El estado del internet ahora que la década llega a su fin es caótico. Por buenos motivos, la confusión reina en torno a las muchas invenciones tecnológicas que se nos han venido encima en los últimos 10 años. Pocos podemos incluso adivinar cuál será la próxima gran innovación porque la industria ha sido neutral durante demasiado tiempo. Mientras tanto, las ofertas públicas de venta en 2019 fueron menos que estelares (por ejemplo, lo que sucedió con Uber), la mala economía fue desenmascarada (ver lo que pasó con WeWork), y la confianza en la tecnología se vio afectada (el caso de Facebook), incluso mientras los grandes se volvían aún más grandes (Facebook también es un ejemplo de eso).

Todo parece salido de un poema de Yeats: todo se desmorona, el centro cede, la anarquía se abate sobre el mundo, se anega el ritual de la inocencia, los mejores carecen de convicciones y, desde luego, los peores rebosan de una febril intensidad.

Pero no se desanimen, porque lo que viene en los próximos años quizá sea mucho mejor de lo que esperan, especialmente ahora que nuestras desorbitantes expectativas sobre la tecnología se han equilibrado y las tendencias al fanatismo respecto de las compañías tecnológicas se han frenado.

No hemos lidiado por completo con todas las repercusiones del dominio que la tecnología tuvo en la última década: habrá regulaciones, gran parte de la tecnología aún es adictiva y el odio digital seguirá viajando al otro lado del planeta antes de que la verdad prevalezca, pero existen algunas grandes ideas positivas de las que creo que escucharemos más en los próximos años.

Aunque he criticado duramente a la tecnología y es fácil hablar de lo que ha salido mal —se puede conversar largo y tendido al respecto—, creo que, con la llegada de 2020, es más útil proponer cinco predicciones que espero que nos permitan vivir de manera más pacífica con la tecnología que amamos y odiamos.

Automatización para siempre. Se ha hablado mucho sobre el potencial que tiene la tecnología, incluyendo la manera en que una combinación nefasta de automatización, robótica e inteligencia artificial dará muerte al empleo. En efecto, muchos empleos quizá se remplacen con tecnología, sobre todo los mecánicos y también muchos que pagan muy bien en la medicina, el derecho y otros ámbitos. Pero esta también es una oportunidad para volver a idear cómo imaginamos el empleo y la educación. Las mentes más inteligentes de la tecnología deberían estar pensando en reformular y recalibrar el espacio laboral y la estructura de los negocios. Y en vez de aceptar que los malos salarios y las malas protecciones para los trabajadores temporales son inevitables y que las presiones de una fuerza laboral global son demasiado fuertes para rechazarlas, las compañías tecnológicas deberían averiguar cómo desplegar el talento de manera creativa y humana en todo el mundo para mostrar que están interesadas en lidiar con las consecuencias de sus invenciones.

¿Hay un negocio en la despolarización? Entiendo que las fuerzas del cinismo, la manipulación y el odio siempre forman parte del avance digital, pero estoy convencida de que se puede generar dinero apelando a nuestras preocupaciones sobre cómo se le ha dado forma a nuestras vidas tecnológicas. Hay maneras de fomentar la interacción digital que no tienen por qué incitar la furia. La razón por la que gran parte de las redes sociales resultan tan tóxicas es que se han construido para ser veloces, virales y llamar la atención en vez de basarse en el contexto y la precisión. Aunque parece imposible imaginar un nuevo tipo de red social bajo la sombra de Facebook, TikTok, a pesar de toda su controversia por ser una compañía china, ha sido un éxito arrollador (el primer gran éxito social desde que llegó Snapchat en 2011), y hay espacio para más. Hay oportunidades para crear nuevas formas de comunicación que les dan la ventaja a los usuarios al hacer cumplir de manera estricta estándares de comportamiento y eliminar el anonimato, y, sobre todo, con planes de negocios basados en la publicidad que no saquen provecho de nuestros datos personales.

¿La diversidad puede seguir abriéndose camino? Una de las grandes decepciones de la última década ha sido la continua falta de equilibrio racial, de género y de edad en los equipos de liderazgo y, lo más importante, en la participación de la mayoría de las empresas tecnológicas. Todos los informes que han realizado las compañías acerca de esta falta de equilibrio —felicidades por al fin tomar en cuenta lo que ha sido claro para cualquiera— también muestran que los números no se están moviendo en una dirección más inclusiva. Podemos debatir todo lo que queramos sobre cómo el talento se descubre y se desarrolla, pero la conclusión es que una fuerza de trabajo más diversa origina productos más innovadores. Por eso, el inicio reciente de varias firmas de capital de riesgo dirigidas por mujeres —muchas de las cuales han sido financiadas por inversionistas como Melinda Gates— es una señal alentadora. La formación del capital es donde todo comienza, y eliminar la “brecha de límite” —las mesas de capitalización que están sesgadas a favor de un tipo de inversionista— nos permite llegar al meollo del problema.

¿Vas a dejar en paz ese celular? Hay muchos gritos y quejas sobre la adicción a las pantallas, los padres que comparten en las redes la vida de sus hijos y el torrente de efectos negativos de todos los dispositivos de los que hemos llegado a depender. (Yo también soy culpable). Estos aparatos se diseñaron para engancharte, algo no muy distinto del azúcar, los cigarrillos, las apuestas o los opioides. Tristan Harris, el renombrado experto en tecnología, lo llama “degradación humana”, y tiene razón. Sin embargo, hay una oportunidad para impulsar la ética del diseño, un movimiento que creo que se volverá popular conforme evaluemos lo que nuestra incursión en el mundo digital le ha hecho a la humanidad. Aunque nuestros dispositivos tecnológicos en general han sido buenos para la mayoría de la gente, hay una verdadera oportunidad de negocios en hacer que funcionen de manera más eficiente y sin depender de una adicción. Ya sea que avancemos hacia una tecnología creada de manera intuitiva en nuestro entorno o una tecnología que se incorpore en nuestros cuerpos (sí, eso también se aproxima), mi predicción es que llevar con nosotros un dispositivo en la mano y verlo fijamente será cosa del pasado para 2030. Además, como la red eléctrica de la que dependemos a diario, la mayor parte de la tecnología se volverá invisible.

Así es, lo anuncio ahora: habrá un internet en el futuro que deje de gritarnos a la cara. Beneficio adicional: los tuits del presidente Trump probablemente también habrán desaparecido.

por Kara Swishe, The New York Times Company

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