Integrantes del GUM

Por Manuel Ernesto Rivas – Director Diario Cuarto Poder. Un principio propio de las fuerzas policiales del país reza: “Entrar para aprender, salir para servir”. Más allá de las falencias que pudiera tener en los tiempos que corren la formación de los nuevos cuadros policiales o de fuerzas armadas, siempre está la intención de prepararlos de la mejor manera para dar seguridad a los habitantes de una porción de nuestro territorio.

Los problemas de creciente incremento de la inseguridad, derivaron en la crisis de las fuerzas policiales. Las soluciones que se pusieron a disposición no fueron las adecuadas. La responsabilidad no pasa sólo por quienes tienen un uniforme, sino también por las autoridades, que tienen que diseñar políticas a largo plazo; por aquellos que deben brindar las herramientas legislativas y por quienes deben garantizar la Justicia. Son muchos los factores concurrentes, pero en esa madeja enredada la solución no aparecía y surgieron las llamadas Guardias Urbanas en las distintas ciudades. Es por ello que este fenómeno también surgió en nuestra provincia. Muchos de los intendentes lo tomaron como un “caballito de batalla” para obtener el apoyo de los vecinos. En algunos casos puntuales, como en Banda del Río Salí, por ejemplo, se notó la disminución de los hechos delictivos.
Pero en Yerba Buena, la cosa parece no funcionar. Y más cuando los hechos de apremios y excesos se vienen sucediendo, aunque no se reflejen en los medios de comunicación provinciales, como si la gestión de Mariano Campero gozara de un blindaje similar al que disfruta -ahora no tanto- el propio presidente Mauricio Macri.


La difusión del caso del joven Ángel Herrera, según sus propios dichos golpeado por al menos ocho integrantes de la Guardia Urbana Municipal (GUM), generó una catarata de comentarios en la página www.diariocuartopoder.com, que fue la primera en reflejar el hecho. En esos comentarios, varios vecinos se quejaron de algunos excesos cometidos por el GUM desde que se le permitió patrullar a la madrugada en la “Ciudad Jardín”.
Lo curioso es que estos muchachos, que recibieron una escasa instrucción y que cuentan en sus manos con armas que disparan postas de goma con un golpe que tiene un impacto comparable con 80 kilogramos de descarga, es que actúan con el rostro cubierto, como si fueran un grupo de tareas propio de la dictadura militar. Los pasamontañas también nos hacen pensar en la clandestinidad del subcomandante Marcos, en el sur de México. Pero la realidad es que, sin ánimo de identificarse, pararon a un joven que regresaba junto a su moto, le exigieron papeles y quizás les haya molestado la negativa a exhibirles los papeles de la moto de un joven preparado que está a un paso de recibirse de abogado. Con la presencia de la policía confirmando que los papeles estaban en regla y que no se trataba de un vehículo robado, terminaba el accionar de los guardias urbanos, pero no contentos con ello prefirieron “hacerse cargo de la situación” y terminaron golpeando al joven.
Los funcionarios tampoco estuvieron a la altura de las circunstancias, porque lejos de aceptar el error y sancionar a los responsables de la agresión, se las arreglaron para que Herrera terminara detenido, sin posibilidad de hacer la denuncia en la sede policial. El buen criterio del fiscal Arnoldo Suásnabar, le permitió recuperar la libertad.
Sin embargo, el hecho ya había tomado la característica de escándalo y se reflejaba que en Yerba Buena el lema era: Entrar para aprender, salir para agredir.
Muy lamentable.

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