Por Manuel Rivas* Director Diario Cuarto Poder | Entrevista a Lorenzo Verdasco. En conjunto con el ciclo poético Vamos Viendo, creado y coordinado por Marx Bauzá, compartimos una serie de entrevistas a participantes de las ediciones 10 y 11.

-¿Cómo incide en su producción literaria la actual pandemia?
-Incide benéficamente. Al no poder salir, me puse a escribir. Desde que empezó la cuarentena no he parado de publicar algo nuevo en Facebook cada día. Por otro lado, cocinando en mi casa gasto mucho menos y me he refinado en el arte culinario. También he escrito poemas sueltos, cuentos sueltos, que quizá algún día engrosen un libro.
-¿Explora nuevas formas de difusión de su obra?
Para mí el Facebook me ayudó mucho a difundir mis escritos. La administración del Facebook es censuradora, derechista, pronorteamericana, macrista, católica y mojigata. Pero me la aguanto, porque me permite difundir algo de lo que escribo. Hace un tiempo me inhabilitaron una cuenta y perdí años de escritura que tenía en esa cuenta, dos o tres años.
Son muy ignorantes y no saben el daño que hacen. Me castigaron porque publiqué una nota de un amigo, el escritor Aldo Alvarado, que eran unas instrucciones para suicidarse. Las instrucciones eran verdaderas. No sabíamos que justo era el día mundial contra el suicidio. Lo tomaron como un sabotaje. Ese mismo día se suicidaron Lili Sullos y su hermano. Ellos fueron mejores saboteadores que yo y mi amigo.

-Hace tiempo abordó el tema del género y la sexualidad, aún antes de que esté en boga ¿cómo analiza el presente de esta lucha?

Yo siempre vi al casamiento como una pérdida de tiempo y de libertad también. Mi papá me repetía siempre la frase de Lenín: “La familia es la más grande infamia creada en la civilización occidental”. Cuando aprobaron el matrimonio igualitario yo no me alegré mucho. Me alegré por la derrota de los curas, de los chupacirios, de los hipócritas y de los provida, pero… El homosexual antes tenía ese aire de aventura porque estaba fuera de los papeles burgueses. Yo tenía quince años y entraba a un baño, y un chico de mi edad tomaba mi mano y la llevaba a su sexo. Había allí un temblor, un miedo a que alguien nos viera. Todo eso tenía un aire de aventura que hoy se ha perdido.
Comencé a escribir cosas de género antes de que se pusieran de moda por que eran “degeneradas”. La prueba de que no tengo nada que ver con “el presente de esa lucha” es el hecho de que mis cuentos no dejan al gay de buen humor. Se ven retratados en el deseo al leerlos, se contemplan a sí mismos como unas locas de mierda que se mueren por una pija, y eso no les gusta. Está de moda hoy el sexo limpito: me pongo el preserva para no contagiarme de sida; y el barbijo, para el coronavirus. Me lavo las manos y me quedo en casa. Para mí el sexo es locura y exceso, puedo hacer el amor con una mujer, con un hombre o con un puercoespín, y si está ausente la locura “me voy, me cerrazón ya me reclama”.
¿Cree que la literatura es un sitio clave para gestar los cambios sociales?
No. La literatura, si es buena, puede abrir un poco las mentes. Inducirlas a que contemplen otras posibilidades que el plato de sopa diario. Pedirle otra cosa es pedir peras al olmo.
Me gustaría escribir sobre la guerrilla del Che. Pero nunca pude hacerlo. Me siento a escribir y la mente se me va para cualquier lado. A veces narro sueños que he tenido o más bien pesadillas. El sexo, el desamparo, la soledad. A veces me pongo a recordar lo que me contaron sobrevivientes de campos de concentración argentinos o latinoamericanos. Son temas que me vienen. Me gusta leer las vidas de asesinos seriales, pero soy malo para escribirlas.
-¿Qué cosas le generan rechazo de la sociedad actual?
-Todo
-¿Qué lo emociona?
-Subir a un taxi y que el taxista me hable bien de Cristina y no escuche radio mitre. Me he llegado a emocionar.
Tengo muchos recuerdos que se mezclan. Cuando tenía doce años, mi papá trajo una pila de revistas viejas “Leoplan” del año 30. Ahí leí un cuento que nunca más pude volver a encontrar: “El viejo de la comuna” de Emile Zola. Era un tipo que se había salvado milagrosamente de los fusilamientos represivos un a vez que es derrotada la comuna de París. Fue la primera revolución obrera de la historia y duró, resistió, un mes y pico.
Al hombre no lo querían recibir en la casa porque decían que era un mal padre, había dejado a su familia para irse detrás de la revolución. Era muy triste su vida, todos le echaban en cara su fracaso. El capitalismo carece de elementos para elaborar el fracaso. Nunca más pudo integrarse a su grupo primigenio. Sus compañeros sobrevivientes eran parias. Ya el partido no existía, eran pequeñas vidas chiquitas. Ese fue uno de mis inicios.
-En sus viajes a Rusia, ¿se animó a leer poemas suyos en ruso o español por allí?
-Solo leí “Ivana” que es el único poema mío que pude traducir al ruso. La traducción poética es muy difícil. También les canté el tango “Naranjo en flor” pero en castellano. Acompañado por mi amigo Zal en stick. Nos pusieron varios rublos en el sombrero.
-¿Tiene alguna anécdota que desee compartir?
En Ucrania, una amiga me fue a despedir a la estación de trenes de Zaporizhzhia, subí al tren que me llevaría a Odessa. Ella se subió también para ayudarme con la valija y explicarme cómo se dobla la ropa de cama y cómo se pliegan las cuchetas.
Desde la ventana le señalé una cara de Lenín en relieve dorado y una enorme estrella roja que adornaba la estación. “¿No era que el gobierno ucraciano había prohibido los símbolos comunistas?-le pregunté en ruso-”. Ella me explicó que los ferroviarios siguen siendo comunistas en Ucrania y Rusia. Que ellos no dejan que nadie les quite el rostro de Lenín. ¿Entonces todavía hay esperanza?, le pregunté. Y ella, con lágrimas en los ojos, me dijo, no te hagas ilusiones. Todo lo han destruido. Luego se bajó. Yo me despedía con la mano desde la ventanilla y, al ponerse en marcha el tren, se comenzó a oír una hermosa marcha soviética. Y parte de la letra de esa marcha decía: “Comienza el minuto de la despedida/y tu me miras con emoción/y yo amo tu aliento entrañable/mientras, a los lejos, ruge la batalla”. También había lágrimas en mis ojos.
-¿Qué consejo le daría a quien está dando sus primeros pasos en el ámbito literario?
-Que no le crea a su pareja cuando le dice que es un genio (o una genia) escribiendo. Que no crea en nadie. Que cuando le den un consejo sin que él/o ella lo pidan, hago todo lo contrario al consejo. Que de todos modos, cuando descubra que el numero de verdaderos lectores es muy chico, se va a dejar tentar por el capitalismo, y va a escribir cualquier verdura a las apuradas, pero, poniéndole unas lindas tapas podrá vender muchos ejemplares. A la mayoría no le importa el contenido.
-¿En qué proyecto se encuentra trabajando en el presente?
-Contar nuevamente mis sueños en un libro

Datos biográficos del entrevistado

Lorenzo A. Verdasco (1961). Nació en Buenos Aires pero reside desde 1982 en San Miguel de Tucumán. Poeta, narrador y traductor de ruso. En 2001 obtuvo el Primer Premio de Poesía otorgado por la Universidad Nacional de Tucumán. Es autor de “Informe sobre señores” (2006 y 2016), “Los sueños de Lorenzo” (2010), y de la traducción íntegra al ruso de “El enorme silencio de sus ojos” (2017), poemario de Francisco Romano Pérez. Poemas suyos pueden leerse en “Tucumán. Huit poetes argentins” (2006). “De la fosforescencia que hay” (2018) es su primer libro de poemas.

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