Los juveniles de Belgrano y de Talleres comparten las aulas del Instituto Secundario Monseñor de Andrea y un proyecto que integra el estudio con la práctica del deporte.

Hay un lugar de Córdoba donde Belgrano y Talleres juegan todos los días, y no se trata del Gigante, el Kempes o La Boutique. En pleno centro de la ciudad, a una cuadra y media del Patio Olmos, el Instituto Secundario Monseñor de Andrea es el escenario donde los juveniles albiazules y celestes se encuentran de lunes a viernes para compartir las aulas y una de las experiencias más enriquecedoras que se llevan a cabo en la “cancha grande” de la vida: la educación.

Este clásico cotidiano tiene como protagonistas a 77 adolescentes (35 de la “B” y 42 de la “T”, la mayoría provenientes del interior cordobés o de otras provincias) que, más allá de los colores que los distinguen, tienen muchísimas cosas en común, como el sueño de triunfar en el fútbol o el desvelo que provoca alguna inoportuna evaluación. También los une el respeto y la tolerancia, dos de las materias más difíciles en la curricula de estos tiempos complejos que transcurren, y que ellos ya tienen aprobadas con nota sobresaliente.

Esta sana convivencia fue posible a partir de un proyecto educativo que integra el estudio con la práctica del deporte y que se materializó a través de convenios con los dos clubes más populares de la provincia. El puntapié inicial lo dio Belgrano una década atrás, durante el gerenciamiento que antecedió a los tres mandatos de gobierno de la conducción liderada por el tándem Armando Pérez-Jorge Franceschi, y Talleres se sumó hace tres años, en el arranque de la presidencia de Andrés Fassi.

“Estos convenios surgieron a partir de la sanción de la nueva Ley de Educación de diciembre de 2006, que estableció la obligatoriedad del secundario, y de una necesidad de los clubes, que tienen el deber de escolarizar a los menores que están bajo su tutela”, explica Fernando Salia, director del colegio. “El problema de los futbolistas es que tienen un ritmo de entrenamiento y de competencia muy exigentes, y eso prácticamente los margina del sistema educativo. Por eso decidimos adaptar el calendario escolar al calendario deportivo. Nuestro proyecto es de inclusión, y así como sucede con quienes padecen discapacidades o están judicializados, pensamos que debíamos buscar una alternativa y dejar atrás aquello de ‘o va a la escuela o patea una pelota’, ya que esa suele ser una elección traumática, difícil y frustrante”, añade.

Las actividades que los jóvenes futbolistas desarrollan en el colegio son supervisadas por los clubes. En el caso de Talleres, la encargada del seguimiento es Andrea Maldonado, trabajadora social que integra un equipo multidisciplinario a cargo de Maximiliano Salas, ex futbolista de la institución. Por el lado de Belgrano, Karina
Pereyra, Ayelén Ceballos y Federico Bessone son los integrantes del área socio-educativa que lleva adelante esa tarea bajo la supervisión de Sergio Magliano.
“Hay un trabajo de articulación con los clubes e inclusive con la AFA, ya que la semana pasada nos llamaron desde Buenos Aires para consultarnos sobre la situación escolar de Bruno Amione, un juvenil de Belgrano que está entrenando con el seleccionado argentino Sub 17”, apunta Gustavo Álvarez, el vicedirector.

“Es lindo compartir las actividades del colegio y hacer amistades con chicos de otro club, y más tratándose del clásico rival. A veces intercambiamos experiencias, aunque no siempre hablamos de fútbol. Hay que respetar”, dice Mateo Tuset (14), alumno de 3º año y jugador de Belgrano. “La verdad es que nos llevamos muy bien, más allá de que somos de clubes distintos y de todas las cosas que suelen rodear a los clásicos”, afirma Lucas Mendoza (13), quien cursa 2º año y representa a Talleres.

A pesar de la buena onda que se percibe en el ambiente, las autoridades del colegio saben de las distorsiones que suelen generarse a partir de una rivalidad deportiva y trabajan sobre el tema.

“Más allá de los contenidos que se enseñan en cada materia, hay un principio ideológico en nuestra propuesta educativa: ¿qué mundo queremos? ¿cuáles son las acciones cotidianas que debemos encarar para lograr ese objetivo? A partir de esos cuestionamientos empezamos a trabajar sobre la concientización del rol social del deportista y la idea de que el tan mentado sentido de pertenencia no es incompatible con el respeto a la diversidad”, destaca Salia. “La idea es trabajar sobre el tema de la violencia en el deporte más allá de un clásico. En todo caso, la idea sería resignificar el concepto de aguante en un fútbol que culturalmente se construye a partir de conceptos machistas y violentos”, añade el docente.

“La violencia en el fútbol está mal y gracias a Dios aquí no tenemos peleas. Somos todas personas. Yo inclusive me junto a estudiar con chicos de Talleres”, dice Remo Paschetto, de 3º año y de Belgrano. Lo avala su compañero de curso y de club, Fabricio Herrera (14): “Podemos enfrentarnos adentro de una cancha, pero allí son 90 minutos y se acabó. En el colegio es otra historia. Quizá haya algunas cargadas, pero nada más”.

Hasta ahí, todos de acuerdo. La polémica arranca cuando la inquietud del periodista se direcciona hacia el rendimiento escolar de unos y otros. ¿Quiénes son mejores alumnos? Ahí ninguno de los dos firma el empate. Así se juega este clásico en el aula, donde no hay distinciones. Ni rivales ni enemigos, compañeros.

Guido y Tobías, dos clásicos exalumnos
Guido Herrera (25) es el arquero titular del equipo de Talleres y Tobías Figueroa (25) alterna como delantero en la alineación de Belgrano. El próximo domingo estarán frente a frente en el Gigante de Alberdi, en el clásico cordobés de la sexta fecha de la Superliga, pero antes animarán una “previa” en el Instituto Monseñor de Andrea, donde ambos cursaron sus estudios secundarios. Será el próximo jueves, a partir de las 15, en el marco de una charla para alumnos, docentes e invitados que tendrá lugar en la sede del establecimiento educativo, en Vélez Sársfield 232.

Herrera y Figueroa son algunos de los nombres célebres del fútbol cordobés que pasaron por las aulas del Monseñor de Andrea, que también tuvo como alumnos entre otros, a Lucas Melano (Estudiantes de La Plata), Victorio Ramis (Godoy Cruz de Mendoza), Pablo Ortega (Central Córdoba de Santiago del Estero), Nicolás Ferreyra (Audax Italiano de Chile), Alejandro Altuna (San Martín de Tucumán) y los belgranenses Tomás Attis, Federico Bonansea, Valentín Barbero, Joaquín Rikemberg y Braian Volpini.

Fuente: Perfil

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