Y de repente todo se desmadró. De musculosa roja y gorra blanca, afónico y sudado, un hombre intentó parar al grupo más desaforado, el que se había metido de prepo en dos tandas en el interior de la comisaría 38° de Flores, provocando destrozos y obligando al comisario a refugiarse en una oficina. Cuando el jefe de la seccional salió a dar la cara, no pudo pronunciar dos oraciones seguidas. El abucheo fue infernal. En la vereda el clima era otro: con globos negros y carteles que pedían “Ni un vecino menos”, esperaba el grueso de vecinos, comerciantes y amigos de Brian Aguinaco (14), quien murió tras agonizar tres días, luego de ser baleado por motochorros.

Cerca de las 12​, y tras más de tres horas de toma, un grupo de familiares y amigos de Brian anunció una reunión con autoridades para el martes y propuso abandonar la comisaría. Sin embargo, luego de una breve asamblea, los manifestantes resolvieron continuar con la medida.

La manifestación comenzó cerca de las 19 en Asamblea y Rivera Indarte. Desde allí, unas 200 personas se se trasladaron a la seccional -ubicada en Bonorino y Alberdi. Cerca de las 21 se vivieron los momentos de mayor tensión. El grupo más violento, entre los que había varios hombres con camisetas de fútbol, protagonizaron empujones con policías que resistían con sus escudos. También hubo insultos al jefe de Gobierno Porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y a la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, a quienes le reclamaban la presencia en el lugar.

Mientras eso sucedía, el ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, Martín Ocampo, advirtió en diálogo con TN: “El contexto de la comisaría no es el mejor para entablar un diálogo. El delito no se soluciona cometiendo más delito. La comisaría no puede estar tomada”. Luego de anunciar que no enviaría refuerzos al lugar, aceptó que el reclamo de la gente era “justo” y dijo que “el camino para encontrar soluciones es otro”. Con ese mensaje, descartó la visita de algún funcionario.

En sintonía con sus declaraciones, varios de los manifestantes se mostraron en desacuerdo con la violencia: “Venimos pidiendo seguridad y así no la vamos a conseguir”, le decían a Clarín. ¿Cuál era el principal reclamo? Más presencia policial, operativos de prevención y controles a las motos. “El pueblo se está manifestando. ¿Qué esperan? ¿Otra muerte?”, se quejaba uno de los vecinos.

La única autoridad que intentó hablar con los vecinos fue el comisario Manuel Monzó. Entre gritos y empujones prometió trabajar para mejorar la seguridad en la zona, pero tuvo que interrumpir su discurso cuando la situación fue tomando temperatura nuevamente. Acorralado, se refugió en el interior de la seccional, aunque no pudo hacerlo en su despacho, una de las oficinas que sufrió destrozos.

Fuente: Clarín

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