Laura Baez está casada hace casi 15 años y, cuando dos de sus hijos estaban en jardín, le propuso a su marido “abrir la relación”. Hace dos años que tiene otra pareja sexual y afectiva en simultáneo.

Llevaba casi 10 años de casada y ya era mamá de cuatro hijos. Aunque los dos menores seguían en jardín de infantes, habían dejado de ser bebés y, por eso, las exigencias de la maternidad habían menguado. El espacio que se abrió -físico y mental- permitió que Laura se acercara al feminismo, se sumergiera en la teoría y revisara, entre otros temas, los mitos del amor romántico. Enseguida, comenzó a verle las costuras a la monogamia.

Laura Baez y Andrés Budani se conocieron cuando ella tenía 16 años y él 23. Fueron durante años parte de un grupo de amigos pero con el tiempo, él se separó y se pusieron de novios. Formaron una pareja “tradicional”, se mudaron juntos y en 2005, por sugerencia de quienes les aseguraron que iba a facilitarles trámites vinculados a los hijos que planeaban tener, se casaron.

Después nació el primero de sus hijos, el único de los cuatro que ya va a la secundaria. En el marco de esa estructura monogámica nacieron los cuatro chicos, que hoy tienen 13, 11, 9 y 7 años.

“Hace casi 20 años que estamos juntos y nos adoramos, siempre tuvimos una relación muy buena. A diferencia de lo que he escuchado decir a otras parejas que abrieron sus relaciones, nosotros no necesitábamos tener otras parejas sexuales para ‘salvar al matrimonio’, ni nada por el estilo”, dice Laura Baez (39) a Infobae.

Fue, en cambio, “una convicción política muy fuerte” la que la impulsó a plantear la idea de salir de la monogamia. “A medida que fui adentrándome en el feminismo empecé a hacerme preguntas: ‘¿Yo soy un límite para la persona que amo?’, ¿soy una cárcel? ¿nuestra relación le está impidiendo vivir otros vínculos que enriquecerían su vida? ¿Eso quiero ser?'”, sigue.

Lo que se fortaleció con la militancia fue la idea política de autonomía: “No respetar la autonomía del otro pareciera ser un símbolo de amor verdadero: ‘Si lo amás de verdad no podrías tolerar que bese a otra persona’. Para nosotros amar no es ser posesivo, es otra cosa”.

Hace cinco años entonces, cuando sus dos hijos más chicos todavía iban al jardín, Laura le dijo a su marido “tenemos que hablar”. “Me contó todo esto que le preocupaba”, sigue Andrés (46). “Me dijo ‘si nosotros nos amamos y estamos bien no tenemos por qué ser un límite para el otro'”.

Esa fue la primera vez que hablaron de “abrir la relación”, es decir, de habilitar la posibilidad de que los dos puedan tener, en simultáneo, otros vínculos sexuales y afectivos. “Yo le dije ‘bueno, probemos, con un cagazo terrible”, se ríe él.

La transición entre la relación monogámica y la poliamorosa fue “turbulenta”: “Cuando pasás de la teoría a la práctica es muy movilizador”, cuenta ella. “A mí me costó un montón, emocionalmente la pasé mal. Lo que te hace continuar es el compromiso ideológico que estábamos asumiendo”.

Hoy Laura sigue casada con Andrés y, desde hace dos años, también está en pareja con Diego. Su marido está casado con ella y también sale con otra mujer: “No nos vemos tan seguido como Lau con su pareja pero sí, nos vemos y compartimos cosas, voy a su casa, me quedo, vemos películas”.

fuene: infobae

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