El equipo de Ranieri se recuperó de un temprano gol de Martial, del Manchester United, y lo empató con un cabezazo de Morgan, su capitán. Así no pudo consagrarse hoy pero podría hacerlo mañana si Tottenham cae con Chelsea.

Leicester está sumida en una febril espera ante la posibilidad de conquistar la liga inglesa, una gesta que parecía inalcanzable para esta ciudad del centro de Inglaterra convertida en gran sensación del fútbol mundial.

“Es una locura, para la gente de aquí es inimaginable, no viviremos algo así más que una vez en nuestras vidas“, explicó pellizcándose Ian Smith, mientras se ajustaba su bufanda de los Zorros, el apodo del Leicester.

Si el equipo gana en el estadio del Manchester United, la Premier League tendrá su campeón más sorprendente de todos los tiempos, uno por el que las casas de apuestas daban 5.000 libras (7.300 dólares) por cada libra apostada a principios de temporada.

La perspectiva inspira gran orgullo a la población de este antiguo centro de la industria textil que se vanagloria de pocas cosas. Esta ciudad de 330.000 habitantes, cuyo nombre se pronuncia “Lés-ta”, no tiene reputación en el resto del país, ni buena ni mala.

Aquí se enorgullecen de recibir al forastero con los brazos abiertos y de llamarse familiarmente “my duck” (mi pato). Cultivan la discreción, es una ciudad tranquila.

Pero eso fue antes de la locura del fútbol. “La ciudad es un hervidero, en todas partes vemos sólo el azul”, el color del club, dice Anna Hulewicz-Brown, que admite tener problemas para reconocer a su ciudad.

Por fin en el mapa…

El viernes la temperatura subió unos grados. La ciudad, las tiendas, la gente, han sido invitados a vestirse de azul. Algunos ya hace tiempo que lo hacen. En los bares de la ciudad se beben desde hace semanas “bombas Vardy“, un cóctel en honor del explosivo delantero que ha marcado 22 goles esta temporada, pero que no estará en Old Trafford por sanción.

Comentaré el partido en la radio de la BBC. Iremos tres personas en auto a Mánchester. Si ganamos, no seré yo quien conduzca”, avisó Matt Elliott, ex defensa del club.

Al pie de la venerable torre del reloj construida en 1868, un predicador canta las alabanzas de Jesús. Signo de los tiempos, comienza también su discurso con fútbol y el milagro de “San Vardy” para pasar luego a otros asuntos celestiales.

“No me hablan más que de fútbol”, dijo a la AFP el alcalde de la ciudad, Peter Soulsby, que ha atendido ya a medios de todo el mundo atraídos por el fenómeno.

“Todo lo que nos sucede es un regalo del cielo. El año pasado enterramos al rey Ricardo III y ahora vamos a ganar la Premier League”, comentó entusiasmada Sandra Baum, hincha incondicional.

El entierro en 2015 del rey medieval inglés, el último de la dinastía Plantagenet, cuyos huesos fueron descubiertos en un aparcamiento municipal 500 años después de su muerte, suscitó interés. Pero la saga de fútbol lo supera todo. “Han puesto a Leicester en el mapa”, dijo Prami Singh, un habitual del estadio.

Unos tipos cercanos y accesibles

Scott Lee, de 43 años, reivindica el fuerte arraigo local del equipo. Trabaja en el mercado cubierto de Leicester, en el puesto de venta de frutas y verduras que perteneció a la familia de Gary Lineker, cuyo nombre sigue apareciendo en el cartel.

Venerado como un semidiós en Leicester, este ex internacional inglés que jugó en el equipo de la ciudad, y luego en el Everton, el FC Barcelona y el Tottenham, y que ahora es presentador de “El partido del día”, el gran programa de fútbol de la BBC, prometió presentar la emisión en calzoncillos si el su primer equipo gana la liga.

Para Scott Lee es un orgullo ver “pasar de vez en cuando” a Lineker, al igual que a los jugadores del actual equipo, “unos hombres accesible, no unos payasos presuntuosos”.

“Aquí tenemos los pies en la tierra. El otro día me encontré con (el delantero japonés) Shinji Okazaki. Realmente no entendía lo que me decía (risas), pero es adorable. Esto no se vería en el Chelsea”, dijo, mientras pesaba unos mangos.

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