manzur
El periodista Carlos Pagni publica este jueves en La Nación un filoso análisis sobre la llegada de Juan Manzur a la Jefatura de Gabinete. Veamos algunos extractos:
Cristina Kirchner intervino el gabinete de Alberto Fernández y, lo que es más doloroso para su autoestima, el de Axel Kicillof. Al hacerlo, debió inclinarse ante una autoridad que no emana de ella, y que se le impuso. La autoridad de la representación territorial. Los nuevos jefes de Gabinete, Juan Manzur en la Nación, y Martín Insaurralde en la provincia, encarnan a ese nuevo actor. Manzur e Insaurralde remiten a lo peor del caudillismo. Primero se resignó a Fernández; más tarde se rindió ante Sergio Massa; ahora Cristina se inclina frente a este otro actor, colegiado pero determinante.


Manzur significa el más doloroso homenaje de Alberto Fernández a Raúl Alfonsín. El tucumano se sueña más que un jefe de Gabinete. Aspira a ser ese primer ministro al que Carlos Menem se resistió en las negociaciones del Pacto de Olivos. Fernández debe evitar que Manzur lo convierta en un mandatario protocolar, que habla, pero no gestiona.

Para ponerlo en términos del propio Manzur: cuando la señora de Kirchner lo señaló como reemplazante del entrañable pero incompetente Santiago Cafiero, no estaba suministrando un antibiótico. Estaba aplicando una vacuna. Un producto elaborado con la sustancia que se quiere combatir. El Presidente debió aceptar que le impongan como comisario al hombre que en 2019 lo había proclamado el nuevo jefe del PJ, el sepulturero de su benefactora. Es un castigo paradójico. Cristina Kirchner le ofrece a su pupilo la mortificante posibilidad de, ahora sí, desde la lona, organizar el “albertismo”. Por un momento, temió haber quemado el nombre cuando relató en su enardecida carta que ella lo había seleccionado. Pensó en Gabriel Katopodis. Sin embargo, Fernández se allanó.

Con un híper activismo que recuerda al del efímero Adolfo Rodríguez Saa, Manzur intenta dotar a la administración de un estilo que compara con el de Cafiero pero, sobre todo, con el de Fernández. Para empezar, se levanta temprano. Ayer se ufanó de iniciar la jornada a las 7. Además, presidió una reunión de gabinete. Un ritual que se abandonó cuando Mauricio Macri dejó la Casa Rosada y que los Kirchner nunca cultivaron. Algo más sustantivo: a diferencia de lo que hizo el Presidente con los ministerios, no loteó su área. A la foránea Cecilia Todesca le pidió que siga acompañando a Cafiero, ahora en Cancillería. Y desde allí importó a Jorge Neme. Tucumano como él, Neme fue colaborador de Manzur en Tucumán. Allí protagonizó varios escándalos. Quien ahora será vicejefe de Gabinete, ha sido investigado por enriquecimiento ilícito a raíz de varias denuncias referidas a su paso por el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales de la Nación donde, entre otros, tuvo a Julián Domínguez como jefe. Como atestiguan numerosos empresarios del sector, Neme respondía ya entonces a la autoridad de Hugo Sigman, quien también se dedica a la producción porcina. Sigman es el principal padrino de Manzur en el mundo de los negocios. Cobran nueva luz aquellas denuncias de Elisa Carrió, señalando que la campaña de Alberto Fernández se había financiado desde Tucumán, a través de ese industrial farmacéutico.

Manzur tomó otra colina, apreciadísima por Fernández: la Secretaría de Medios y Comunicación Pública.
 Allí desplazó a Francisco Meritello, cuñado de Gustavo Beliz y ahijado político de Víctor Santa María, el sindicalista propietario de Página 12, entre otros medios. Como nueva secretaria fue designada Valeria Zapesochny. Es una profesional impulsada por el controvertido operador de prensa y lobista Adrián Kochen, quien ya la había avalado para la misma tarea en Tucumán. Kochen, quien también colabora con Sigman, es un eslabón clave en las relaciones entre Fernández, Manzur y la familia Eskenazi, para la que también presta servicios. Balance provisional: con Manzur, la señora de Kirchner ha incorporado al Gobierno a una red política y empresarial preexistente. La misma red a la que en diciembre de 2019 ella misma había vetado.

Parte Meritello, partió Juan Pablo Biondi. Fernández delega en Kochen, a través de Zapesochny, un área estratégica de la administración. Biondi era, además, su amigo íntimo. Por eso en el oficialismo se preguntan si, con la renuncia, habrá entregado también la llave del departamento que ocupaba en el edificio de Puerto Madero, River View, un piso más abajo que el del Presidente. Conviene aclarar: a Biondi no se lo prestaba “Pepe” Albistur. Él alquilaba.

Cristina Kirchner dedicó a Biondi el párrafo más agresivo de su carta. Hasta se preguntó, capciosa, si el vocero se distraía en alguna otra función. Ese detalle terminó de inquietar al Presidente. Algunos de sus interlocutores más cercanos aseguran que está preocupado por si alguien lo está espiando. El episodio de la foto del cumpleaños de su esposa agravó esa sensación. No mira hacia la AFI: Cristina Caamaño está fuera de sospecha, sobre todo por la inacción. Miraría hacia el aparato de Seguridad de la Casa Rosada. Son habladurías. Pero Manzur está atento a ellas. En cualquier momento ofrece las prestaciones de Antonio Stiuso, con quien ya se habría reconciliado: Stiuso cometió el error de querer abogar por el empresario del juego Gabriel Rosenzvit, desplazado por el zar de las tragamonedas tucumanas, Roberto Sagra, mimado por Manzur y por el bancario Carlos Cisneros. Para la señora de Kirchner indultar a Stiuso sería, es cierto, la rendición final.

La presencia de Manzur en el gabinete tiene una posible proyección sobre el mediano plazo. Él quiere ser presidente dentro de dos años. Como ha revelado Francisco Olivera, su proyecto se llama Juan 23. Tiene lógica: el tucumano es un católico militante, ferviente antiabortista. Un detalle que, por lo visto, no inquieta a Elizabeth Gómez Alcorta, quien en su cuenta de Twitter sigue aclarando que la relación con su nuevo jefe es muy cordial.
Así es Juan Manzur, el nuevo coordinador de Gabinete de Alberto Fernández -  AS Argentina


La ensoñación presidencial de Manzur perturba a Sergio Massa, quien tenía planeado lanzarse con el mismo objetivo, a través del mismo método: intentar ser el salvador del vapuleado experimento Fernández. Ahora tiene en la Jefatura de Gabinete a un caudillo que trabaja su misma agenda: relaciones amigables con el Departamento de Estado, discurso de orden para el control de la Seguridad y, en general, un pragmatismo desprovisto de cualquier escrúpulo. Hasta comparten a Kochen y a Cinosi.

El problema de Massa es que viene de una derrota en Tigre. Aun así, pretende convertirse en ministro de Economía, Producción y Transporte a partir de noviembre. La incógnita hasta el viernes pasado era si contaba con la bendición de la vicepresidenta. Ahora hay que saber si a Manzur le interesa tenerlo en el equipo. En La Rioja ya le hizo una demostración de autoridad: el presidente de la Cámara de Diputados viajó hasta la provincia pero no pudo acceder a la reunión principal de la jornada. Solo gobernadores y el Presidente. Signo de los tiempos.

En la bruma del 2021 se recortan, muy inciertas, candidaturas de 2023. Es posible que, dada la experiencia de las primarias del domingo 12, Cristina Kirchner quiera favorecer una gran interna peronista para la sucesión de Fernández. Nadie se anima hoy a mencionar la reelección presidencial. En cambio, Manzur y Massa sí podrían ser competidores en esa carrera. También podría serlo Axel Kicillof.


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