Rubén Horacio Gómez tenía 18 años cuando cayó en una avanzada de la batalla de Darwin-Pradera del Ganso. Fue identificado el soldado 107 enterrado en las islas. “Sentimos dolor, pero también emoción por este noticia que nos permite cerrar un ciclo”, dijo el padre del héroe argentino.

No le importó saber que el enemigo avanzaba. Que los ingleses estaban cada vez más cerca. Que los disparos de morteros sacudían la turba de las islas Malvinas.

Se divisaba a lo lejos un movimiento de hombres entre las rocas y la niebla. El subteniente Ernesto Peluffo entonces dio la orden: “Adelántense para verificar si son tropas propias o enemigas”.

Rubén Horacio Gómez, con sus 18 años y tan lejos de su Chaco natal, no dudó. Junto al cabo Luis Miño dejaron atrás a sus compañeros del Regimiento 12 de Infantería, apostado en Darwin-Pradera del Ganso, para poder dar la voz de alerta de la presencia enemiga.

Así lo recordó su Peluffo años más tarde:

“El 28 de mayo de 1982 a las 0800 horas, mi sección se encontraba ocupando una posición defensiva en las alturas Norte del Cerro Darwin; durante toda la noche habíamos recibido fuego de artillería sobre la posición y observado el combate por el fuego que libraba la compañía “A” del RI 12, al Norte de la embocadura del Istmo de Darwin que conducía hacia la salida, y posteriormente a Ganso Verde, el asentamiento isleño más importante de la zona”

“De pronto, el Sargento 1° Jumilla se aproxima y nos informa que en el frente de las secciones se divisaban tropas desplazándose en actitud ofensiva, por lo que de inmediato ordeno que dos hombres se adelanten para observar si dichos efectivos pertenecían al enemigo o a las propias fuerzas que se replegaban, tarea que les fuera encomendada al Cabo Miño con el Soldado Rubén Gómez”, siguió el militar.

Y reveló el instante de la muerte de sus hombres: “Todo era muy confuso, pues en esos momentos también recibíamos fuego de mortero sobre la posición, arrastrándose los integrantes de la sección hasta sus pozos de zorro. El combate cercano había empezado y nuestras ametralladoras hacían fuego sobre los efectivos ingleses que buscaban refugio en una barranca próxima a la playa, desde donde continuaban batiéndonos con fuego de morteros.En esas circunstancias la sección supo que el Cabo Miño y el Soldado Gómez, al aproximarse, habían sido muertos por el enemigo”.

Hoy José Alberto Gómez, uno de sus 9 hermanos, junto a su esposa Agueda Maciel, sus hijos Natalia, Maira y José Ramón- recibieron la noticia que tanto habían esperado: Rubén Horacio Gómez, que durante 36 años había yacido bajo una placa que rezaba Soldado Argentino Solo Conocido por Dios, finalmente había recuperado su identidad.

El secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, junto con miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense y del Centro Ulloa, les informó hoy en Resistencia que su hermano yace en la tumba D.A.4.16 del cementerio de Darwin. La placa de granito negra bajo la cruz, finalmente tendrá su nombre.

“Vinimos a acompañar y abrazar a la familia de Rubén y también a reconocer a esta provincia como una de las que más soldados aportó a la Guerra de Malvinas”, sostuvo Avruj.

” El trabajo que estamos haciendo en el ámbito del derecho humanitario nos permite traer ternura a la política, nos permite acercarnos, dialogar y fundamentalmente ayudar a las familias a cerrar heridas profundas. Durante 36 años, nadie le dio una respuesta a la familia del soldado Rubén Gómez. Con este Plan humanitario que llevamos a cabo, logramos colaborar con sus seres queridos después tanto tiempo de olvido”, cerró el funcionario.

Nada supieron de él

La voz de José se quiebra de la emoción cuando habla: “Nada supimos de él desde que terminó la guerra y hoy esto nos permite reencontrarlo”.

Se suma Natalia, su hija, quien revela una historia de olvido y silencio: “Mi tío Luis Alcides, que era el hermano mayor, quien falleció, fue quien siempre se ocupó de buscar información sobre nuestro Rubén. Nunca nadie le había informado a la familia qué había pasado en Malvinas, cómo había muerto. Luis fue hasta Mercedes meses después de la guerra y le dijeron que había caído, nada más. Nunca hubo una comunicación oficial. Recién el año pasado, cuando llegamos hasta el Regimiento 12 de Corrientes, supimos algo de la historia de Rubén en la guerra: allí tenía un monumento, una placa con su nombre, lo trataban como a un héroe”.

Rubén Gómez tenía tantos sueños como carencias. De una familia muy humilde,su mamá Elvira Amarilla murió cuando cuando él apenas tenía 9 años. “Hay que salir a juntar si queremos comer”, les dijo su padre Juan Gómez con resignación, viudo a cargo de 10 hijos, y con la certeza de que ya nada sería igual en la familia.

Su infancia

Había cursado la primaria en la Escuela 454, que hoy lleva su nombre. Antes de terminar séptimo grado ya repartía diarios con su hermano José, y había comenzado a trabajar en la desmotadora de algodón “Voloj hermanos” para poder llevar un poco de pan a la mesa familiar.

“No tenía nada, éramos muy pobres, pero guardaba como un tesoro una pequeña colección de moneditas”, recuerda José. “Hasta para patear una pelota teníamos que arreglarnos con hacerlas con medias viejas”, agrega.

Jugaban al fútbol en el Club Comercio de Presidencia la Plaza: Rubén era un 2 habilidoso, José el arquero del equipo. Allí les daban las camisetas, las medias, los pantaloncitos y los botines: “Si no, no podíamos jugar porque no teníamos para comprarlos”, dice José. Y asegura que solo cuando pisaban la cancha juntos soñaban con un futuro en el fútbol y eran felices.

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