Por Manuel Ernesto Rivas. Ya se apagaron los ecos de un año finalizado y archivado en el pasado, aunque los últimos remezones repercutan tranquilamente en este 2018 en pañales.

Se trató de un año político de gran intensidad sazonado con odios, desencuentros y decepciones, que alimentaron aquella virtual grieta que existe entre los argentinos y que notamos cada vez que cualquier ciudadano se enfrasca con otros en discusiones políticas. Es como hablar de religión o fútbol. ¿Quién puede convencer al más fanatizado?
La teoría de la “pesada herencia”, fraguada por la mente del asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba, dio su resultado, no sólo en lo teórico, sino en la movilización de una Justicia federal que había sido tildada de lenta o de condicionada, especialmente en los tiempos del “kirchnerismo”. Sin embargo, en su contra, podemos decir que la rapidez con la que se investigan los hechos de corrupción de la gestión anterior, con el encarcelamiento de varios ex funcionarios, entre ellos nada menos que un ex vicepresidente, Amado Boudou, es inversamente proporcional a la lentitud con la que se encaran las causas que involucran a los referentes del oficialismo nacional, entre ellos el propio presidente Mauricio Macri.
Una excepción podría ser la investigación de los negociados en Corea del Sur, que dimos en llamar “Plan CoreANO” y que involucra al ex titular del Plan Belgrano, José Cano, y sus colaboradores y entorno. Allí, el fiscal federal Guillermo Marijuán, quien realizó una investigación preliminar que derivó en dos denuncias contra Cano, demostró que puede investigar al kirchnerismo y al macrismo por igual. En esa misma sintonía, la fiscal Alejandra Mángano procedió a la imputación del entonces candidato a diputado nacional.
También el mandatario profundizó los incumplimientos de promesas electorales. Recientemente publicamos una nota en que sólo había cumplido dos de sus veinte compromisos puntuales en los tiempos de campaña política que lo enfrentaban al candidato kirchnerista y ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli.
A esos imcumplimientos del macrismo se sumaron acciones de ajuste como la reforma previsional, aprobada a toda costa en el Congreso de la Nación, mientras se producían disturbios en las inmediaciones y aún dentro del recinto entre los parlamentarios. Muchos de los cuales fueron sancionados luego de los hechos que se difundieron en todos los medios de comunicación nacionales y que tuvieron su eco internacional.
Los jubilados y pensionados argentinos, como en otros tiempos, fueron convidados de piedra a la hora de opinar sobre sus propios ingresos. Lo curioso es que la variable de ajuste no pasa por los sectores económicamente poderosos, como las regalías mineras, el juego, la producción agrícola e industrial, sino que se ensaña con nuestros viejos.

Los coletazos hacia el 2018
Justamente la reforma previsional es el preludio de otras transformaciones y ajustes, pero esta vez en el sector activo. Este año se viene la reforma laboral. ¿El objetivo? En teoria atraer inversiones. Aunque ello no esté garantizado ni sea una receta que haya sido infalible en otras partes del mundo.
¿Los perjudicados? Los trabajadores, que verán perder conquistas laborales históricas y que serán llevados a un estado de precarización similar al que se aplicó en el “menemismo”.
Los dirigentes sindicales se ven divididos, como si se tratara de una grieta particular. Algunos ya le dieron el OK a las propuestas del Gobierno de Macri, otros ya anticiparon que saldrán a protestar y que aplicarán un plan de lucha. Algunos analistas ensayan la teoría del miedo en muchos de los sindicalistas que observan cómo se mete presos a aquellos que hicieron de la representación de los trabajadores un negocio. Tienen una espada que pende sobre sus cabezas y se encuentran arrodillados ante una presión que sólo busca beneficiar a empresarios, multinacionales y supuestos inversores internacionales, que hasta el momento no aparecen. Quizás lo hagan cuando todo esté consumado.

La tristeza del ARA San Juan
Sin duda, uno de los hechos que generó gran conmoción entre los argentinos fue la pérdida del submarino ARA San Juan con sus 44 tripulantes. No quedaron claros los verdaderos motivos por los cuales la nave fue enviada al sur del país, tampoco las causas por las que se perdió en las frías aguas del Atlántico Sur. El Gobierno nacional demostró que no estuvo a la altura de las circunstancias y el dolor de los familiares directos y de los argentinos, que siguieron con atención los operativos de búsqueda con la participación de más de una decena de países. Culpar a la gestión anterior a dos años de iniciado el Gobierno no sirvió. La responsabilidad de enviar el submarino al Mar Argentino es de las autoridades de la Marina y del propio jefe de las Fuerzas Armadas, el presidente Mauricio Macri.
Por estos días se siguen dando resultados negativos en los intentos de búsqueda de las pocas potencias que quedan en esa misión, como por ejemplo Rusia.
En fín, el 2017 terminó sin pena ni gloria, sin un balance positivo, y con perspectivas poco alentadoras, aunque la esperanza debe ser lo último que se pierda. Tendremos que remar en un año que no será electoral, pero sí político.

Comments

Comentarios