“Jardín florido (lo que subyace)”: El teatro como lenguaje para voltear las barreras de la dictadura

Escena de la obra teatral "Jardín florido (lo que subyace)". Foto: Fulvio Rivero.
Por Manuel Rivas* de Diario Cuarto Poder / El pasado que interpela. Aún no se acallaron los ecos del triunfo en la Fiesta Provincial del Teatro, y el elenco de “Jardín florido (lo que subyace)”, se prepara para la instancia nacional. Dialogamos con su director, Carlos Correa y con la actriz Alejandra Páez Salas, quienes recibieron reconocimientos especiales.

La función debe continuar pese a los festejos

Aún no finalizaron los festejos por el triunfo de la obra teatral “Jardín florido (lo que subyace)” y los integrantes de la puesta, los actores, Alejandra Páez Salas y Martín Lombardelli; el director, Carlos Correa y su asistente, Carlos Lozano, siguen activos.

Sucede que mañana, jueves 3 de noviembre, a las 21, en la Sociedad Francesa, tienen función. Por ello, el propio Carlos Correa, no debe descuidar el vestuario y la iluminación; lo mismo que Darío Lazarte la Técnica; y Fulvio Rivero, la Fotografía.

Cabe destacar que el Diseño Gráfico estuvo a cargo de Flecha Volando y la dramaturgia también le pertenece al director, con quien mantuvimos el siguiente diálogo:

—¿Qué te llevó a elegir un tema tan complejo como la dictadura?

—Por un lado, la sensación de una deuda, no una obligación, sino algo mío que debía atender. El Pozo de Vargas es ineludible para mí, como tantos lugares de nuestro país donde el horror dejó marcas. Esas marcas a mí me interpelan. Es una sensación. No es algo que se pueda describir con facilidad. Es algo fisurado en la realidad. Algo roto. Por otro lado “La dictadura” no es un momento histórico del pasado, para mi hay algo que sigue presente, cambió forma pero no sustancia. También cambió de manera burlesca la construcción que, desde distintos sectores, se hace de la realidad. No hay ningún cuidado en la apariencia de ese proceso.

La obra teatral “Jardín florido (lo que subyace)”. Foto: Fulvio Rivero.
—¿Quisiste experimentar entrando en el tema por un camino no usual?

—En realidad no encontraba otra manera de describir esta relación que tengo con el tema, más que desde la fragmentación. Todo esto que describo, el manejo que se hace sobre lo que las personas creen decidir, y a quienes se les incorpora de una manera brutal pensamientos y sensaciones. La construcción pueril de patria, familia y religión. La convivencia en este jardín de la república, tanto en el pasado como en el presente, con los cuerpos desaparecidos, y con los aparecidos identificados que no alcanzan a callar el “por algo será”, esos otros, y los nuevos otros, los actuales, sobre los que se cargan las culpas de todos los males del país, y que anestesian las conciencias de quienes los nombran, porque al nombrarlos se alejan, se diferencian.

—¿Puede el teatro u otro lenguaje artístico romper con prejuicios insertados en la conciencia colectiva por los represores?

—Creo en que puede conectar el tema directamente a lo sensorial y desde ahí voltear alguna barrera.

—¿Te tenías fe para ganar la Fiesta Provincial del Teatro?

—Tenía deseos, porque el proceso fue de una enorme responsabilidad con la producción de lenguaje, sobre la cual se sostiene la temática, nunca me angustié tanto con el armado de un relato en ese sentido. Lo disfrute mucho, pero también me cuestionaba constantemente. Encontrar el lenguaje escénico que dé cuenta de manera precisa lo que queríamos expresar fue muy exigente. Entonces, atendimos todo los detalles, todos los elementos de la puesta, lo visual, lo sonoro, lo arquitectónico, la elaboración del texto, las actuaciones. Todo fue artesanal, minucioso. La iluminación es mía, elaborada con dicroicas para generar los ambientes que la puesta requiere, al igual que el uso de las linternas, y los colores que todas esas luces tienen. La utilería, los objetos fueron muy pensados en sus formas, sus colores. La selección y edición musical. La preparación del espacio, con el enorme apoyo de la Sociedad Francesa. Pero sobre todo las actuaciones, los distintos lenguajes de actuación que sostienen el relato y el discurso. Buscamos mucho en lo actoral. Alejandra y Martín llevan a cabo 5 personajes cada uno. Sus distintas corporalidades. Sus decires. Por momentos dicen los mismos textos, pero en distintas maneras, con sus inflexiones, timbres y por supuesto intenciones. Eso fue lo que más se trabajó.

La obra “jardín florido (lo que subyace)”. Foto: Fulvio Rivero.
—A tu criterio ¿Cuáles fueron las claves del éxito?

—La obra propone una especie de paseo sensorial sobre temáticas que son universales y exceden el relato principal, entonces multiplica su sentido. Lo satisfactorio para nosotros es haber logrado poner en acto todo eso.

—¿Se vive de modo distinto la tensión de competir desde el rol de actuación y desde el de dirección?

—No creo. Antes y durante la función, incluso, somos un equipo que trabaja apoyado en el trabajo del otro.

—Personalmente, ¿la dictadura te generó alguna pérdida familiar o cercana?

—No.

—¿Cuáles son tus expectativas para la competencia nacional?

—En primer lugar, muy deseoso del cruce con otros artistas del país. En cuanto a nuestro trabajo, encontrar un espacio que se asemeje al que utilizamos. De todos modos, ya veníamos ensayando derivas de la puesta en escena hacia otros tipos de espacios.

—¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo? ¿Podrías adelantarnos algo?

—Concluí un texto que trata sobre la mala política y su espectacularidad, sobre la permanente impostura en la que se sostienen algunos vínculos en las relaciones de poder. Ese texto lo estrenaré en Buenos Aires a mediados del año próximo, con un elenco que ya está convocado y con el cual ya realicé algunos ensayos.

Ponerse en la piel del horror

También mantuvimos un interesante diálogo con Alejandra Páez Salas, quien recibió el reconocimiento del jurado por su actuación en la obra.

—Desde tu personaje ¿cómo fue la construcción del concepto dictadura?

—Creo que principalmente fue hacer una lectura de los cuerpos de ese momento histórico, de los tonos de abordar los discursos, de lo no dicho desde el lugar de la palabra que se dejaba ver en las formas físicas, en los gestos, en las voces… los cuerpos que hablan y nos dan esa información. Y por otro lado  hacer con todo el equipo un trabajo  de análisis profundo de los discursos de esa época y de lo que no coincidía en la literalidad con la realidad del momento.

—¿La temática te generó alguna presión extra?

—No lo llamaría presión, pero sí un trabajo a conciencia desde el respeto, la importancia de la temática y la responsabilidad de llevarlo adelante desde lo artístico.

—¿Cómo te sentiste bajo la dirección de Carlos Correa? ¿Qué incidencia tuvieron sus indicaciones en tu desempeño?

—Fue y es increíble! Carlos es un gran director de actores, que con indicaciones precisas supo por dónde guiarnos y capitalizar nuestros recursos como actores. Creo que eso hizo que nosotros logremos que esos seres estén tan vivos y encendidos en escena.

—¿Esperabas el reconocimiento por tu papel?

—Sinceramente no, pero es hermoso recibir un reconocimiento por un trabajo donde uno pone tanto de sí y se brinda a un otro.

—¿Cómo te imaginas que será la competencia nacional?

—Espero que sea un lugar de encuentro, de festejo del hecho artístico y de alguna manera de reconocimiento de la labor teatral.

—¿Sueñas con representar algún papel en particular o prefieres que el camino se vaya haciendo solo?

—No tengo ninguno en particular, quizás hay personas con las que me gustaría poder trabajar más que personajes concretos que abordar. Creo que siempre es bueno dejar lugar a la contingencia…al devenir, lo importante es aprender con cada oportunidad.

Mini biografía del director teatral

Carlos Correa es autor y director teatral. Estudió teatro con Pompeyo Audivert, Ricardo Bartís, Patricia Zangaro y Rubén Szuchmacher; Cursó el Taller de Artes Plásticas y la Carrera de Teatro de la Facultad de Artes-UNT. Realizó seminarios de perfeccionamiento con Mauricio Kartun, Ricardo Monti, Marcelo Bertuccio, Marco Antonio de la Parra, Alejandro Tantanián y Norberto Laino, entre otros. Inicio su actividad teatral con Raul Reyes. Dirigió la mayoría de sus textos, algunos premiados y editados, como “La lechera”, “Las quietudes”, “Variaciones en blanco”, “Anonimato” y otros. Sus trabajos recientes como actor fueron “Muñeca”, de Armando Discépolo, y “Urdaestallido”, sobre textos de Alejandro Urdapilleta, ambas con dirección de Pompeyo Audivert. Realizó Intervenciones Artísticas en distintos espacios públicos y participó con sus obras en Teatro x la Identidad, encuentros y festivales nacionales e internacionales de teatro.

*Fundador y director de Diario Cuarto Poder. Periodista, profesor de Letras e Historia y escritor.

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