De Vido festejó el resultado de la votación con sobriedad; no se le acercó Máximo Kirchner.

Los pulgares arriba primero, los dedos en V segundos después. Julio De Vido transitó los instantes posteriores a la votación que definió su permanencia en la Cámara de Diputados con un festejo medido. El tablero electrónico confirmó lo que ya se sabía y el ex ministro suspiró aliviado, mientras sus compañeros de bloque hacían fila para saludarlo. Del otro lado del recinto, los oficialistas se retiraban resignados.

Fue el final de un día lleno de tensión, en el que De Vido estuvo en el recinto sólo en momentos puntuales: en el inicio del debate, cuando tomó la palabra para defender su gestión y denunciar una persecución en su contra, y sobre el final, justo antes de la votación. El resto del tiempo lo pasó en la sala de reuniones del bloque del Frente para la Victoria, en el tercer piso de la Cámara de Diputados. Los pocos minutos que estuvo en su banca conversó animadamente con el santafecino Alejandro Ramos, ex secretario de Transporte, ubicado a su izquierda.

El primero en ir a saludarlo después de la votación fue Carlos Kunkel, que lo abrazó durante un buen rato y le habló al oído. Enseguida se sumaron Juan Pedrini y Ana María Llanos, que posaron para una foto con el ex funcionario. Les siguieron los camporistas Andrés Larroque, Juan Huss y Matías Martínez. Todos sonreían, pero se midieron en el festejo. Uno que siguió el discurso de De Vido con atención, pero no lo aplaudió ni se paró para abrazarlo, fue Máximo Kirchner. ¿Habrá querido evitar una foto?

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Cuando el ex ministro entró por segunda vez al recinto cargaba una caja llena de papeles. No eran expedientes ni documentos para su descargo. Eran copias de lo que estaba a punto de decir. “No vengo a ejercer el derecho de defensa, porque no les hallo legitimidad a quienes me imputan”, dijo, para arrancar un discurso de 20 minutos, en el que muy pocas veces se apartó del texto que había terminado de fotocopiar minutos antes para repartir entre sus colegas y los periodistas.

Aunque ningún diputado kirchnerista hizo una reivindicación encendida de la gestión ni de la figura del ex ministro, De Vido estuvo contenido y acompañado durante toda la sesión.

Mientras hablaba en el recinto lo aplaudieron en dos oportunidades. Primero, cuando señaló a Jaime Durán Barba como el ideólogo detrás del intento de destituirlo. Después, cuando sostuvo que “ningún argumento mentiroso” iba a poder “borrar el voto del pueblo de la provincia de Buenos Aires”.

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Sólo se apartó del discurso que había escrito cuando diputados de Pro lo acusaron de haberse amparado en sus fueros para evitar un allanamiento. “Cuando fue lo de los allanamientos simplemente se le hizo una aclaración al juez actuante, que en aquel momento era un juez probo y ahora es un juez K, porque les rebota toda la operación que les llevó adelante el fiscal Stornelli”, dijo, sobre Luis Rodríguez.

Algunos diputados también pasaron a verlo a la sala del tercer piso, donde siguió la sesión con un viejo televisor de tubo. En ese despacho, que Agustín Rossi y Juliana Di Tullio usaban como oficina cuando presidían el bloque kirchnerista, también almorzó y pulió su discurso con un grupo de cinco asesores. Comió algo liviano, se limitaron a contar en su entorno. De Vido padece de diabetes. Los que lo visitaron lo notaron relajado y de buen humor. Quizá porque desde el inicio de la sesión se consolidó el escenario que terminó definiendo la votación favorable al ex funcionario.

A contramano de lo que había hecho el año pasado en la votación en la que se autorizó el allanamiento de una de sus propiedades, De Vido ayer votó en contra del dictamen que recomendaba su destitución. “En defensa de la Constitución y en contra de esta persecución para disciplinar a los diputados y a todos los que no piensen como ellos”, argumentó, ante sus compañeros del bloque.

Fuente: La Nación

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