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Martín Guzmán ordenó comprar para renovar su oficina en el Ministerio de Economía una heladeras, freezers, microondas, 10 televisores de 50 pulgadas y hasta 72 copas de champán. Todo con plata del Estado. La renovación saldrá entre $2 y $4 millones.

Pero el resultado electoral aceleró los plazos para el ministro. No tanto por su desempeño en el cargo, sino por la carga simbólica que arrastra. Ayer se repitieron las viejas fórmulas que anticipan el voto: las crisis económicas las paga la Casa Rosada. Le pasó a Macri y, ahora, a Fernández. Los políticos se sorprenderían menos si leyeran más los manuales.

El padre de la derrota

Si el padre de la derrota es el Presidente, el jefe de Hacienda es su asistente. Guzmán atraviesa terreno fangoso desde el primer trimestre.

El hecho de tener cuentas relativamente ordenadas en medio de una pandemia resultó indigerible para algunos asesores del krichnerismo. Un epicentro en su contra se conformó alrededor de Santiago Fraschina, un economista que es secretario general de ANSES y número dos de Fernanda Raverta. Ese embate se había moderado en el último tiempo.

Los socios del Frente de Todos vienen discutiendo cómo generar confianza para cambiar las expectativas, algo que demandaría un cambio de nombres no sólo en el Gabinete, sino también en organismo clave como el Banco Central. Las elecciones son también un problema para el reclutamiento. Es más difícil conseguir talentos cuando la legitimidad propia está en caída.

Sergio Massa era uno de los más entusiastas con respecto al cambio de expectativas. Su propuesta parece ahora haberse convertido en una necesidad para el Gobierno. Para ser abogado, Massa es ducho con los números.

Les tomó afecto durante su paso por la Anses. Ahora también parece ser un buen pronosticador. Meses atrás, cuando la economía deambulaba sin rumbo y el Gobierno escondía un supuesto plan, les anticipó a varios dirigentes escépticos del Frente Renovador que lo interrogaban: “Somos cada vez más necesarios”. Incluso dirigentes del kirchnerismo tradicional comenzaron a pensar lo mismo.

¿Entra Redrado?

El presidente de la Cámara de Diputados tiene entre sus consejeros de confianza a Martín Redrado, que también intercambia ideas con Alberto Fernández y empezó a desandar el camino que lo separaba de Cristina Kirchner. Redrado manejó el área de comercio exterior de Cancillería y fue presidente del Banco Central, pero tiene como deuda personal la conducción de Economía.

Cree que la Argentina puede despegar con algunas leyes que necesitan mayoría especial y si se escucha a sindicalistas que le resultan razonables, como Gerardo Martínez (Unión Obrera de la Construcción).

El pasado de Redrado, que denosta el kirchnerismo, es también una bala de plata para la turbulencia de la Casa Rosada: pasó por Harvard, tiene en su agenda a nombres poderosos en el contexto mundial y arrancó la carrera política muy joven con Domingo Cavallo. Se sentaba al fondo de la mesa que dirigía el exministro junto a otro entusiasta dirigente, el también joven Alberto Fernández. Redrado cree que hay que estabilizar la economía. Su idea contraría la historia reciente de Cristina Kirchner, que profundizó la dirección de sus decisiones frente al fracaso electoral.

Cambios fuertes en el Gabinete

La vicepresidenta propone desde hace meses la incorporación de funcionarios más caracterizados al Gabinete. La derrota electoral le da un nuevo argumento. Antes de su desencuentro con Agustín Rossi por la candidatura en Santa Fe quería que su extimón en Diputados se convirtiera en jefe de Gabinete.

Cristina Kirchner también había indultado a Julián Domínguez (pasó por Agricultura en la anterior gestión kirchnerista), quien devolvió gentilezas usando el hashtag #LaVidaQueQueremos, y reivindica la capacidad de gestión de Aníbal Fernández, quizás su prototipo de funcionario. Más que una incorporación, llegar al Gabinete sería un ascenso para Fernández, que maneja Yacimientos Carboníferos Río Turbio (YCRT) por pedido de Alicia Kirchner y discute cotidianamente en los canales de televisión defendiendo al Gobierno.

Los dirigentes del Frente de Todos descontaban la semana pasada que Martín Guzmán se quedaría, al menos, hasta cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hoy nadie asegura su permanencia en el Gobierno ni el futuro de la discusión por la deuda. Su principal defensor en el Gabinete es el presidente Alberto Fernández.

La renovación del comedor es un tema menor en la agenda del Ministerio de Economía. Por ejemplo, también le pidió a Luciano Mario Di Gresia, exfuncionario de la provincia de Buenos Aires, asesoramiento para la construcción de un “modelo de equilibrio general para la economía argentina” que considere reformas fiscales y su impacto distributivo. Es, justamente, lo que buscan todos.

El resultado electoral puede desencadenar algo que no estaba en los planes de Hacienda. La licitación por las 72 copas de champán se abrió el viernes pasado. Quizás solo estén disponibles para un brindis que haga el sucesor de quien las encargó.

fuente: La Nación

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