Por Marcelo Pérez* para Diario Cuarto Poder | El fin de semana pasado, los tucumanos se desayunaron con la ingrata noticia de que una particular, va a cerrar una importante senda de acceso al cerro San Javier para levantar allí un emprendimiento privado, lo que causó enojo, congoja y frustración entre quienes acostumbran a andar, caminar o ejercitar por esa zona.

Vasto territorio

Una vez un pícaro francés intentó erigirse en “rey de la Patagonia”, otros quisieren reivindicarse tierras ancestrales en Chubut y hasta algunos políticos, como Axel Kicillof -hablando de más- creen que la Antártida es una provincia Argentina. Lo cierto es que es tan vasto nuestro territorio que hoy cualquier persona o familia que haya vivido en los últimos 100 o 150 años, puede sacar un título de propiedad y exhibir a los cuatro vientos la posesión de la tierra, como ocurre hoy con nuestros queridos cerros tucumanos.

Es que en la semana, muchos tucumanos se desayunaron con una noticia de una particular que corrió rápido por las redes sociales, causando enojo, congoja y malhumor. Una señora daba cuenta de que una senda -muy utilizada en los últimos 30 años por caminantes, ciclistas y demás deportistas-, será cerrada para siempre por los “dueños”.

La mujer comentó que el pasado sábado 18 de Julio, cuando caminaba por dicha senda del cerro, al final de la calle que lleva al barrio privado Los Cerros, fue abordada por un joven cuya tarea es la de informar  a todos los que transitan la zona, que en breve, la familia Imbaud, dueña de la tierra, cerrará definitivamente el paso al cerro.

Emprendimiento privado

Acto seguido, informa que la familia dueña del predio en pleno cerro presentó un proyecto en la Municipalidad de Yerba Buena para cerrar todas las sendas desde El Tacho y hasta la salida al B° Los Cerros y El Tipal, puesto que allí levantarán un emprendimiento privado, con nuevas sendas de trekking, bike, Mountain bike, yoga y demás actividades de montaña, con baños y servicios. Todo cerrado, privado y totalmente pago.

Puede ser cierto que la familia Imbaud sea la propietaria de la tierra, como que también todos los tucumanos y turistas en un futuro cercano tendrán que pagar para poder caminar por esas sendas; pero también es cierto que la montaña o el píe del cerro o sus caminos –principalmente-, no deberían tener dueños, salvo el Estado, más cuando alrededor hay carteles que indican al lugar como “Reserva Parque San Javier”.

Municipio y Universidad

La gente se pregunta si el intendente de Yerba buena, Mariano Campero, está al tanto de todo esto y si es verdad que autorizó el nuevo emprendimiento, o si el municipio de la Ciudad Jardín nada puede hacer para frenar este avance, por más que se trate de una propiedad privada. También si la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) puede tomar cartas en el asunto y evitar que en la reserva natural se levanten edificaciones que afecten las yungas y su entorno natural.

A muchos le extraña que siendo tierras privadas tengan el cartel de la reserva de la UNT y que nunca antes fueran cerradas, cercadas o delimitadas.

Cuentan, los que conocen la zona (y la historia de la zona) que esas tierras el siglo pasado fueron parte de una finca de citrus de don Alfredo Imbaud y que ahora pasaron a manos de los hijos.

Otras sendas correrían igual suerte

Aseguran que esos terrenos siempre fueron privados y que por buena voluntad de sus dueños permanecían abiertos, como otras sendas conocidas como La Sala de San Javier y Los Limoneros que, dicho sea de paso, también se irán cerrando a “runners”, “bikers” y los que hacen “trekking”.

Cabe denotar que actualmente por una ordenanza municipal el otorgamiento de permisos para loteos y construcción se encuentra sujeto a estudios de impacto ambiental, considerando inclusive el porcentaje de bosque sujeto conservación, y la reforestación con especies nativas.

Historia de hace más de 150 años

María Florencia López Imbaud,  hija de la dueña de la tierra, al respecto reconoció que esas tierras pertenecen a su familia desde hace más de 150 años. “Que la gente haya usurpado y hayan hecho uso de lo ajeno es otra cosa. Y para que se queden más tranquilos, aún la municipalidad ya hizo las averiguaciones necesaria”, apuntó.

Resulta extraño el silencio del intendente sobre el tema, o que haya aprobado el proyecto de los Imbaud, pues cuando él era concejal (en 2012) apoyó a grupos de proteccionistas para frenar la construcción de torres de viviendas en la zona de la rotonda del cerro. Es más, en junio de 2018, ya como intendente, Campero explicó en una entrevista que su municipio iba a reafirmar la ordenanza que prohíbe las construcciones al pie del cerro.

“Está restringido lo que es la construcción en el pie del cerro. Ahora creemos más conveniente incorporar algunas cuestiones técnicas y legales a la ordenanza. Pero también conversando con los concejales y con el director de Legales vimos la posibilidad de que, si existe la ordenanza, incluso podemos incorporar nuevos elementos al Código de Ordenamiento. La ordenanza sigue firme y uno de nuestros objetivos es garantizar el cuidado del cerro y del medioambiente y que tiene que ver con la identidad de nuestra ciudad. El gran problema que vimos es el juicio de un propietario por la expropiación de una propiedad”, comentó Campero aquella vez.

Un “cacho” de cultura

Lo cierto es que la historia avala a los Imbaud como no de los primeros pobladores de la tierra al pie del cerro. Así lo deja en evidencia el libro Historia del Municipio de Yerba Buena, de Marta Barbieri y Matilde Silva, abril de 2017. Hay un párrafo que dice textual:

“En 1769 lo habitual era el arrendamiento y posterior venta de tierras, como en este caso: Don Santiago Paz, vesino de esta ciudad puesto a los pies de Vuestras Mercedes digo que siendo del agrado de Vuestras Mercedes se sirvan mandar se me arriende el terreno que llam [an] la Yerba Buena perteneciente a la Estancia de San Pablo que es de Temporalidades para que en ella ínterin se vende pueda yo criar ganados aser sementeras con derecho y dominio absoluto sin que ningún agregado perjudique; a cuya satisfacción estoy pronpto como a comprar dicho terreno cuando se vendiere: en lo cual resebire de Vuestras Mercedes, merced”.

Agrega: “En 1773, el Procurador General de la ciudad aconsejó que “las temporalidades en que las tierras se dividan en suertes pequeñas, y se vendan a vecinos no hazendados , conforme lo dispuesto por su Magestad; le parece al Procurador que se observe el mismo método con las referidas especies de animales, a fin de que los vecinos que hiziesen posturas a las suertes de tierras y quisiesen establecer crias, logren la comodidad de fundarlas con animales aquerenciados en ellas, sin el costo de transportarlos de otras partes ni el riesgo de volverse a sus querencias […]”.

Pioneros de Yerba Buena

Y remata: “Entre las nuevas familias de pioneros que se dispusieron a asumir los desafíos de la distancia y arriesgar inversiones en la explotación agropecuaria, encontramos a figuras como Norberto Orellana, José Thames, Santiago Rubio, Martín y Juan Clemente Méndez, Lorenzo Domínguez, José Félix Sosa, Francisco y Manuel Bustos, José Parello, Thomás Ramsay, entre otros miembros de familias criollas como la de los Ayala, los Vera, los Caldés, los Zavaleta, los Domínguez, los Peña, y los Imbaud, entre otras.

Sus propiedades lindaban el pedemonte, El Manantial y el carril del Perú hasta Cebil Redondo. A su vez, aquel fraccionamiento territorial que se fue acentuando con el tiempo, permitió la construcción de una constelación de propiedades sobre todo grandes, pero también medianas y pequeñas, características del mundo agrario de la zona central provinciana y de las villas cercanas a la capital. Al comienzo los límites de las propiedades no eran claros dado que no había llegado aún el tiempo de las mensuras precisas, pero poco a poco se fueron realizando demarcaciones en las que también jugaron la confianza entre los nuevos propietarios aunados por problemas comunes”.

En fin, nadie niega la propiedad privada. Sí el cierre de sendas y caminos; como ocurre últimamente en los Valles, cuando referentes de pueblos originarios, caciques o comuneros, deciden por su cuenta quiénes pueden pasar o no a la Villa; incluso, desafiando leyes y hasta al propio gobierno.

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