Por Manuel Rivas* director Diario Cuarto Poder / “Mujeres de agua”. A poco de la presentación del libro de Patricia Mora, este viernes a las 19, en el Círculo del Magisterio, mantuvimos el siguiente diálogo sobre su obra y la actividad literaria.

—¿Cuándo surge su vocación literaria?
—Me recuerdo a los 10 u 11 años leyendo en la biblioteca de la comuna de Alpachiri todo lo que había disponible. Los cuentos de los hermanos Grimm, La vuelta al mundo en 80 días, Viaje al centro de la tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino y demás libros de Julio Verne, más el resto de libros, más todas las revistas que había en los estantes, y sumado a eso, vivir en un pueblo de vegetación exuberante y caminos de tierra, sin televisión, con tiempo fuera de la escuela para andar vagando por los callejones o quedarme mirando las escenas cotidianas de la familia, fueron materia prima en enorme cantidad para desbordarme.
Dejando la niñez y adentrándome en la adolescencia tuve por fortuna soledad y silencio para transformar esa materia prima en escritura y atravesar esa primera transición lo mejor que pude.
—La poesía predomina en su producción ¿No puede dejarla de lado cuando escribe en prosa?
—La poesía es mi manera de escudriñar la humanidad propia y ajena y las relaciones con el mundo y en el mundo. En mi caso está llena de preguntas, imágenes, sensaciones y más preguntas. Se la podría definir como una búsqueda incesante e infructuosa de respuestas. Por eso mi narrativa está impregnada de lo poético, inevitablemente. De la mirada que trasvasa lo aparente.
…Encontrar indicios en el medio del camino y retornar a la fiebre.
Es necesario.
La prescripción correcta para enfermar de cosas viejas.
De viejas preguntas sin respuestas.
Para regresar a las profundidades.
—¿Qué cosas le inspiran?
—Por lo general, creo que me inspira la procesión que va por dentro, eso que urge por manifestarse o saciarse. Seguramente ese hecho es provocado por estímulos externos, lo que puedo ver o vislumbrar, lo que puedo sentir, las pérdidas, el amor, el sol a la mañana, etcétera, y la lectura ávida de poesía, que me pone en sintonía inmediatamente con mi propia escritura. Idea Vilariño, Gioconda Belli, Ida Vitale, Cristina Pérez Rossi, Wislawa Szymborska, algo de Octavio Paz y Borges y muchísimos más, además de los que descubro a diario por acá cerca, en la provincia.
—¿Qué sientes cuando un evento literario tiene éxito, como el ciclo que llevas adelante en Aguilares?
—Los Encuentros Literarios de Aguilares que arrancaron en febrero de este año,  que coordino, y organiza el Municipio a través de la Intendente Elia Mansilla, no dejan de sorprenderme.
Realizo gestión cultural independiente desde hace algunos años, con la realización del 1° y 2° Encuentro Regional de escritores en 2014 y 2015 y luego estuve co-coordinando los cafés literarios de LiterArte, hasta el 2017 creo, para dedicarme luego por completo al diseño de ropa de autor y la escritura.
Estos dos últimos años de pandemia, puso todo en perspectiva, y decidí revivir estos espacios absolutamente necesarios. Verdadero lugar de Encuentro, de artistas, de amigos, de gente que hace Arte y que admira el Arte.
Aguilares y el interior es un hervidero de talento. En este espacio están invitados a manifestarse y mostrar lo que hacen, y también a generar proyectos que seguramente irán realizándose. Llevamos 3 Encuentros y ya tenemos listo el 4°.
El objetivo es la realización de uno por mes, sumando artistas de toda la provincia y concretar este año el 3° Encuentro Regional de Escritores con sede en Aguilares.
—¿Cómo surge la idea de escribir “Mujeres de Agua”?
—Este libro empieza a escribirse cuando tomo distancia de la historia familiar y salgo del pueblo. Me transformo en una espectadora que observa y describe el devenir de esos personajes.
La historia inicial fue escrita y corregida varias veces y se publicó de manera independiente en 2008: “El festín de las paredes”, ahí vive  la lejana Italia de mi madre y mi nona, mezclando su sangre con la de mi abuela paterna en el minúsculo pueblo del sudoeste tucumano, Alpachiri.
En 2016 se publica “Umbrales de Agosto”, que considero es una radiografía de una mujer atravesada por los mandatos propios y ajenos en un momento de inflexión de su vida. Y finalmente agrego un último relato inédito: “Los adioses”, cerrando este viaje generacional donde las mujeres fluyen o se ahogan o nadan hasta alguna orilla.
Unir estos relatos en “Mujeres de agua”, fue cerrar un ciclo personal y poner a disposición del lector este arduo trabajo de escritura, corrección y re-escritura, para que tal vez, encuentre otros caminos y otras posibilidades a las protagonistas.
—¿Tienen relación el agua que corre y el paso del tiempo con las mujeres de las distinta generaciones?
—Encontrarle título al libro no fue fácil. Lo consulté mucho con mi amigo el escritor Daniel Posse quien realizó un maravilloso prólogo. Llegué al nombre en un instante de iluminación supongo, cuando comprendí el hilo conductor de estas historias y porque recordé que las mujeres de mi familia y me incluyo, somos todas signo de agua en el horóscopo.
Luego, la metáfora del agua que corre, que transforma su estado en distintas condiciones, que inunda. Y geográficamente, llegar a esta provincia atravesada de ríos, luego de cruzar el Atlántico.
Por último, la sangre que se transmite de una generación a otra con toda su carga histórica y cultural.
—¿Por qué piensas que predomina el machismo en sociedades anteriores en donde el matriarcado se imponía?
—La pregunta implica una contradicción, que en los hechos también se plantea así. Históricamente las sociedades se construyeron desde una perspectiva machista y patriarcal, pero en lo subterráneo, quienes dirigían los designios del hogar, de la familia, eran (y creo siguen siendo) las mujeres.
Sometidas y limitadas para la vida pública, la energía femenina tejía y destejía los lazos entre las paredes de la casa. Pero en general, y justamente por las imposiciones sociales, había que mantener las apariencias y esperar que los hombres tomaran las “grandes” decisiones y se manifestaran como las figuras fuertes para el afuera.
Considero que no solo las mujeres estaban atrapadas en esa construcción social, sino también los hombres, obligados a sostener un papel predeterminado.
—¿Has acudido a tus propias raíces en los pasajes que hablan de la inmigración?
—Mi madre y su madre dejaron Italia, luego de la posguerra con la ilusión de encontrar un nuevo hogar y de “hacer la América”. Llegaron al interior del interior de la provincia, a un pueblo muy diferente a su propio pueblo en Europa.
Mi madre de 84 años, aún siente nostalgia por su pasado en Udine y mi abuela paterna de alguna manera vivió la inmigración de su pueblo, de su infancia, hacia otro pueblo desconocido dentro del mismo país. Pero las raíces permanecen y aunque de manera difusa se transmiten a las nuevas generaciones.
—¿Cuáles son las cuestiones que marcan finales de ciclo para las relaciones que mantienen las mujeres en tu libro?
—Hay sensaciones que se van gestando casi sin darnos cuenta, situaciones que empiezan haciendo poco ruido, incomodidades, desajustes imperceptibles que van in crescendo, cosas que parecen nimiedades por la fuerza de la costumbre y porque culturalmente se naturalizaron, y en algún momento erupcionan. Ningún final se gesta de la noche a la mañana.
Confrontarnos con los mandatos propios y ajenos, cuando se acaba el amor, o lo que creemos es el amor, no es para nada fácil, es un proceso de autoconocimiento, de búsqueda que puede o paralizarnos o provocar rupturas.
—La felicidad parece ser esquiva a las protagonistas de los viernes de chicas ¿Tiene que ver con indecisiones propias y de los hombres con quienes se vinculan?
—Las chicas de los viernes están cuestionándose la idea de “felicidad”. Un concepto  estructurado a partir de ideas preconcebidas. Pareciera que hay que encajar en esas ideas y sostenerlas a pesar de.
Las historias de estas chicas, reflejan muchas historias, y en su caso, adentrarse en la aventura de romper con sus propias estructuras mentales o al menos, pensar en romperlas, ya es un momento feliz aunque duela.
En estas historias no hay un lugar al cual llegar para ser felices, sino atreverse a transitar según los propios deseos. Eso incluye los vínculos que establecen.
—¿La inundación es una metáfora de la existencia misma de estas mujeres?
—El agua en todas sus condiciones y dimensiones es una metáfora a lo largo del libro. La inundación al final, es el desborde por sobre todo lo que significa contención, límites, aquello que ahoga.
Y el momento de la acción: sucumbir o “ponerse a salvo”.
—¿El final es una puerta abierta a la esperanza?
—Creo que el final es un atisbo a esa puerta que se entreabre. Se queda en ese momento crucial. Tal vez el lector decida finalmente si esas mujeres empujan la puerta o se quedan mirando desde adentro.
—¿Qué proyectos se encuentran en vías de concreción?
—Hace poco arrancó el año y afortunadamente pude concretar y sostener los Encuentros Literarios, un espacio abierto para todas las manifestaciones del arte, no solo la literatura, y empezar un taller de escritura creativa, donde despertamos la avidez por la lectura y por corregir y desarrollar un estilo absolutamente personal.
Está dirigido a cualquier persona sin límites de edad. Planifico el 3° Encuentro Regional de Escritores en Agosto, con la visita de grandes artistas locales y de las provincias vecinas y en el transcurso del año llegar a las escuelas a compartir la literatura tucumana con los chicos y docentes.
Un hecho importante es que contamos con el apoyo del municipio para la concreción de estos proyectos. Que la Literatura o cualquier manifestación cultural, como lo es prácticamente todo, esté en la agenda gubernamental para una verdadera transformación sostenible en el tiempo es un verdadero triunfo.
—¿Cómo continúa tu vocación por el diseño de ropa?
—Mi trabajo con el diseño de ropa de autor, empieza casi junto con mi poesía, en Alpachiri, en el taller de tejidos de mi madre. Fui y volví del diseño unas cuantas veces, luego de recibirme de profesora de Psicología y Ciencias de la Educación y de los años de mi maternidad, hasta encontrar un lenguaje propio en esto que hago.
Mi marca personal tiene casi 10 años, lleva mi nombre, y expresa la pertenencia a este paisaje del sur tucumano, a través de los colores, del espíritu casi pueblerino y casi cosmopolita que nos rodea.
Empecé a pintar las prendas hace poco, de forma autodidacta. Mezclo texturas, distintos tipos de tejido con telas con una terminación completamente artesanal  produciendo prendas únicas casi intuitivamente.
En estos años realicé desfiles en distintas localidades del interior, siempre con perspectiva de género y sumando otras expresiones, como música en vivo, danza, poesía, etc. Proyecto próximamente realizar algo en San miguel de Tucumán, y el día 29 de mayo en la ciudad de Concepción.
Sigo apostando a producir en el lugar donde vivo y expandir la marca a un mercado más amplio. Como digo: Ser profeta en mi tierra.

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