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Por Adela Seguí – Ex Decana de la Facultad de Derecho UNT

Este jueves la Asamblea elige rector de la UNT y nadie dice que eso puede definir también que la Universidad entierre la ilusión de su Ciudad Universitaria. Hoy hablé con un universitario, que poco o nada sabía de esta historia, y por eso decidí escribir esta nota.

La UNT es dueña de una mina de oro y cobre. Quizás sea la única universidad del mundo en esta situación. Pero no sólo eso. Tenía, por ley, el derecho y el deber de construir, con las ganancias provenientes de la explotación de sus yacimientos, a través de la empresa Ymad, una Ciudad Universitaria que fue el proyecto urbanístico universitario más importante del mundo, proyectado por el gran rector Horacio Descole. Los derechos a los yacimientos le fueron cedidos por su descubridor, don Abel Peirano.

En el año 2006, la Universidad recibió cuantiosos ingresos provenientes de la explotación de la Alumbrera. Cerca de 280 millones de dólares. El entonces rector tomó una decisión muy desafortunada: decidió remplazar el proyecto de Descole por una serie reducida de obras (algunos edificios, laboratorios, ampliaciones) que no constituían un proyecto integral, armónico, completo ni pensado por un equipo que evaluara todas las necesidades de la Universidad, sino más bien lo que le fue pidiendo cada Decano.

Mucho antes de que se construyeran las obras, en enero de 2008, pensando quizás que los fondos serían suficientes, el rector dio por construida la Ciudad Universitaria y firmó ante Ymad que decidía que la UNT dejara de recibir el 40% de las utilidades para pasar a recibir sólo el 20%. Ya antes lo habían hecho ante el directorio de Ymad dos ex rectores e integrantes del directorio de Ymaf: Campero y Marigliano.

Con esa decisión la UNT dejó de recibir 500 millones de dólares. Y de los edificios que se habían proyectado muchos no se hicieron y un montón de inmuebles están lejos de tener el estado de actualización, mantenimiento y conservación que preveía el visionario proyecto de Descole.

Como si ello fuera poco, en la gestión García-Pagani ocurrió algo peor. A la Universidad le quedaba una chance. Cuando concluyera la explotación de La Alumbrera, Ymad debía recuperar toda la infraestructura construida para esa mina y que había costado 1800 millones de dólares. Esa oportunidad, era quizás la última, de hacerse de los fondos necesarios para nuestra Ciudad Universitaria.

Pero, esa infraestructura nunca retornó a Ymad, sino que Ymad, con la anuencia del rector saliente José García, el silencio del Vice Sergio Pagani, y el retraso deliberado de emitir dictamen del Director de Asuntos Jurídicos Augusto González Navarro, se permitió que en octubre de 2019, todo lo construido para La Alumbrera se pusiera íntegramente al servicio de un yacimiento de terceros: el proyecto Agua Rica. Desde el Consejo Superior, hemos declarado irregular la firma del memorándum, y los contratos que a precio vil entregaban nuestros bienes a empresas mineras extranjeras, a nuestras espaldas.

Que ese despojo se concrete, también se decide este jueves en la Asamblea Universitaria, y es bueno que los asambleístas lo sepan. Y también la sociedad.

Las decisiones sobre los dineros provenientes de la minería estuvieron siempre teñidas de oscuridad.

Me comprometo a poner en conocimiento de la comunidad universitaria todo aquello que conocí sobre Agua Rica, para que ella sea consciente de sus derechos, y los resguarde de ahora en adelante.

Lo siento como un deber. Porque en mis ocho años como Decana de la Facultad de Derecho he luchado denodadamente por ellos y ya no estaré en el Consejo Superior.

Ojalá los asambleístas tomen conciencia de lo que también están decidiendo: darle una oportunidad a un proyecto maravilloso que pudo convertirnos en una Universidad de punta y que hoy agoniza.

 

 

fuente: contexto

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