Sufrir un arrebato en plena calle, un asalto en la propia casa, una entradera, una violación o una golpiza son síntomas claros de la inseguridad a la que están expuestos muchos de los tucumanos, pero el episodio que ocurrió en la guardia del Hospital de Niños, volvió a colocar el problema en la consideración pública.

No se trata de un episodio aislado y sin relación. La irrupción de un policía, arma en mano, a la guardia del Hospital de Niños, forma parte de una serie de hechos violentos que el personal del mencionado centro hospitalario viene sufriendo desde hace tiempo sin que las autoridades del área de Seguridad de la provincia acierte con la solución.
La inseguridad no tiene un freno en una gestión que excede a este gobierno, porque Paul Hofer, el responsable del área, proviene de la gestión anterior encabezada por José Alperovich. Sin embargo, esa renovación de confianza que implicó su continuidad, no termina con este problema que preocupa a la gran mayoría de los tucumanos, según lo reflejan encuestas recientes.
Los ataques a trabajadores de la salud fueron denunciados en varias oportunidades, generando reacciones sobre los hechos consumados.
El establecimiento de guardias privados y consignas policiales, tanto internas como externas, no impidieron que una persona armada, más allá de su condición policial, pusiera en riesgo la vida de aquellos profesionales que se encontraban trabajando para asegurar el estado de salud de su propia hija.
Está claro que no se siguió, ni aseguró el cumplimiento de los protocolos de seguridad establecidos. Hofer, una vez más, actuó luego del incidente, dejando en claro que el área de seguridad carece de una política preventiva. Sumarió al uniformado involucrado, le hizo quitar el arma y ordenó investigar las circunstancias, además de esperar un descargo del policía implicado -garantizando de esa manera su derecho a la defensa-. Pero la preocupación por la inseguridad reinante en el Hospital del Niño Jesús, se vio reflejada en la protesta que realizaron los trabajadores de ese centro hospitalario, uno de los más importantes de la provincia, debido a la afluencia de pacientes.

Ataques a médicos
La violencia hacia los profesionales y trabajadores de la salud no es ninguna novedad en el Hospital de Niños, en donde hace no mucho tiempo hasta el propio director del centro hospitalario, Oscar Hilal, fue víctima de ataques. Ese hecho, sumado a otras situaciones por las que pasaron otros trabajadores, pusieron en discusión los niveles de seguridad con los que deben contar en hospitales y lugares públicos.
Los sindicatos que nuclean a los trabajadores del sector, habían exigido en su momento la mejora en materia de seguridad. Está visto que ninguno de esos reclamos generó un sistema infalible, que garantice la integridad física de los trabajadores del sector.

Ni en la calle, ni en la cárcel
Pero no se trata de una realidad que sólo afecte a quienes desempeñan sus actividades en los hospitales y centros de atención médica de la provincia. La inseguridad ha invadido todos los ámbitos del quehacer de los ciudadanos, quienes son víctimas de los delincuentes a diario. Los robos en los domicilios particulares y la falta de respuesta a las denuncias y los llamados telefónicos, hicieron que muchos de los tucumanos apelaran a la compra de armas, la instalación de alarmas y cámaras de seguridad y la colocación de alambres de púa para impedir el ingreso de los malvivientes, sin contar aquellos que van más allá al electrificar las cercas.
Todo ello es el resultado de la inacción y el fracaso de las políticas de seguridad. Se trata de un problema que no fue solucionado en la gestión alperovichista, y que hasta el momento sigue siendo un gran dolor de cabeza.
Ni siquiera los internos que se encuentran alojados en las unidades penitanciarias, pueden gozar de seguridad, porque las condiciones en las que se encuentran recluidos no hacen más que potenciar su peligrosidad. La cárcel se transformó en una selva en donde predomina el más fuerte.
Por lo pronto, la inseguridad iguala a todos, a los que están presos y a los que gozan de libertad, pero ven condicionados sus movimientos por los delincuentes.

El peligro de la “justicia por mano propia”
La falta de éxito de las políticas de seguridad, pone en juego una serie de peligros en los que la “justicia por mano propia”, el “gatillo fácil” y el surgimiento de grupos parapoliciales se destacan. La historia de la provincia está plagada de malas experiencias al respecto.
Si las autoridades no dan con las estrategias para disminuir la cantidad de delitos que potencian la inseguridad, se abre paso a que sean los propios ciudadanos quienes tomen la justicia en sus manos. Es por ello que no llama la atención el linchamiento de presuntos delincuentes, de arrebatadores y de asaltantes por parte de vecinos, taxistas o las propias víctimas.
De ahí al surgimiento de grupos parapoliciales hay un solo paso. El mal recuerdo del accionar del llamado “Grupo Atila”, más allá de las simpatías que aún despierta en muchos nostálgicos la figura del ex comisario Mario Oscar “Malevo” Ferreyra, debería poner en alerta a la sociedad toda y a las autoridades que tienen el poder de cambiar el rumbo que ha tomado la política en seguridad.

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