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Por Fabián Seidán de Diario Cuarto Poder. El gobierno lanzó Precios Justos, con el claro objeto de lograr contener la inflación, pero lejos está de conseguirlo por tres motivos: 1) los comercios de cercanía no sólo no se sumaron, sino que remarcaron todo; 2) en los supermercados los productos se “congelaron” pero a precios altos; y 3) no entraron en el programa la carne, el pan, ni las frutas y verduras.

La quimera de la inflación

El secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein, defiende a rajatablas el programa Precios Justos que anunció la semana pasada el ministro Sergio Massa al resaltar que servirá para bajar la inflación.

Para el gobierno, ésta es una muy “buena herramienta” para intentar desacelerar la inercia inflacionaria del 6 ó 7% hacia el 4% mensual, en los meses que vienen. “Precios Justos no es para eliminar la inflación mientras aumenta el déficit, sino que es para bajar la inflación mientras el déficit fiscal baja”.

Si bien este trabalenguas puede sonar lógico en el plano económico o de las ciencias económicas, lo cierto es que el programa Precios Justos estaría lejos de ser la solución al problema de la inflación para los argentinos.

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Las frutas y verduras siguen subiendo sus precios.

Beneficio para los grandes empresarios

Hay que tener en cuenta que Precios Justos se hizo en común acuerdo con los grandes mayoristas y supermercados, bajo la promesa de que si no aumentan los precios más de un 4% mensual en los próximos 4 meses, podrán comprar dólares a un precio diferencial, mucho más conveniente.

Así nació “Precios Justos”, un esquema de control de precios para una canasta de 1.823 productos del sector alimenticio, donde no entran la carne, las verduras, frutas, ni el pan de mesa.

Y al no estar esos productos esenciales, los supermercados podrán usar los productos enlistados como un ancla para atraer a los clientes y vender más, a precios inflados.

Los supermercados no son locales de beneficencia como tampoco los comercios de cercanía, que aprovechan la inestabilidad económica y el descontrol reinante para remarcando precios.

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Los quesos y fiambres también están en una escalada de precios que los hacen productos de lujo.

Negocios de cercanía

Hay que tener en cuenta que los almacenes tradicionalmente manejan precios un 25% más caro que los supermercados por distintos motivos, siendo el principal el precio más alto de los productos que reciben para vender o revender, por parte de los distribuidores y mayoristas.

Por ejemplo, en los súper, abundan las ofertas de “lleve 3 y pague dos”, o lleve “4 y pague tres”; porque tienen un elevado e importante stock. En cambio los almacenes de barrios cuentan con mercadería justa, con stock limitado, que reponen semanalmente y cuyo precios varían según el aumento de la nafta, de la luz, del gas, del agua, de los impuestos y seguros, etc.

En ese plano, los supermercadista,  reconoce que a pesar de que los negocios de cercanía tienen precios más caros, hay gente que los sigue eligiendo, porque se trata de clientes que realizan muchas pequeñas compras diarias, en efectivo o al fiado, en vez de hacer una sola compra grande.

Ahí, frente a ese público cautivo, aprovechan para vender todo más caro, sobre todo en épocas especiales como ocurre ahora con el Mundial de Fútbol y las próximas fiestas de fin de año.

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La carne vacuna no para de subir. Y con el Mundial y las fiestas, se vienen más aumentos.

Se vienen más remarcaciones

Hablando de eso, los consumidores deben tener en cuenta que el último tramo del año es el más caro debido a que llegan las fiestas a lo que hay que sumar esta vez el Mundial de Qatar, que tendrá lugar desde el 20 de noviembre al 18 de diciembre.

Es sabido que la gente vive con especial énfasis el fútbol, por lo que se espera un aumento del consumo de bebidas con y sin alcohol, como así también de asado, frutas y verduras, productos que, justamente, suelen aumentar su valor mensualmente.

Ahora bien, ninguno de esos productos entra en el programa Precios Justos, por lo que para muchos la inflación va a seguir igual –o peor- en este último bimestre del 2022.

La carne no para de subir y sólo este año ya aumentó más de un 80% en góndolas un kilo de costilla cuesta 1.199 pesos; la fruta se volvió todo un lujo; la papa vale seis veces más de lo que valía en julio (150 pesos el kilo); cada huevo se vende a 35 pesos, una gaseosa cola de marca cuesta 300 pesos (2 litros); una cerveza de litro cuesta 350 pesos; un vino en caja de cartón también.

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Comer un buen asado se volvió casi una quimera con los actuales precios.

Abrazados por la pobreza

La inflación de octubre fue del 6,3% y alcanzó un alza del 88% en los últimos 12 meses. En lo que va del 2022, acumuló un alza del 76,6%. En el caso de los alimentos y bebidas, la evolución de precios llegó al 6,2% y fue el rubro que mantuvo mayor incidencia en las distintas regiones del país. Dentro del sector, lo que más se destacó fue la suba en verduras, tubérculos, legumbres y frutas. Con esos incrementos, la gente se volvió pobre, muy pobre en pocos meses.

De esta manera, la aceleración de precios seguirá en el rumbo alcista hasta llegar al 100% para el cierre de este año. Así, no hay Precios Justos que valgan.

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