Por Guillermo Corbalán Costilla | Para Diario Cuarto Poder. Estimado lector… ¿Recuerdas que hasta la década del 40 existían los caballos criollos “Gato” y “Mancha”? A continuación la historia de esta gran hazaña que hizo historia.

El caballo, un animal fiel y beneficioso

Que el caballo era y es inseparable de la vida cotidiana de todo habitante urbano o rural. Que es un mamífero doméstico; que se caracteriza por la longitud de sus miembros, de cuello largo y orejas pequeñas; usado para la silla o para tiro y constituía la única posibilidad de transporte.

Que desde la prehistoria fue amaestrado para utilizarlo en tiempos de guerra en el transporte de tropas, material bélico y otros servicios.

Y, en tiempos de paz, para el traslado de viajeros tanto en carruajes como en diligencias o galeras; para el envío de correspondencia y mensajes bajo la denominación de chasque o chasqui y también en el deporte ecuestre.

El descubrimiento de “Gato” y “Mancha”

Según la historia, en 1921, un ciudadano que procedía de Suiza, se había enamorado de nuestro país. Se llamaba Aime Félix Tschiffely, y también se relacionó con el doctor Emilio Solanet, propietario de la estancia “El Cardal”, de Ayacucho, provincia de Buenos Aires.

Allí, entre las manadas de los indios Tehuelches, conoció a los caballos “Gato” y “Mancha”, que le fueron suministrados por el doctor Solanet.

Una prueba de fortaleza

De esta manera, el profesor Tschiffely, se propuso demostrar la fortaleza de los mencionados caballos criollos, recorriendo las tres américas, en un trayecto de 21.500 kilómetros hasta la ciudad de Nueva York.

Con ello conquistaron un récord mundial de distancia, teniéndose en cuenta que partieron el 24 de abril de 1925 desde la Sociedad Rural Argentina en Buenos Aires, iniciando una travesía de 504 etapas durante tres años y cuatro meses aproximadamente.

Temperaturas y condiciones cambiantes

También durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de Los Andes, superando los 5.000 metros de altura y soportando los animales temperaturas desde los 18 grados bajo cero hasta los 52 grados a la sombra.

Recorrieron con esta aventura los países de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos.

Ingreso triunfal a Nueva York

El 22 de setiembre de 1928, el profesor Tschiffely ingresó a Nueva York, montado en el caballo “Mancha”, quien lucía en su pecho un moño celeste y blanco, mientras que “Gato” no pudo acompañarlos hasta el final porque había sido herido por la patada de una mula y debió quedarse en México.

El día que entraron en la Quinta Avenida el tráfico se detuvo en homenaje al jinete y a los caballos, llegando al Palacio Municipal donde fueron recibidos por el Alcalde Mayor Walker, quien, ante el embajador argentino, Manuel Malbrán, les entregó “La Medalla de Oro de la Ciudad”.

El regreso y un vínculo permanente

El 20 de diciembre de 1928, “Gato” y “Mancha” regresaron a la Argentina y permanecieron en la Estancia “El Cardal”, siendo visitados muchos años después por el profesor Tschiffely.

Gato-y-Mancha
Gato-y-Mancha-embalsamados-en-el-Museo-de-Luján.

En el año 1944, a los 36 años, murió “Gato”, y a los 34 años murió “Mancha”, siendo embalsamados en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y colocados para la admiración del público en el entonces Museo Colonial o Histórico de la ciudad de Luján.

Juntos por toda la eternidad

Por otra parte, el profesor Tschiffely falleció en 1954, pero en 1998 sus restos fueron depositados junto a las tumbas de “Gato” y “Mancha”, porque según una carta de su viuda, Violeta Hume, la última voluntad del histórico jinete había sido descansar junto a sus entrañables y heroicos amigos.

*Comisario General (R)
Ex Jefe de Policía de Tucumán

 

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