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Untech, la empresa tucumana nacida a partir de una notable investigación médica con raíces en la UNT y ramificaciones en el Conicet, ya puede exhibir su estatus internacional.

Sus cofundadores Alberto Ramos Vernieri y Rubén Salim Brovia anunciaron que el gel que desarrollaron para curar heridas crónicas, pronto comenzará a ser probado en seres humanos.

Los ensayos clínicos se haránen el Hospital Italiano de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.+, lo que constituye un significativo logro para un proyecto que ya pasó por la NASA, y que despierta curiosidad y asombro en los centros de innovación de todo ell planeta.

Después del Italiano se abre un panorama que, si se cumplen los pronósticos, cuenta con la posibilidad de sanar a pacientes diabéticos acostumbrados a vivir con llagas en los pies en cualquier latitud del planeta.

Esta ilusión estimula a Ramos Vernieri, doctor en Bioquímica, y a Salim Brovia, licenciado en Administración, quienes protagonizan una historia que hasta se hizo merecedora de un libro.

Además de la ganancia simbólica que obtendría la provincia, parte de los beneficios económicos que consiga este invento ingresarán a las arcas de la UNT y del Conicet.

Hay mucho en juego, pero los socios no se inmutan ni siquiera cuando cuentan que, para proyectar un impacto con la escala global anhelada, hace falta una inversión de cientos o, quizá, miles de millones de dólares.

Untech nació hace ocho años. Su nombre fusiona las siglas de la UNT con la versión informal del sustantivo inglés “technology”. Según Salim Brovia, máximo ejecutivo, la empresa construyó su presente a partir de la superación de diversos momentos cruciales interconectados.

Una de esas fases es la de la internacionalización, que se consolidó con las patentes concedidas por los Estados Unidos, Israel y Sudáfrica, y las solicitadas en otros 43 países.

“Esto en sí mismo es un hito muy potente para un medicamento surgido de Tucumán”, apunta.

La protección de la propiedad intelectual habilitó a Untech para conversar con una posición más sólida con los actores de la industria farmacéutica, que son los que al final han de producir los geles y de ocuparse de que lleguen a quienes padecen las heridas crónicas.

El proyecto sobrevivió durante este tiempo gracias a las inversiones de particulares, y de empresas argentinas y extranjeras -como Singularity University-, que confiaron en él y creyeron que en algún momento recibirán un retorno.

Salim Brovia calcula que hasta aquí reunieron alrededor de un millón y medio de dólares ($ 1.100 millones según la cotización paralela de la divisa).

“Ahora nos estamos preparando para levantar capitales de Boston y de Estados Unidos en general, que es donde se encuentran los inversores de la magnitud que necesitamos y para el tipo de proyecto que tenemos”, agrega.

El proceso de internacionalización arrancó luego de la pandemia e incluyó participaciones en las conferencias más prestigiosas del globo de la especialidad médica, donde los cofundadores de Untech entraron en contacto con una eminencia mundial del tema “heridas crónicas”, Thomas Serena, quien se sumará al emprendimiento como consejero.

Una de las propiedades que caracteriza al medicamento base de este emprendimiento es que ataca todas las situaciones que generan la cronicidad de las heridas.

Si bien el amplio espectro parece una fortaleza, decir que la crema vale para todo tipo de heridas crónicas requeriría pruebas clínicas extremadamente costosas y, por ello, la estrategia de Untech consiste en empezar por las úlceras venosas, que es donde se espera la mayor eficacia terapéutica.

“Para hacerse una idea, sólo ese testeo demanda una inversión de alrededor de U$S 30.000 por paciente, y podríamos necesitar 200 o 250. Y lo más grave es que superar la prueba no garantiza que el medicamento vaya a ser comercializado. Por ejemplo, porque debe entrar en el listado de drogas reconocidas por las obras sociales”, detalla Ramos Vernieri.

A los cofundadores de Untech la vida los juntó de una forma poco comun: se conocieron gracias a que el ex diputado de Pro y empresario, Facundo Garretón, fue un día a hacer campaña en el laboratorio donde trabajaba Ramos Vernieri, en ese momento profesor de la Cátedra de Inmunología de la Facultad de Bioquímica, investigador del Conicet y cofundador del primer laboratorio con fines de transferencia de tecnología del país (LEFyBiFa).

Ese contacto inicial se tradujo en un encuentro donde el científico pudo contarle al entonces político que estaba detrás de la fórmula para curar heridas crónicas.

A Ramos Vernieri ya le habían picado las ganas de pasar al “mundo real” y, entonces, Garretón, que era mentor de Salim Brovia en otros emprendimientos, lo conectó con aquel y los instó a desarrollar el proyecto juntos. “Facundo, además, invirtió en el proyecto y acercó a otros inversores”, detalla Salim Brovia.

Así nació un emprendimiento de raíces tucumanas con un objetivo altruista, que de a poco va derribando barreras camino a convertirse en una de las grandes innovaciones de la medicina moderna.

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