Letras de Fuego / Comentario de libro / Por Gustavo Díaz Arias*. A continuación compartimos el análisis realizado por el escritor tucumano en torno al poemario “Un lugar llamado palabra”, de Inés Cortón, que se presentará este viernes 24 de octubre en Coronel Suárez.
“Una brújula para el alma”
“Un lugar llamado palabra” es un libro que invita a una profunda meditación sobre el poder transformador del lenguaje y la creación poética. En sus páginas, el lector encontrará poemas de tono contemplativo, casi místico, que reflexionan sobre la palabra como un espacio propio, sagrado, donde habitan las emociones, los ecos del pensamiento y la experiencia humana.
El poema que da título al libro marca el inicio de un viaje sensorial y simbólico que intensifica la atmósfera introspectiva. Las palabras cobran vida propia e Inés Cortón nos convierte en viajeros: dejamos atrás lo racional para habitar universos nuevos. En este primer poema resuenan ecos de Octavio Paz y Jorge Luis Borges, no por imitación, sino por esa misma vocación de abrir puertas hacia lo inefable.
A lo largo del libro, la autora utiliza un tono solemne, casi sagrado, para hablar del origen, del destino y de la esencia del ser. Elementos primigenios como el fuego, la sombra, el agua y la sangre refuerzan la idea de una raíz común, profundamente humana y cósmica.
Junto a Inés, el lector emprende un viaje transformador: del silencio —quizás ligado a la tristeza o la incomprensión— hacia la revelación y el consuelo que brinda la palabra poética. Hay una delicada mezcla de vulnerabilidad y esperanza. La voz sincera de la poeta nos permite apreciar la palabra como un acto vital, íntimo y corporal, un rito sagrado que surge desde lo más profundo.
Inés nos regala su intimidad: una ceremonia interna, instintiva, casi orgánica. Su lenguaje es sobrio, contenido, pero inmensamente expresivo. En algunos poemas se percibe una redención en la esperanza, una fuerza interior que conmueve sin necesidad de alzar la voz.
Hay en su obra fuerza, identidad y claridad de intención. Reivindica la poesía no como un objeto de análisis, sino como una experiencia transformadora. Porta una sensibilidad melancólica muy bien lograda. En el poema “Nada”, la voz poética transita entre el sueño y la vigilia, entre la ilusión y el vacío, con imágenes sencillas pero cargadas de significado.
Los poemas tienen una profundidad filosófica y estética que resuena más allá de lo emotivo. “Geometría de la palabra” destaca por su riqueza simbólica y su carga filosófica. En cambio, “Cruce de senderos” despliega una fuerza contemplativa, con estructura sólida y un sentido profundo.
El tono lírico y etéreo, casi místico, se entrelaza con lo corporal y emocional, produciendo una transformación interna. La música de las palabras no es solo una experiencia sensorial, sino también un acto de redención y renacimiento.
Las reflexiones se mueven entre lo individual y lo colectivo, entre lo efímero y lo eterno. “Hoja” transmite vacío, desarraigo y soledad existencial con imágenes memorables en un poema breve e introspectivo.
Página a página, el lector atraviesa una apertura hacia la reflexión y la transformación. El tono se vuelve más filosófico que existencial, sin que la profundidad intelectual enfríe el texto; al contrario, lo humaniza.
“Releer la vida” es un texto cálido y maduro, con una mezcla serena de nostalgia, sabiduría y aceptación que lo vuelve conmovedor.
Un lugar llamado palabra es una pieza evocadora y lírica, un conjunto de poemas delicados, bien estructurados, con imágenes que transportan. Denota sensibilidad artística y un dominio sereno del lenguaje.
Entre mis favoritos se encuentra “Me gusta montarme en mis zapatos”, quizás por su voz íntima, directa y auténtica. Tiene una mirada introspectiva, rica en simbolismos. Con tono confesional y cercano, equilibra experiencia y renovación, y culmina en un final abierto y esperanzador. Es un poema que no necesita alzar la voz para dejar huella: transforma lo cotidiano en poesía. La mezcla entre lo vivido, lo perdido y lo reinventado le otorga hondura sin solemnidad.
Hay poemas de estructura minimalista, como “La niebla de otoño”, breves pero poderosos por su efecto emocional.
Inés Cortón nos ofrece el temblor del sentir seguido por una calma inevitable. Nos entrega un ritmo interno que oscila entre lo visceral y lo contemplativo. Sus poemas tienen cuerpo y alma. Logra lo que muchos buscan y pocos consiguen: hacer sentir sin necesidad de explicar. Su obra se caracteriza por la honestidad emocional, la precisión poética y una estructura expresiva eficaz.
“Vacío” es un poema que me silenció. Habla de la ausencia, el dolor, el amor y la conexión espiritual entre dos personas. Oscila entre la oscuridad de la pérdida y la luz del amor eterno. Plantea una visión del amor que trasciende lo físico, definida por una conexión más profunda y espiritual.
A lo largo del libro, hay textos de gran carga emocional y otros que expresan una lucha interna, dolor y resignación. Son poemas intensos, evocadores, donde las imágenes físicas se mezclan con emociones profundas, generando una atmósfera densa de sufrimiento y amor que se desvanece.
También hay versos marcados por el anhelo y la espera, donde se idealiza el encuentro o la relación a través de momentos cotidianos y delicados. La estructura es fluida, como una conversación íntima con alguien cuya presencia es deseada con profundidad.
En un tiempo en que la palabra parece haber perdido su poder, Inés Cortón la reinventa, la redime y la eleva. Su escritura no es solo arte: es una necesidad humana, una brújula para el alma, una herida abierta que cicatriza en verso. Cada poema es una constelación en la oscuridad, una verdad dicha con delicadeza, una revelación que nos transforma sin que lo notemos.
Por todo esto, y por lo que aún está por venir, no tengo dudas al decirlo: Inés Cortón no solo escribe poesía, ella la encarna. Y en esta encarnación de belleza, sensibilidad y lucidez, se alza —sin estridencias, pero con una fuerza ineludible— como una de las grandes escritoras de nuestro tiempo. Leerla no es solo un acto literario, es una experiencia espiritual. Este libro no es solo un conjunto de poemas: es un legado.
*Profesor y escritor tucumano.


