con algunos y te espanta ser cómo otros. ¿Es otra la razón?
—Creo que por más que quiero no ser algunos, termino siendo todos, los que me enorgullecen y los que me atemorizan, las distintas voces, solo tienen como fin una distancia, hasta diría un mecanismo defensivo, entre aquellos en los que me reconozco y los que rechazo.
—Vamos a otra cosa. Durante varios años fuiste miembro de uno de los espacios que más impactó en la provincia y en poco tiempo, lo hizo a nivel nacional y hasta internacional, hablo del Espacio de Epicuro, liderado por la Profesora Noelia Mónaco y el Licenciado Miguel Figueroa. Cómo fue tu paso por allí, y cómo fue tu partida, teniendo en cuenta que en el último tiempo eras una de las caras visibles del Espacio.
—Antes que nada un inmenso agradecimiento a los Epicuros y mi anhelo de que sigan emprendiendo y creciendo. Cuando nos encontramos con Miguel, en una clase en la Facultad de Psicología, él estaba iniciando su taller de lectura. Decidí sumarme, y para mi sorpresa era muy cerca de mi departamento, lo cual constituía una ventaja o como una señal o sincronización del universo, eso me gustó. Leito tenía tres años y venía conmigo, Miguel supo aguantar con paciencia sus pataletas, estaba en plena edad de los berrinches, era un momento, luego se entretenía o se dormía. Y ahí empezaba el taller. Fui una de las primeras asistentes adultas, algún encuentro compartí con un adolescente, no recuerdo su nombre; el Espacio de Epicuro era un taller de lectura. Luego se sumó el poeta urbano Pablo Espeche, después Noelia se acopló a la coordinación aportando su didáctica e ideas, más adelante el poeta Guillermo Tames y cuando te invité a vos, habíamos logrado esa constancia de tiempo-espacio, que nos venía haciendo obstáculo. Seguido a esto se sumó mi papá, Gerardo González, también escritor y amante de la literatura y Mariano Alarcón,  se acercó en la primera Vernissage. Las Vernissage, fueron mágicas, la pandemia nos quitó la presencialidad, esa intimidad y proximidad de compartir, pero a cambio permitió como bien vos lo decís, que Epicuro tenga llegada nacional e internacional. La última incorporación fue el Prof. Manuel Rivas, periodista y escritor. Este Espacio, en primer momento taller de lectura, por la confluencia de escritores fue mutando, adquiriendo otras características. Decidí partir, pues sentí que había cumplido un ciclo, necesitaba empezar un desafío nuevo y desde un lugar distinto. El Espacio de Epicuro sigue en pie, con Mariano Alarcón, el prof Dietrich, y Juan Carlos Mon, de los que me acuerdo, escritores. Todo el éxito para ellos. Me llevo la camaradería, las risas, la alegría, el poder encontrarme con pares, que aman la literatura y sobre todo haber hecho vínculos de amistad con lindas personas.
—Ahora estás en un momento que considero de ansiedad y nervios, te sumaste a la nueva propuesta ‘La Asociación Ilícita de los Poetas Muertos: Alejandra Pizarnik’. Cómo tomaste esa decisión. Qué es lo que esperas de este nuevo espacio que está a punto de desembarcar en la provincia.
—Como lo decía más arriba, esta necesidad de nuevos desafíos, ver la inmensidad del océano y lanzarme a la mar, en busca de aventuras literarias, fue el motor, el impulso para sumarme a la planificación de esta Sociedad Ilícita de los poetas muertos. Lleva el nombre de mi poeta preferida, eso es muy fuerte; y empezó como un juego donde éramos tres, pensando como dirigir nuestras ideas hacia la concreción de proyectos literarios. En la carta fundacional se menciona el ideal de trascendencia, y de perdurar en el tiempo, algo que me llega profundamente, es a través de las improntas que dejamos en el mundo, como obtenemos un destello de eternidad. Lo vivo con mucha ansiedad, no veo las horas de arrancar, hay muchas personas interesadas en la propuesta y tenemos un sinfín de ideas pululando para salir a la intemperie e ir trazando esta nueva casa, este nuevo lugar de propósitos literarios. Espero sobre todo, se abra un portal de comunicación con otros,  establecer lazos y producir patrimonio cultural, compartir con el otro nos permite un algo más que en la soledad y el silencio, no se consigue.
—Una última pregunta, aunque tengo algo más que pedirte. ¿Cómo se lleva la vida de mamá, esposa, trabajadora independiente, sos una líder dentro de un grupo de damas budistas, estudiante a punto de graduarse cómo psicóloga y escritora?
—Es la realidad de muchas mujeres, siempre me falta tiempo, necesito días de 48 horas, y casi siempre me queda algo en el tintero. Sin embargo, intento dar lo mejor de mí en cada uno de los ámbitos, ir con calma y paso a paso, a veces quedan los platos sin lavar o la ropa desordenada, o no termino de escribir la novela que inicié el año pasado, o llegamos tarde a las clases de fútbol o de kung fu, o no pude ir al gimnasio esta semana. Alguna vez una sabia mujer me dijo: primero lo urgente, después lo necesario y cuando te des cuenta estarás haciendo lo imposible. Y la verdad me sirve. Así voy avanzando como un caracol, pero sin detenerme.
No te canso más. Quiero desearte lo mejor en la vida, sos un gran ser humano. Espero que pronto te veas alcanzando tus metas, que tus libros, todos, vean la luz muy pronto, y ahora viene el pedido. Regalale a los lectores dos poemas, podrían ser de Voz de Mujer o del Zoológico Sumergido, o no, los que vos elijas.
Antes que nada, agradecerte, a vos por la nota y al Diario Cuarto poder. Agradecida y afortunada de ser tenida en cuenta.
Te dejo estos dos.

Perder

“Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.”  Elizabeth Bishop
Soy una experta en el arte de perder/ he perdido mi tiempo dos horas por cada hora de las veinticuatro / Realmente soy una experta cuando se trata de perder/ he llegado a perder infinidad de veces la media perdida/ o  he perdido el paraguas en día de tormenta dos veces en la misma lluvia/Qué probabilidades hay/ Soy un experta en el arte de perder a tal punto que he osado perder dos veces el mismo amor en una sola vida

 

 

Soy Inadecuada

 

Soy la que inventó el juego del olvido y no perdí la memoria
Soy quien disfruta los abismos y prefiere los derrumbes
Soy la de la noche solitaria experta en apatías
Soy  cazadora de abandonos  curtidora de lágrimas
Soy abrazo de púas y besos de escarcha
Soy  Dalila sin tijeras  y  Cleopatra sin veneno
Soy la de las valijas vacías y el viaje sin retorno
Soy la lluvia en día laboral  y sin sombrilla
Soy la grilla que nunca se completa
Soy el zumbido anónimo del insomnio
Soy  áspera y porosa y fría
Soy invisible y ancha y silenciosa
Soy un hormiguero de nostalgias eficientemente inútiles
Soy el caudal subterráneo    bebedero de lombrices
Soy  antes que nada y siempre que todo
Una mujer inadecuada.
*Escritor. Co fundador de la Asociación Ilícita de los Poetas Muertos.

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