Relatos cotidianos de la mano de Miguel Ángel Figueroa

Escritores contra la pandemia | El escritor Miguel Ángel Figueroa se suma al ciclo de Diario Cuarto Poder con un relato de la publicación “Personajes del Barrio El Bosque 2”, producto del Taller Espacio de Epicuro, creado por él y Noelia Mónaco.

Carnicería Carlitos

NECESITAMOS CARNICERO Y CAJERA. Así era el anuncio que salió en la Gaceta
el 12 de abril. Anita acababa de comenzar las clases en la facultad de Psicología,
su sueño era poner un consultorio para tratar la psique de todas las personas.
Carlos había quedado sin empleo. Se dedicó por años a trabajos que no lo hacían
feliz, él amaba la carnicería y todo lo relacionado a ella. Su bisabuelo mataba
animales en los cerros tucumanos, su abuelo también lo hizo y Carlos aprendió de
su padre el trabajo de matarife. Carneaba cualquier clase de animales, pero con el
paso del tiempo se fue olvidando porque se vinieron para la ciudad en busca de un
mejor futuro.
Terminada la clase de Introducción a la Psicología, Anita vio la noticia en el
Facebook y salió volando para conseguir ese trabajo, mientras caminaba por los
pasillos de la facultad, pensaba cómo combinar los horarios de las clases y SU
nuevo empleo. Tomó el 4 en la Avenida B. Aráoz, el viaje hasta el barrio El Bosque
duró 50 minutos, el tránsito en el centro era un caos. Se bajó en la calle Passo, miró
la hora en el celular y comenzó a correr, llegó a la Santiago y dobló en dirección a
la Avenida Ejército del Norte. Vio la carnicería, había mucha gente parada buscando
SU puesto de trabajo. Cruzó velozmente la Avenida, corrió con la cabeza agachada
y cuando llegó a la Corrientes un tipo fortachón se bajó de su honda WAVE y se
puso en la fila. Ella se enojó, maldijo el tránsito de Tucumán. Muchas veces pensó
en mudarse a una provincia más tranquila, con menos autos, con menos personas.
Carlos leyó muy temprano el anuncio en la Gaceta papel de la Quiniela, tuvo
tiempo de arreglarse, se puso la mejor ropa para conseguir ese trabajo. Decidió no
llevar un CV porque su experiencia era vasta, solamente pensaba cómo encarar a
su patrón y demostrarle con hechos que él era el más capacitado para desempeñar
el oficio de carnicero, le mostraría las múltiples cicatrices en las manos y en los
brazos de esa manera probaría que él era el mejor de todos. Mientras avanzaba en
su moto por la calle, iba pensando en las cosas que compraría con el dinero fruto
de SU nuevo empleo. El grito de un changuito, que pide monedas en los semáforos
de la Ejército del Norte y Belgrano, lo trajo a la realidad. Le respondió que la semana
siguiente le daría. Llegó a la carnicería, vio a la gente haciendo fila, aceleró, paró la
moto y se puso detrás de un hombre.
De a uno iban pasando a la entrevista, Anita y Carlos estaban nerviosos, Carlos
hablaba solo y a Anita le temblaban las manos. Ella se animó y preguntó:
¿Cómo te llamás?
Me llaman el Carlos
Los dos se quedaron callados nuevamente, él se vio obligado a seguir con la
conversación:
Sos muy chica para venir a trabajar a estos lugares, sabés que es mucho para una
nena como vos. Vos deberías estar en tu casa con tu mamá.
No soy una nena como vos pensás, sabés que lo que acabás de decir es un
pensamiento machista. Yo ya voy a la facultad.
Ella, enojada, le dio la espalda porque le molestó el comentario de Carlos. Si bien
era una adolescente, tenía carácter para enfrentarse a cualquier persona y podía
realizar cualquier trabajo. Cuando se acercaba su turno para la entrevista, se dio la
vuelta y vio que estaban trayendo un cartel con el nombre del local CARNICERÍA
CARLITOS. Lo miró al Carlos y puso cara de sorpresa ante tal coincidencia.
Se llama como vos. ¿Acaso sos el dueño? –preguntó con una risa burlona.
Sí, me la acabo de comprar y soy tan honesto que me vengo a hacer la cola.
Suerte le dijo Anita al Carlos. Él sonrío y le respondió vos ya estás contratada voy
a hablar con mi hermano para que seas la nueva empleada. Ambos se rieron. Al
Carlos le bastaron cinco minutos para convencer a su nuevo patrón de que era el
mejor carnicero de la provincia. Nadie sabe qué le dijo pero el patrón lo contrató de
inmediato. Al salir, le dijo a Anita que no hacía falta que entrara que los dos iban a
trabajar y que se presentara el lunes próximo a las 7 de la mañana. Desde la puerta
del local, el dueño de la carnicería les dijo a los que esperaban que ya tenía a sus
dos empleados y que no perdieran más tiempo.
Falto yo –gritó Anita. Vos ya estás adentro –le contestó Carlos, el dueño de la
carnicería.
Anita se fue a buscarlo al Carlos que se estaba subiendo a su Honda WAVE.
¿Cómo conseguiste trabajo para mí, qué hiciste?
Para el tipo, sos mi hija. Nos vemos el lunes.

Datos del autor

Miguel Ángel Figueroa nació en la ciudad de San Salvador de Jujuy. Estudió en el Colegio Nacional. Llegó a Tucumán a los 17 años para estudiar Letras. En nuestra Universidad Nacional de Tucumán (UNT) se recibió de Lic. en Letras Clásicas. Junto con Noelia Mónaco creó el Espacio de Epicuro, cuyo taller literario dirigen.

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