Segundo Díaz escritor
El escritor tucumano Segundo Díaz.
Una simple coincidencia | Hoy entregamos el segundo capítulo, de la segunda parte de Los Perros Asesinos, a cargo del escritor y periodista tucumano Segundo Díaz. Tal como el autor lo prometió a Diario Cuarto Poder, nosotros cumplimos con la difusión.

Los perros asesinos II – Capítulo 2

-Madre, no sé para qué se tomó el trabajo de venir…

– Vendré las veces que me dé la gana, ya que eres mi hijo y tú no me mandas.

– Pero este no es un hotel, ¿acaso no percibe la horridez de mi encierro? Ahora vivo como un animal enjaulado.

– Igual sigues siendo mi hijo.

– Para usted siempre seré su hijo, porque las relaciones de sangre no tienen vencimiento. Pero ese no es el problema.

– Y según tú, ¿cuál es el problema?

– Que pueda llevarse un gran chasco. No quiero verla apenada, que se dé cuenta que ya no soy el que conoció en libertad.

– Deja que sea yo la que opine respecto a eso.

– Pero ya que está aquí le haré una pregunta, quiero que me despeje una inquietud.

– Pregunta, que si en mis manos está…

– Dígame ¿qué sabe de Lidia?

– Ya veía que la pregunta venía por ese lado, y te contestaré. Después de la última carta que traje no volví a tener novedades de ella. Ha dejado de venir por casa, no me visita ni se deja ver, pero no la culpo. Es una mujer joven que se dejó influenciar por la familia, Horacio.

– Pregunté por preguntar nomas, creí que todavía se comunicaba con usted.

– Será mejor que no te distraigas pensando en ella. Ahora que se dictó la condena tenemos que concentrarnos en preparar la apelación.

– ¿Por qué le tiembla la voz? Demasiado bien la conozco, sé que algo la abruma. No está convencida, ¿verdad?

– Me preocupa la apelación, porque no será fácil. Los tiempos que maneja la justicia no son los nuestros. Pero te pido tengas fe. Lo que se pueda hacer se hará. Desde aquí afuera no dejaremos de abogar por tu libertad.

– Es todo tan extraño, recién en estos días he vuelto a pensar en mi encierro…

– No es extraño Horacio, uno comienza a echar de menos la libertad solo cuando ya no la tiene.

– Madre, últimamente he tenido una visión horrible.

– ¿Te persigue en sueños? – No madre. La otra mañana, oteando por el hueco de mi encierro, la presentí en el desordenado vuelo de una bandada de ​chumucos​ (1) que cruzaron sobre el cielo del penal.

– ¿Qué creíste ver en el vuelo de esos pájaros, Horacio?

– Usted bien sabe que desde niño tengo ese don de anticipar en las señas los hechos, y que casi nunca me equivoco.

– Por eso mismo lo pregunto.

-Pero jamás tuve una visión tan desoladora como esta. Se lo diré de buenas a primera, madre. En ese vuelo creí adivinar el avecindamiento de una mayor y más infame calamidad.

– Mejor ya no me digas nada, peor de lo que estamos ya no podríamos estar. No te angusties ni me angusties Horacio.

– Esa calamidad caerá sobre todos nosotros, pero no diré más, perdone…

– Son las preocupaciones las que te obsesionan. No solo te preocupa estar preso sino también vives pendiente de lo que ocurre afuera en tu ausencia.

– Fue demasiado pavoroso lo que creí ver, madre. Así que seguiré su consejo y cambiaré de tema… me di cuenta que si antes tenía poco ahora ya no tengo nada, soy un infeliz, madre. No me extraña que Lidia me haya dejado…y que quizás esté con otro ahora.

– No te tortures Horacio. Haremos la apelación y si no nos va bien haremos otra…y otra, y así hasta que salgas. En cuanto a Lidia, es mejor que la olvides…

– Le pregunto de nuevo, ¿qué sabe de ella mamá? ¿Acaso está con otro hombre?

– No sé nada, ya te dije…

-Y ¿por qué llora entonces?

– Porque me he dado cuenta que todavía sigues queriendo a esa mujer y que sufres. Y yo no tengo valor para verte sufrir, Horacio.

– Si me aconseja que la olvide es porque algo oculta. Ahora no puede marcharse sin decirme lo que sabe.

– No hace falta que me interpeles, Horacio. Soy tu madre, y tu felicidad es la mía.

– Tiene razón, perdóneme madre, ya demasiado mal trago le estoy dando estando convicto.

– No Horacio, no pienses así. Estoy convencida que a pesar de tu encierro sigues siendo el mejor de los hijos. Te equivocas si crees que me diste un reniego por defenderte, siempre preferiré un hijo preso a uno muerto.

– Dice eso porque no sabe quién está metido de por medio.

– Sí que lo sé. Hablas del sindicalista, de Justiniano Pérez.

– Justamente de él y de toda la ​matufia (2) que forma parte de su entorno. ¿Acaso no sabe que ese hombre busca verme hundido?

– Justiniano Pérez tiene influencias, pero nosotros la razón, Horacio.

– Todavía no entiendo cómo a sus años no pudo descubrir el poco valor que tiene la razón frente al dinero y las influencias de los poderosos.

– Antes que te desbarates la cabeza, será mejor que te diga lo poco que sé acerca de Lidia. No es mucho, pero te ayudará a razonar.

– Qué es lo que debo razonar, según usted. Como ya le dije, si me habla de esa manera es porque siempre estuvo ocultando algo. Lo único que le voy a pedir es que sea sincera y no se guarde nada, que no se lo impida el creer que todavía amo a esa mujer, madre.

– Lo que tienes que saber es que Lidia no es ajena al hecho que desencadenó la tragedia.

– Pero si ella ni siquiera estuvo presente esa noche, cómo puede decirme que tuvo algo que ver.

– Quizás no de manera directa. Ella no es todo lo inocente que tú piensas. Lidia Ponce conocía al muerto.

– Sí lo sé, todos nos conocíamos. Usted bien sabe que éramos vecinos de ​Granja Modelo (3).

– Aunque te duela seré directa ya que pareces no entender. Lidia Ponce en algún momento fue amante de tu rival. La animosidad que él te guardaba siempre fue por esta única razón.

– Cómo puede decirme algo así. El día que Justiniano Pérez fue por la comisaría a gestionar se me obligara a firmar una declaración donde confesaba que no actúe en defensa propia, fue ella la que vino a advertirme. Sepa usted, ella me dijo que había urdido esa historia de darse a conocer como antigua amante del muerto, tan solo para engañar a Justiniano Pérez y sonsacarle el día y la hora exacta en que iría por mí para hundirme.

– Sacate la venda de los ojos, Horacio. Aunque te duela, la información que te traje acerca de Lidia es irrefutable. Me la arrimó gente de confianza, es de buena fuente.

– ¿De qué buena fuente me habla usted? ¿Quiénes arrimaron esa información?, ¿los chismosos del barrio?, ¿sus comadres?, ¿algún pariente malintencionado? Sepa que toda esa gente se regodea con mi desgracia y quieren enlodar a Lidia con habladurías.

-Veo que no seré capaz de hacerte entrar en razón. Esa mujer te embobó haciéndote probar de su impudicia, Horacio.

 

(1)Chumuco (o cormorán): Especie de aves suliformes acuáticas que se alimentan de peces, cuyo hábitat principal son bañados, lagunas y márgenes de ríos. 

(2)Matufia: Argentinismo que indica ardid, engaño, manejo oculto para concretar una estafa.

(3)Granja Modelo: Actual barrio perteneciente a la localidad “Los nogales”, Tucumán,donde antiguamente se asentaba una unidad productiva agrícola, creada por Alfredo Guzman en 1914

Datos biográficos del autor

Segundo Orlando Díaz, escritor, poeta y periodista tucumano. Publicó los libros, “Mis parientes rurales” (relatos cortos); “Canto del Enamorado” (poesía); “El paraje encantado” (novela de terror); “Los perros asesinos” (novela histórica); “Los detectives holográficos” (novela de ciencia ficción) y su última publicación fue “Relatos Subliminales” (cuentos breves).

Recibió distinciones y reconocimientos a lo largo de su trayectoria. Algunos de sus trabajos, tanto literarios como periodísticos, han sido publicados por Diario Cuarto Poder, del que es asiduo colaborador.

 

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