Tucumán ya es un verdadero cambalache

“Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador…”

Dice un fragmento del tango escrito y musicalizado allá por 1935, por Enrique Santos Discépolo. En él quería reflejar el estado de corrupción de la sociedad de su momento.

“No pienses más; sentate a un lao,
que ha nadie importa si naciste honrao…
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley…”

Remata aquella sabia letra tanguera que se transformó en universal, a tal punto, que hoy puede aplicarse tranquilamente a la realidad provincial. La muerte del sacerdote Juan Viroche, el miércoles de la semana pasada en su parroquia de La Florida, descorrió un telón para poner de manifiesto la gravedad del consumo de drogas y la descarada venta de estupefacientes en nuestra provincia. Lo curioso es que no es algo que no se supiera, porque los tucumanos parecían tan anestesiados como los jóvenes que consumen “paco” a diario, en estas tierras en donde se declaró la independencia argentina hace dos siglos.
Nos acostumbramos a convivir con los jóvenes adictos, con los lugares de venta, con los “dealers” que se pasean en motos sin patente o robadas, pero la muerte del sacerdote pareció despertarnos a una cruel realidad. Ya nadie está seguro, ni siquiera un ministro de Dios. Más allá de que se hable de suicidio, inducido o no, ¿qué le queda al resto de la sociedad? ¿Qué le queda a muchos de los vecinos que tienen que enrejarse, colocar alambres de púas y vidrios en tapias y rejas para evitar que ingresen a rapiñarles lo que sea para venderlo e incluso intercambiarlo por unas cuantas dosis de “paco”?
En una sociedad en la que nadie se hace cargo de nada, pasan estas cosas y aún peores. Tucumán es un cambalache en donde todos, los malos y los buenos -por decirlo de una manera simple- están entreverados. Sin saber quién es quién.

Festejos en Casa Histórica
Vayamos a cuestiones más simples reflejadas en la edición semanal de Diario Cuarto Poder. Los eventos y festejos que tienen lugar en la Casa Histórica, el momento más importante de la Historia argentina; sin que el Ministerio de Cultura de la Nación pueda ejercer un control, como autoridad que maneja los museos a lo largo y ancho del país.
Nuestra publicación sobre un evento que se descarriló, en coincidencia con la llegada de la primavera, en ese mítico tercer patio, en donde se encuentran esos hermosos relieves surgidos de la creatividad de nuestra querida escultora Lola Mora, motivó la aclaración desde la cartera de Cultura nacional sobre la no autorización del evento y el recuerdo de cómo son los mecanismos para realizar un evento en ese lugar.
En los días siguientes se sucedieron los eventos que ya habían sido contratados en ese lugar, ante la imposibilidad de reintegrar el dinero que se había cobrado (48 mil pesos por evento). Allí tampoco hubo control por parte del Ministerio.

¿Apoyo a deportistas?
Otro caso reflejado en nuestras páginas es la negativa de la Dirección de Deportes de Concepción, a apoyar la participación del niño Valentín Cardozo, de 9 años, en el Campeonato Mundial Abierto de Artes Marciales. Había otras prioridades en la gestión de Roberto Sánchez. No entendió lo mismo un vendedor de churros, Alejandro Arévalo, quien le dio la recaudación de todo un día y despertó otras acciones solidarias, que permitieron al chico participar del torneo -que era en Buenos Aires- y coronarse por cuarta vez consecutiva campeón del mundo en la especialidad. No llama la atención esta injusticia, en una provincia en donde otro intendente, de una “Ciudad Jardín”, concedió un subsidio de 20 mil pesos a un deportista acusado y luego condenado, de abusar de su propia hija.
Es este mismo cambalache que señala que Viroche se suicidó de espaldas al altar, para pedir perdón por su acto, sin pensar que pudo morir mirando a los ojos a sus victimarios.

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