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Por Fabián Seidán para Diario Cuarto Poder / “La pandemia no es lo peor que le pasa al sistema educativo”, asegura en su informe semanal la consultora IDESA y para tal afirmación recurre a estadísticas que muestran la brutal caída del nivel de aprendizaje de los chicos en los últimos años, sobre todo, de los más carenciados. La escuela enseña, iguala, prepara y da oportunidades; es tan esencial como la Salud o la Economía, por lo que no debe cerrar sus puertas en tiempos de pandemia.

La pandemia y sus olas

Arrecia la segunda ola del coronavirus en el país y todos los días se da cuenta de los cientos de fallecidos y miles de contagiados. Desde el gobierno nacional trabajan contrarreloj para vacunar a la mayor cantidad de argentinos en el menor tiempo posible y, mientras tantos, buscan la manera de disminuir la circulación de la población -sin cierres totales-, para evitar nuevos contagios.

El año pasado se vivió la cuarentena más larga del mundo en nuestro país: se cerraron comercios, fábricas, bares, se prohibieron las reuniones sociales y el turismo, se cancelaron vuelos, cerraron las fronteras, la circulación nocturna, cancelaron eventos deportivos, cines y teatros; y cerraron las escuelas. Se priorizó la vida sobre la economía y la educación. Y no nos fue mejor.

Este año comenzó calmo, pero con la llegada del otoño, el virus volvió a manifestarse con fuerza, al punto de que el presidente Alberto Fernández debió imponer restricciones duras en el AMBA hasta fin de mes e invitar al resto de las provincias a que lo imiten, y entre las medidas más odiosa, dispuso que los tres niveles educativos volvieran a la modalidad virtual hasta el 30 de abril.

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Las aulas se transformaron en burbujas para proteger a alumnos y docentes.

¿Salud o Educación?

En Tucumán, el gobernador Juan Manzur, optó -por ahora- que las escuelas sigan abiertas y con clases presenciales, pese a la insistencia de los gremios docentes que piden el cierre de los establecimientos y la vuelta de las clases virtuales. El mandatario local, que conoce su provincia, sabe que la mayoría de los chicos hoy no cuentan con las herramientas necesarias ni están preparados para avanzar con la virtualidad, en un Tucumán que hoy muestra índices de pobreza que afectan al  50 por ciento de su población. Muchos se quedarían en el camino.

Los gremios docentes velan por sus afiliados (temen que se contagien y fallezcan), pero según el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,  Horacio Rodríguez Larreta: “La escuela no contagia y tampoco es un lugar de propagación del virus”. Juan pablo Lichtmajer, ministro de Educación provincial, habló en igual tenor: “La evidencia disponible, tanto a nivel nacional como internacional nos permite afirmar que en las instituciones educativas no se potencian los contagio”.

Está claro que las escuelas no son lugares de contagios. Los chicos se contagian en reuniones familiares, en la calle o con amigos, pero no en el aula, donde se cuidan todos con protocolos estrictos de bioseguridad, basado en el modelo de “burbuja”. La burbuja viene a reemplazar al grado en esta nueva normalidad.

Es más, en recientes declaraciones el titular del gremio ATEP, David Toledo (Radio Nacional), reconoció que un docente fallecido por Covid-19 en la provincia no se contagió en la escuela.

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El año pasado ya hubo muchos días de aulas vacías. Eso perjudica a los chicos y su futuro.

La enseñanza presencial es insustituible 

Los gremios docentes empujados por la Ctera, que encabezan Roberto Baradel y Sonia Alesso, insisten desde hace tiempo en no brindar clases presenciales hasta que la pandemia pase, disminuyan los contagios o hayan más vacunados…. Como viene la mano, es factible entonces que se tengan que cerrar las escuelas hasta el ciclo lectivo 2022, en el mejor de los casos, porque parece difícil que se cumplan algunas de esas tres variables en el corto plazo.

Con esto no estamos diciendo que los docentes deben ir a “morir” a las escuelas. Para nada. Porque los médicos, bioquímicos, enfermeros, camilleros, empleados de supermercados, camioneros, policías, gendarmes, periodistas, recolectores de basura y demás personas esenciales (muchos de ellos aún sin ser vacunados), siguieron asistiendo a sus lugares de trabajo durante toda la pandemia y nunca, jamás abandonaron la presencialidad. ¿Acaso son inmunes al virus? No, simplemente se cuidaron y cumplieron las tres premisas básicas para no resentir más al país: distanciamiento, uso de barbijo y lavado de manos con agua y jabón o uso de alcohol en gel.

No podemos seguir haciendo la “plancha” sobre el agua. Hay que ser responsables: cuidarnos y cuidarte.

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Los padres cuidan a sus hijos y de paso cuidan también a la educación.

Argumentos válidos

La apertura o el cierre de las escuelas por la pandemia tienen argumentos válidos en ambos lados. Pero ante la decadencia del sistema educativo, habría que hacer un esfuerzo para que no gane el cierre, más aún luego de que los alumnos prácticamente perdieran el ciclo escolar el año 2020.

Las pruebas PISA que miden la calidad educativa de los países es un válido ejemplo de por qué no se deben cerrar más las escuelas.

Sin capacidad de lectura

Las pruebas PISA es una evaluación que se toma a jóvenes de 15 años de edad para medir sus capacidades de lectura. La referencia son 500 puntos que es lo que tienen los países desarrollados. En la región sudamericana lo que se observa es lo siguiente: Argentina en el año 2000 obtuvo 418 puntos, mientras que en el 2018 midió 402. Este dato muestra que la degradación de la educación en Argentina viene de mucho antes de la pandemia.

Los gremios, los paros y ahora la pandemia

Las escuelas, especialmente las que atienden a los sectores más vulnerables, hace rato que pasan gran parte del tiempo cerradas.

Un estudio publicado en el Journal of Labor Economics por dos autores extranjeros llamado “Los efectos de largo plazo de los paros docentes: evidencias desde la Argentina” señala que los paros docentes hacen que los alumnos, cuando sean adultos, tengan menos empleos y peores salarios.

Actualmente ya se vive eso: según la consultora Adecco, ocho de cada diez argentinos hoy reconoce que le es difícil conseguir un trabajo.

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Las clases virtuales dejan a muchos chicos fuera del sistema, sobre todo en donde la pobreza es alta.

Datos duros de los paros docentes

En el país se contabilizaron 1.500 paros docentes desde 1983 hasta el 2014. Los autores tomaron a la Argentina para hacer el estudio porque es difícil encontrar otro país donde los alumnos hayan sufrido tantos paros.

Los paros docentes, la proliferación de feriados y la pandemia, son partes de los factores, que explican la decadencia en las aulas.

Por una vez, que el gremialismo docente no mire sólo su conveniencia. Tucumán y 300 mil alumnos se los van a agradecer.

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