Pepe empanadas. Así se llama el atelier de comidas argentinas de la familia Satta. El nombre revela su ADN. El lugar elegido para venderlas: Bruselas, Bélgica. Los sabores: 100% tradicionales carne, pollo jamón, y queso y una adaptación vegana: proteína de soja y verduritas a la parrilla.

“Acá le dicen mmpanadas, no pueden pronunciar la e inicial. Son bastantes populares en la capital, si salís de Bruselas no las conoce nadie”, cuenta Aldana Satta, hija de José Luis, más conocido como Pepe, el gran promotor del proyecto gastronómico que hoy vende más de cinco mil unidades mensuales.

La familia Satta llegó a Europa hace casi dos décadas, un poco antes de la crisis económica y social argentina de 2001. “Vivíamos los cuatro en Quilmes, un vecino nos ofreció trabajo, hospedaje y la posibilidad de emigrar a Alemania para desarrollar su cadena de helados italianos en el norte del país. Ni lo pensé, moría por conocer Europa y acepté la propuesta. Mi mamá -Cristina, profesora de gimnasia- dijo: ‘Me voy con vos’ y mi papá, director de una empresa, no quería saber nada”.

Al los pocos meses, y con 23 años, Aldana voló hasta Bremen para probar suerte en el Viejo Continente. “Estaba muy ilusionada, ¡pero fue una estafa total! Nos hospedaron en el piso de arriba de la heladería, éramos seis en un espacio reducido. Además de trabajar más de diez horas por día, teníamos que limpiar y cocinar. Teníamos hasta la comida contada. Nos pagaron la mitad de lo que nos ofrecieron. Aguanté tres meses. Quería pedirle ayuda a mí familia, pero ellos ya estaban vendiendo todo, incluso haciendo el traspaso de la empresa para mudarse a Europa. ¡Ya tenían hasta los pasajes en mano!”.

La joven logró salir de la situación a través de un amigo que residía en Bélgica: “Le expliqué lo que pasaba y me recibió en su casa. Al mes llegó mi padre, más tarde mi madre y Pablo (mi hermano menor). Alquilamos un departamento para empezar de cero. En ese tiempo, Pablo empezaba la secundaria. Nosotros repartíamos nuestro día entre changas y clases de francés intensivo”.

-¿Estaban felices con el nuevo destino?

-Para nada. No era lo que habíamos soñado e imaginado. Nos costó adaptarnos. Los belgas son más reservados, herméticos y estructurados. Nosotros éramos todo lo contrario. Al año de estar el Bélgica, mis padres tenían ganas de volver a Quilmes. Hicieron trámites para conseguirlo, vendieron la casa de Buenos Aires, el auto, un camión… Pero llegó el corralito.

-¿Se quedaron sin la posibilidad de volver a Buenos Aires?

-Por suerte. Hoy, después de casi veinte años, puedo decir que fue lo mejor que nos pasó. Estamos todos muy felices y nos va muy bien. En ese momento fue un golpe muy duro.

-A partir de esa situación frustrada, ¿qué hicieron?

-Estábamos resignados. Un día hablando por teléfono con mi abuela paterna, nos dice: “¡¿Por qué no venden empanadas?!”. En casa todos nos arreglábamos bien con la cocina. Y eso fue lo que hicimos. Nos presentamos en festivales de comida, en ferias y así se generaba un boca en boca importante. Así surgió Pepe Empanadas.

-¿Cuáles son las más pedidas?

-Hace cuatro años, a partir de un préstamo, logré comprar un atelier para armar la cocina. Produzco empanadas de seis sabores. Las más populares son las de carne y pollo, aunque las veganas van ganando terreno.

Aldana tiene su propio atelier dónde produce empanadas de seis sabores y otras delicias argentinas. En 2018 ganó el concursocouleur café que reconoce a los puestos de comida callejeros
Aldana tiene su propio atelier dónde produce empanadas de seis sabores y otras delicias argentinas. En 2018 ganó el concursocouleur café que reconoce a los puestos de comida callejeros
-¿A cuánto las venden?

-Si las retiran por mi atelier salen 2.50 euros. En las ferias, 3.20 euros.

-¿Quiénes son sus clientes?

-La reina Máxima de Holanda llegó a probar nuestros productos alguna vez. A los locales les gusta mucho. Las acompañan con chimichurri, porque un día hice una presentación y sumé choripanes, y empezaron a mezclarse con las empanadas. Ahora es indispensable tenerlo.

-¿Cuánto tiempo tardaron hasta poder vivir de Pepe Empanadas?

-Varios años. Teníamos distintas actividades en paralelo para poder disfrutar. Hasta vendimos churros, mi padre viajó a España a comprar una churrera. Y así fue como conocí a mi marido.

– ¿Es belga?

-Sí. El día que nos íbamos vender los churros en una de las plazas de la ciudad, necesitaba un enchufe de luz para la churrera. Toqué la puerta de una casa y me recibió Laurent. Fue súper amable, nos dio la llave de su casa y nos invitó a comer. Empezamos a salir, después compramos una casa y tuvimos nuestro hijo: Neo Sol. Siempre digo que me dio luz para la toda la vida.

-¿Extrañás la Argentina?

-En estos últimos veinte años fui seis veces. Antes de formar mi familia extrañaba mucho. Ahora ya no. Odiaba el clima frío ahora con el cambio climático las estaciones son más parecidas a las de Argentina.

-¿Cómo te adaptaste a las costumbres de un belga?

-No me quedó otra. Aprendí a ser más organizada, estructurada e introspectiva. Tengo una agenda donde me anoto todo, incluso las visitas que vamos a recibir en casa. En Bruselas no existe la “visita improvisada”.

-¿Laurent come empanadas?

-Le encantan. También le gusta el mate. Cuando estudiaba toda la noche medicina, cambió el café por el mate.

-Después de algunos contratiempos todos encontraron su caminos.

-Sí. Mis padres ya se retiran con pensión, eligieron Málaga como destino. Mi hermano también está muy contento acá. Yo soy feliz con mi marido, mi hijo y mi atelier de empanadas.

fuente: infobae

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