Por Hipólito Alvarado* para Diario Cuarto Poder / Pequeño gran libro. La joven poeta Mariana Agustina Romano derriba muros invisibles y limitantes de una sociedad acostumbrada a las etiquetas con su libro “Mirando desde la frontera”.

La rebeldía ante condicionamientos e imposiciones

La joven escritora tucumana Mariana Agustina Romano, se rebela ante aquellas miradas sociales que parecen tener la necesidad de definirlo y caracterizarlo todo. Es por ello que su libro “Mirando desde la frontera” es un instrumento vital de esa rebeldía.

Sobre su obra afirma: “dibujo mi mundo interior: mis deseos, mis miedos, mi voz de mujer única e irrepetible. Mi propia necesidad de autoposicionamiento claro frente a los condicionamientos e imposiciones exteriores”.

Dispuesta a romper con esos moldes, expresa: “la discapacidad mirada a través de múltiples estampas: el prejuicio, el silencio, el tabú, la imposición, la infantilización, la eterna inocencia, la represión, la pasividad, son algunos imaginarios poéticos que marcan disruptivamente mi escritura”.

Voz poética desde la propia vivencia

Sus problemas visuales de Retinopatía, como consecuencia de su nacimiento prematuro, hacen que el libro choque con el propio título, pero esa mirada desde la frontera a la que alude, no es más que el profundo análisis y percepción del mundo que la rodea.

Y ese cometido lo logra apenas en 36 páginas, que configuran una obra dividida en tres partes: Censura censurada; Somos; y Soy mujer, que en total cuentan con un número de veinte poemas breves y certeros.

“Mirando desde la frontera”, de Mariana Agustina Romano.

Mariana Romano marca desde el inicio de su libro las pautas de creatividad que le permitirán derribar, uno a uno, esos preconceptos, como el deseo y el amor, reflejado en “Ni de esto, ni de aquello” o la fuerza de su personalidad en “¡Me llamo Mariana!”

Su voz poética se transforma en poder en el poema “Salir de mi casa, para no volver”. Allí planta las palabras como arma contra los prejuicios que quiere romper, justamente las imágenes colectivas de una sociedad que encasilla, que ataca la individualidad.

“Hoy murió todo lo que me frenaba / yo escribo si soy bruja o dama, / yo escribo cómo este cuento acaba”. En estos versos deja en claro que su rompimiento con la censura en la que ella misma está sumida por los mandatos sociales.

Intensidad y erotismo

Los poemas ganan en intensidad, erotismo, desenfado y la fuerza de la voz poética no se queda en las fronteras que sugiere el título, sino que avasallan como ese río crecido que no se puede desviar, que siempre busca su cauce.

El epílogo del libro es toda coherencia con el planteo inicial y el poema “Soy mujer” lo subraya con un tono erótico avasallante, en un diálogo de cuerpos que llega a la perfecta sincronización y prescinde de la necesidad de mirarse.

La autora cumple su cometido, derriba los muros del condicionamiento, de la mirada de los otros desde una descomunal luz interior, sin apelar a la construcción de un yo perfecto, pero dando luces y sombras, que al final eso somos los seres humanos.

*Crítico literario

 

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