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“En cinco días se desató un infierno”. Vivían en dos casas contiguas. El virus atacó tanto al menor de la familia, de 8 años, como a la mayor, de 87, les provocó síntomas muy diversos y causó dos muertes. “El 29 de agosto de 2020 recibí dos ambulancias juntas: la que trasladó el cuerpo de mi abuela a la cochería y la que se llevó a mi papá al hospital en el que falleció”, contó Jesica Granado.

Jesica Andrea Granado (39) vive junto a sus hijos Maia (20) y Lorenzo (8) y su marido Elías (47) en Isidro Casanova. En la planta alta de esa casa vivían sus padres con una tía, que quedó varada por la cuarentena del 2020 y no pudo regresar a Paraguay. Cuando Jesica abre la puerta de su patio, se encuentra con la casa de su abuela paterna. Allí, en la planta baja, vivía Del Pilar Cardozo González (87), con uno de sus tíos. Arriba, residen dos tíos más.

Debido a que los 11 integrantes de la familia vivían repartidos en dos casas vecinas, el trato era cotidiano. “Éramos 7 en una casa y 4 en la otra. Mi patio daba al de mi abuela, así que todos los días la veía desayunar con mi papá -José Alberto Granado (67)- tomaban mate y charlaban mucho. Al mediodía, yo la ayudaba con la comida, le regaba las plantas o le hacía alguna tarea de su casa”, contó Jesica.

Como Jesica se desempeña como personal de salud, tiene muy claro cómo cuidarse del COVID-19. Es técnica de laboratorio y, desde este año, trabaja en un centro de testeo de la Ciudad donde, cada 10 días, la hisopan. Sin embargo, a pesar de su trabajo, aún no fue vacunada.

Antes de la pandemia, atendía a muchos pacientes en su casa, a quienes con su marido y un médico les brindaba tratamientos de terapias alternativas. Pero justamente, para proteger a su familia, cerró el consultorio.

El 20 de agosto de 2020, los 11 integrantes de esta familia -algunos pertenecientes al grupo de riesgo y otros no- comenzaron a vivir una pesadilla. Antes o después, todos comenzaron a experimentar diversos síntomas propios del COVID-19.

“En cinco días se desató un infierno. Entre el lunes 24 y el sábado 29 de agosto se hisoparon mis padres y tres tíos. Mi abuela empezó a agonizar. Mi marido, mis hijos y yo empezamos con síntomas. El 29 de agosto, falleció mi abuela en su casa y, además, se llevaron a mi papá. La ambulancia de la cochería se cruzó con la que iba para el Hospital Churruca”, dijo conmovida.

“No sabemos cómo fue el contagio. Mi tío, el que vivía con mi abuela, era el único integrante de la familia que seguía saliendo a trabajar. Se manejaba en colectivo y empezó con mucha tos. Yo me enojé con mi papá, porque él iba de una casa a la otra para ver a mi abuela y le dije que le pidiera al hermano que fuera a hisoparse. Me contestó que no le iba a decir a una persona de 60 años lo que tenía que hacer. Entonces, le pedí que se quedara en alguna de las dos casas, en la de mi abuela o con mi mamá. Me dijo: “Yo no me voy a enfermar”, y le respondí: “Ojalá que ninguno nos enfermemos”, recuerda con tristeza.

De los 11 integrantes de la familia, 2 fallecieron y el resto se recuperó. Hoy, los 9 siguen viviendo en las dos casas, pero la relación entre ellos no volvió a ser igual. “Dejé de ser hija y nieta, porque perdí a mi padre y a mi abuela. Pero también, dejé de ser sobrina de algunos de mis tíos”, finalizó.

 

fuente: infobae

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