La literatura epistolar tumbera de De Vido desvela a los más plantados. Un profundo estremecimiento recorre las almas sensibles a este tipo de advertencias. No es para menos. El superministro K, el otrora más poderoso, el maestro mayor de obra, la mira pasar desde adentro. Tiene tiempo de sobra para pensar, sentir y proceder en consecuencia.

Se reconoce solo, abandonado, librado a su suerte. Demasiada ingratitud para con un hombre que lo manejó todo, que encarnó la ejecución y el procedimiento que ahora la Justicia investiga y define como una “matriz diversificada” de corrupción.

Su prosa no se caracteriza por la elegancia sino por la crudeza. Eso aterra. Si “ortiba” se escribe con B o V , es a esta altura irrelevante. Extrapolada del lunfardo la palabra no admite doble interpretación: significa “batidor”, el que entrega, el que delata.

Solo puede aplicarse un “ortiba” a alguien del mismo palo, a uno de los propios. La palabrita no ayuda mucho al que la emplea. En boca del que todos reconocen como el más educado y modoso de los funcionarios de Cristina suena definitiva, letal.

“Había que buscar un malo de la película y Julio tiene esa cara” aporta Alessandra Minnicelli. La esposa de De Vido, quien también tiene a su hermano tras las rejas, dice que Cristina tiene un trato inhumano para con su familia.

La ex titular de la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) asegura, no obstante, tener respeto intelectual por la ex presidente. Los que aguardan que un “arrepentido” hable, por el momento, tendrán que esperar. Una cosa es el patético pase de facturas mediático entre los que supieron convivir glamorosos en la cubierta de la nave insignia del modelo y otra es ponerse a dar datos a la Justicia.

Pasaron muchas cosas esta semana: Boudou inició una nueva vida en Ezeiza. Luis D Elía fue condenado a cuatro años de prisión y pataleo en los Tribunales; citaron a indagatoria a Ricardo Echegaray, ex titular de la AFIP, por “contrabando agravado”; Cristina regresó a Comodoro Py por la causa Hotesur y le clavaron una tobillera electrónica a Diego Lagomarsino, de quien la Justicia supone fue partícipe necesario del plan criminal para amenzar a Nisman.

En lista de espera, Cristóbal López, un empresario que ve caer sus medios en efecto dominó al mismo tiempo que Marcelo Tinelli, su socio en Ideas del Sur, le rompe un contrato y le planta una denuncia por estafa e insolvencia fraudulenta. Una seguidilla.

Ver para creer. El resultado electoral, más los dichos presidenciales acerca de la pachorra judicial, parecen haber desatado una afiebrada hiperactividad en los tribunales y sus adyacencias. Hasta Giselle Rímolo cayó en la volteada. Por una causa muy anterior a las de la década ganada fue arrastrada al cumplimiento efectivo de su condena. Hubo más piedad para con ella: ni casco ni chaleco antibala, se la llevaron en camisón y medicada.

“No paran de pasar cosas” es la frase de la semana.

Si hubo sobreactuación judicial o descuido en los procedimientos sólo se debate en el siempre excitado “Círculo rojo”. En la calle la gente se congratula frente al espectáculo de un volcán encendido que arroja, con estruendo mediático, los residuos tóxicos de la corrupción. Una lava incandescente que corre a borbotones en los último momento de las señales de noticias. Una descarga purulenta que no resuelve los estragos ocasionados pero acelera la catarsis colectiva.

Negociaciones, millones y reformas

Mientras unos pasan adentro sin saber cuando van a salir, otros abandonan la escena judicial resolviendo las cuestiones de fondo con la negociación política. La chica del momento es María Eugenia Vidal, quien ayer se alzó con 20.000 millones de pesos a cambio de bajar sus legítimos reclamos ante la Corte Suprema de Justicia.

La novedad trajo alivio a propios y extraños. Si la demanda de la Gobernadora avanzaba en la CSJN y, se legitimaba el cobro del Fondo del Conurbano actualizado, el sistema entero saltaba por el aire. Vidal pasa de percibir 650 millones de pesos a 20.000 “de una” y no resigna sus expectativas de ir por más. Su ministro Hernán Lacunza dijo que esperan de sumar 65.000. No es poco. Pero está lejos de los 400 mil millones que reclamaban ante la Justicia.

Por su parte, los gobernadores volvieron a sus provincias aliviados y a reflexionar. No pierden ingresos porque el Gobierno nacional promete compensar. Además lograron revertir el aumento de impuestos sobre el vino, el champagne y otras bebidas espirituosas y habilitaron la discusión sobre la baja de impuesto a los dispositivos electrónicos, otro tema que arde.

El diálogo avanza en orden a eliminar el art. 104 de la Ley de Ganancias que da por tierra con el Fondo del Conurbano Bonaerense y permite barajar y dar de nuevo. Pero como la manta es corta, los problemas a resolver son muchos, y no hay felicidad completa, algo tienen que poner a cambio. Toma y daca. El arte de la negociación.

Los consensos básicos tienen costo. Nada es gratis. Si cierran tienen que resignar el impuesto al cheque y comprometerse a bajar el impuesto a los Ingresos Brutos. Se saca por un lado y se pone por el otro.

Lo más duro de acompañar, por lejos, el cambio en fórmula de cálculo de los haberes previsionales. Por el momento de eso mejor ni hablar. El precio es alto y se paga con moneda política cash, contante y sonante. Ha ponerle el cuerpo al más delicado de los debates.

Se propone un ajuste trimestral por inflación que reemplace la fórmula actual (semestral y que combina inflación, ajuste salarial y recaudación impositiva). Conceptualmente no está mal. El problema es la base de la que se parte. Con tres millones de pasivos cobran la mínima de $7246 y el 70% de los jubilados y pensionados está por debajo de la canasta básica lo que se consolida, es un poder adquisitivo paupérrimo para millones de personas del sector más vulnerable.

Todos coinciden en que, como vamos, el Titanic previsional va derechito al iceberg, y que la fórmula es amañada y no garantiza nada, pero también se admite que hasta que no se logre cambiar el sistema, el recálculo golpeará de plano en los de más abajo.

Mucho jubilado para poco trabajador en blanco. Mucho pasivo incorporado al sistema que nunca aportó. Más de cien regímenes previsionales distintos y una ley envejecida que no cierra con los tiempos que corren. Buscar un equilibrio entre lo que se aporta y lo que se recibe es urgente. En el entretanto, nadie recibirá menos, pero tampoco más.

Los más optimistas tiene la expectativa que de que el Gobierno articule una recomposición previa de los haberes que predisponga mejor a acompañar la aprobación de una ley cuyo tratamiento pinta complejo.

Por menos “buenismo progre” que se practique, por menos “pobrismo”que se esté dispuesto a aceptar, el tema jode, es revulsivo, complica.

El debate de estas cuestiones tan sensibles debe ir acompañado de una cruda explicación de las razones que nos trajeron hasta aquí. No se puede aplicar rigor desde una mística voluntarista y marketinera, sostenida con consignas motivacionales.

Alguien tiene que poner la cara frente a las mayorías, hacer docencia, contar una y otra vez cómo llegamos hasta aquí y cuánto costará salir. Realidad pura y dura. Sólo la comprensión de la verdad ayudará a sobrellevar esta transición, seguramente necesaria, pero para muchos pesada y costosa.

No es el mejor pago de los trabajos, pero alguien lo tiene que hacer.

Fuente: Infobae

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