Se asustó la Argentina después de perder en Córdoba con Paraguay. Se estremeció tras ser apabullada por Brasil en Belo Horizonte. Ahora está espantada. Tiembla porque la peor pesadilla toca a su puerta. ¿Quizá no se clasifique al Mundial de Rusia? Quizá. Sin Lionel Messi está más desprotegida que nunca, y si regresa en la última fecha de las eliminatorias, en la escalada a la altura de Quito, tal vez ya sea muy tarde. La selección comenzó a sufrir el helado sudor en la espalda mucho antes de perder contra Bolivia: entró en pánico a media mañana, cuando se confirmó la severa sanción de la FIFA que atravesó el alma del capitán argentino.

Paradójicamente, obligada por la anormalidad de la altura, la selección ofreció un sentido colectivo superior ante Bolivia. Sí, jugó mejor que en la pálida noche de Chile. Acorralada por la deuda de oxigeno y consciente de que nunca asumiría el protagonismo del juego, esa urgencia por cuidarse como una manada de ovejas ante el acecho del lobo le permitirá blindarse con algunos rasgos de identidad que el ciclo Bauza prácticamente no ha mostrado. Lo anticipó el entrenador: sería un equipo apretado, dispuesto a interrumpir continuamente el juego para que Bolivia nunca tomase ritmo. Un perfil utilitario y batallador. Nada atractivo y sin garantías, claro, por eso Bolivia no perdonó dos desatenciones. Bauza, zorro de las alturas por su máster en Liga de Quito, sabía que debía evitar una caída escandalosa. Esta Argentina no podía absorber una paliza en el marcador.

Con un equipo coyuntural, impensado, disminuido en todas las líneas, Bauza evitó el papelón. Pese a la desafiante entereza que volvió a demostrar el entrenador, otra goleada boliviana para el recuerdo lo dejaba, deportivamente también, en la cuerda floja. Esa guillotina la evitó. Los próximos días espantarán los rumores destituyentes o le darán robustez. Todo está en las manos de “Chiqui” Tapia y sus laderos que hoy tomarán el control de la AFA. Sí, Bauza no tiembla por la tabla de posiciones. Su entrecejo se debe a que está en manos de Tapia.

La selección cuelga de un hilo en este momento. Y no podrá calmar su ansiedad porque la ruta eliminatoria entrará en una extensa interrupción. Los números la colocan en una posición muy incierta y, además de asegurar los próximos seis puntos como local (Venezuela y Perú), tendrá que rescatar algo en sus visitas a Uruguay y Ecuador. Y la Argentina, lejos de su casa, apenas ha cosechado 8 unidades. Malas señales.

Quedan 12 puntos por jugarse y la Argentina necesita torcer la inercia. Deberá atravesar un interminable paréntesis hasta finales de agosto en el urticante quinto lugar. Ese puesto bisagra, cuando el abismo despliega su encantamiento de serpientes. A la vuelta no estará Messi, que no llegará al rescate como tantas otras veces.

La selección está en crisis. Todo el fútbol argentino está en crisis, pero el sótano se hace cada día más profundo. No hay final. Ni futuro, mientras “Chiqui” Tapia sube a su cuenta en Twitter una imagen suya en la peluquería mientras todo arde. Los jugadores, apuntados. Bauza, en un tembladeral, víctima de sus desbordes y rehén de luchas miserables. Hace años que el fútbol argentino vive en ruinas. Ahora, además entró en pánico.

Por Cristina Grosso, Diario La Nación

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